lunes, 31 de agosto de 2009

CREACIÓN ARTÍSTICA Y LIBERTAD

Me gusta observar a los visitantes de las exposiciones, sobre todo cuando se trata de arte abstracto. Lo que más inquieta es el silencio. Es como si no hubiese nada que decir o el visitante no se atreviese a decir lo que piensa. Si el receptor no sabe qué criterio utilizar, el juicio estético queda bloqueado o se convierte en una frase casi vacía.

En una ocasión, creo que fue en la Pescadería Vieja, me llamó la atención lo que dijo un señor bastante mayor y muy serio, de esos que llevan el trabajo escrito en la piel: “Y todo esto...¿Para qué?” El joven que iba a su lado le respondió: “Esto es creación artística.” Se miraron extrañados y continuaron contemplando en silencio todas las obras.

¿Por qué crea el artista? Hubo tiempos en que la respuesta era fácil. Cuando el arte estaba al servicio de algo externo (heteronomía), al servicio de una institución, por ejemplo, no había dudas. El artista creaba para que el gobernante fuera poderoso o para que las enseñanzas religiosas se difundieran sin trabas. Todo empezó a cambiar cuando el arte se hizo autónomo. Ya no había ninguna función externa o, al menos, ya no se necesitaba. La obra de arte empezaba a ser vista como algo autosuficiente. Ni siquiera hacía falta que el cuadro reflejase la realidad. La estructura formal de la obra no requería una función o justificación externa. A partir de entonces, el cuadro o la escultura sólo tenían sentido desde sí mismos.

¿Por qué crear una obra así? ¿Para qué construir objetos que se agotan en sí mismos? ¿Por qué esa obsesión del artista moderno? ¿Qué se obtiene con ello? Estas cuestiones filosóficas tienen gran importancia social. Los ciudadanos con sus impuestos sostienen el impulso creativo a través de diversas instituciones. Tanto si somos receptores como si somos contribuyentes, necesitamos aclararnos un poco para entender y legitimar las políticas culturales. La falta de reflexión sobre estos temas ha tenido consecuencias nefastas para el mundo del arte. Se valora negativamente el arte contemporáneo no figurativo y la función del artista...Y no se sabe bien cómo fomentar la creatividad entre los ciudadanos.

La creación artística tiene muchas dimensiones. En primer lugar, podemos decir que el artista busca riquezas y fama. Esta explicación quizás sirva para explicar la falsa creación, la simulación de la creatividad. Gran parte de las exposiciones que se llevan a cabo son de artistas que tienen otro oficio con el que se ganan la vida. Y son artistas que ven la fama como algo secundario o fuera de su alcance. Sin embargo, siguen creando con pasión.

La verdadera creación es desinteresada. El fin de la creación es la obra en sí misma. Ahora bien, la esencia de la creación es mucho más compleja de lo que pensamos. Crear implica construir estructuras formales hasta entonces inexistentes. Además, el proceso de construcción de esas formas conlleva una transformación de la experiencia del tiempo. El artista al crear construye espacios de libertad donde habita en un tiempo distinto. La creatividad enriquece el mundo y nos hace más libres. El receptor desinteresado, el que tiene una verdadera experiencia estética, también experimenta esa libertad. La verdadera creación genera nuevas posibilidades de existencia para el ciudadano. Y toda nueva posibilidad nos trae nuevos senderos para escapar de la dominación.

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