viernes, 15 de marzo de 2024

Las palabras de las ciencias

    
Ilustración de Domingo Martínez González

    Para progresar en cualquier campo del saber es necesario conocer a fondo el vocabulario que se utiliza. Si seguimos con la metáfora, nadie duda de que esas palabras técnicas sean las puertas que dan acceso al saber. Y si ampliamos la analogía, cabe decir que poseen la virtud de abrir nuestras mentes. Nos ayudan a desplazarnos por territorios nuevos y comprender la información precisa para cada momento del trayecto. No dominar la terminología implica toparse con un muro infranqueable.

    Los científicos y técnicos se ven obligados a crear palabras nuevas cada vez que avanzan en sus investigaciones. Para explicar los objetos y procesos que descubren, generan nuevos conceptos. La construcción de una palabra puede ser tan simple como poner el nombre del investigador que descubrió la ley o el objeto en cuestión. También se utiliza el parecido que pueda tener el nuevo fenómeno con otro ya conocido. Cuando se quiere reflejar en el término la estructura o la esencia de lo que tenemos delante, se usa una raíz griega o latina. Así, para las ramas de conexiones que llegan a la neurona tenemos la palabra dendrita, que viene del griego y significa árbol. Tampoco viene mal acudir a la mitología… Al conocer la nueva palabra (su origen, historia y composición), la desmitificamos. Le quitamos el aura de extrañeza y lejanía que tanto intimida al aprendiz.

    Los investigadores crean nuevas palabras guiados por valores como la objetividad y la precisión. Se trata de valores epistémicos, referidos al conocimiento. Al nombrar, clasificamos y estructuramos la realidad. Pero nombrar tiene consecuencias pragmáticas. Pensamos con las palabras. Con los términos, incluimos conceptos, cuya función esencial es ordenar la realidad. La praxis, ya sea en el laboratorio o en la vida cotidiana, tiene que apoyarse en esos mapas. Las palabras determinan cómo pensar el mundo y cómo actuar en él.

    En las librerías hay varios tipos de publicaciones dedicadas a los términos especializados. Desde diccionarios sobre disciplinas generales hasta glosarios temáticos de un campo muy concreto. Hay diccionarios de arte y hay obras centradas en un periodo o estilo... Uno puede comprar un libro de términos científicos o un libro de la terminología utilizada en Física.

    Antes de elegir, es muy importante conocer el modo de tratar los conceptos que tiene cada obra. Unas veces, solo necesitamos una explicación de la palabra para seguir leyendo. En otras ocasiones, queremos profundizar y buscamos una explicación más extensa. Así que tenemos glosarios, diccionarios, enciclopedias y textos de palabras clave. Es muy probable que también nos haga falta saber cuándo se comenzó a usar el término y en qué contexto. Entonces, conviene que manejemos una obra que incluya un enfoque histórico. Casi todos los diccionarios ofrecen unas pinceladas etimológicas e históricas.

    Como ejemplo, un libro reciente. Antonio Martínez Ron ha publicado en la editorial Crítica un Diccionario del asombro. El subtítulo dice que es una historia de la ciencia a través de las palabras. Se nota su experiencia como divulgador científico en diferentes medios de comunicación. Todos los amantes de la ciencia conocen la plataforma Naukas o el programa Órbita Laika (TVE). El libro es una delicia. Puedes abrirlo por cualquier página, por cualquier entrada. El lector se va a encontrar con explicaciones claras sobre el origen de un término. Nos cuenta el contexto científico y social en el que surgió la palabra. Además, cada concepto está situado en una línea temporal. Eso nos permite ver qué palabras nacieron por esa época y la red que forman. Y los apéndices son igual de útiles. Uno de ellos está dedicado a términos creados por científicos que hablan español. 

     Desde átomo hasta zoonosis, pasando por huracán, neurona o robot, esta obra nos introduce en la historia de todas las ciencias. Así que puede servir para acercar al alumnado a un determinado campo de investigación. Es muy útil también para el plan de lectura que deben implementar los centros educativos. Y para desarrollar una situación de aprendizaje: ir elaborando en el aula un vocabulario científico asociado a las teorías y prácticas experimentales. Lo importante es ser conscientes del origen de los términos, de las circunstancias históricas y culturales en las que nacieron. Las palabras no han existido siempre: son un producto social, como todo lo humano.

viernes, 16 de febrero de 2024

Autonomía, creatividad y pensamiento

    
 ILUSTRACIÓN DE LUIS MIGUEL ‘MOGA’

    Crear y pensar sin estar atado a nada, sin sufrir presiones, nunca ha sido una tarea sencilla. Los artistas y los escritores necesitan ganarse la vida. Por eso es inevitable trabajar para otros y recibir encargos. Pero no siempre se logra mantener el equilibrio entre la autonomía creativa y los intereses del que te paga. Hemos visto hace poco en la prensa dos casos en los que han saltado las chispas: un cartel de Semana santa muy criticado y un columnista de periódico despedido.

    Las ataduras de las que hablamos pueden ser materiales, formales e ideológicas. El artista se ve constreñido por las necesidades materiales. Trabaja en un momento histórico concreto, con unas tendencias artísticas dominantes. Y tiene que vender su obra a alguien, a personas o instituciones que manejan ciertas ideas políticas o religiosas. Del mismo modo, el escritor de una columna trabaja para una empresa de comunicación que, además de pagarle por sus artículos, mantiene una línea de pensamiento.

    La autonomía absoluta del arte y la escritura es un ideal regulativo, un horizonte siempre a la vista pero inalcanzable. Pintar y escribir forman parte del tejido de la praxis humana. Realizar una obra de arte es una actividad que se inserta en una compleja red. Pretender desvincular las artes del resto de la sociedad situándolas en una esfera propia sin condicionamientos externos significa deshumanizarlas. Es una contradicción, algo inviable.

    El diseñador del cartel dispone de libertad creativa para elaborar su obra, pero dentro de un marco de expectativas e intereses. El escritor de columnas de opinión puede decir lo que quiera, pero sabe en qué contexto editorial y político se mueve. La creación se desarrolla en esa dialéctica de fuerzas. Lo realmente complicado es saber hasta dónde llega ese marco y cómo es de flexible. La autenticidad del intelectual se construye en esa tensión. Sin el riesgo que supone forzar el marco, no hay autenticidad ni autonomía.

    Cuando hablamos de autonomía de la creación artística y literaria estamos pensando en una autonomía relativa, no absoluta. Al aceptar el encargo, el diseñador asume ciertas obligaciones. Aunque parezca muy evidente, en primer lugar sabe que debe trabajar en un formato concreto. Un cartel no es un cuadro o una fotografía. Es una imagen con una función estética y otra comunicativa o informativa. Si el mensaje de cartel es confuso o no existe como tal, por muy buena que sea la pintura no será un buen cartel. También sabe el artista que el cartel habla de algo. Hay un contenido, ya sea religioso, deportivo o comercial, que tiene que sintonizar (al menos no entrar en contradicción) con la ideología y los intereses del que te ha contratado.

    Después de todas estas constricciones, el artista puede y debe desarrollar una obra con estilo propio, auténtica, que aporte algo nuevo y genere placer estético. Entramos en la parte innegociable. Es el momento en el que el creador pone su toque único. Es el momento de arriesgar y atreverse a caminar por el filo de la navaja. El artista sabe que se ha asomado al otro lado del marco. Y le han llamado provocador. Pero no le quedaba otra alternativa. Doblegarse ante el tópico (la costumbre o la moda) es más cómodo, sin embargo anula la autenticidad, lo verdaderamente creativo.

    El escritor de columnas de opinión también recibe un encargo. Le pagan para que hable de la actualidad y diga lo que quiera. La libertad de expresión ahí es innegociable. Pero hay un marco. Están las normas de estilo del periódico. Parecen normas de sentido común porque es el marco de la libertad de expresión en las sociedades democráticas. A partir de ahí, el escritor puede y debe mostrar un pensamiento original y auténtico. Y a veces tiene que forzar el marco, asomarse al otro lado. Entonces, es considerado un provocador. 

    Sin esta tensión dialéctica no hay verdadera creación. Los artistas y los escritores deben saber desenvolverse en ese juego de fuerzas. Para ahondar en estos temas, recomiendo el libro Autonomía y valor del arte. (Editorial Comares, 2017). Y en especial el capítulo escrito por Albert Moya Ruiz titulado “Autonomía y resistencia en el arte contemporáneo”.

martes, 9 de enero de 2024

Seres de ausencia

    
Ilustración de Domingo Martínez González 

    La conciencia de nuestras capacidades técnicas nos ha acompañado desde los orígenes del ser humano. Y también la mala conciencia, porque eso de igualarnos a los dioses nunca ha estado bien visto. Dominar las fuerzas de la naturaleza, transformar el entorno, crear objetos nuevos… En algún momento, ese horizonte empezó a asustarnos. La ambivalencia de la técnica seguro que apareció muy pronto: permitía cazar, cultivar y construir, pero a la vez era capaz de alterar, borrar y destruir. Esa capacidad técnica no solo provocó vértigo. La luz de lo nuevo también ensombrece, así que nos volvimos melancólicos.

    Pertenecer a la especie humana significa hacer frente a lo que falta y a lo que se pierde. Con los recientes avances tecnológicos esa sensación se ha intensificado. Si desviar el curso de un río generaba la nostalgia del paisaje perdido, ahora, en la era de los dispositivos digitales, añoramos las interacciones cara a cara. De esa nostalgia brotan las narraciones alrededor del fuego. De esa melancolía nace la ficción: historias que hablan de viejos héroes que habitaron las llanuras y crearon los senderos transitables. Al escuchar los cuentos, volvemos a mirar el bosque por primera vez, aunque sabemos que no hay camino de retorno.

    Nadie puede negarlo: la tecnología satisface necesidades básicas y ahorra trabajo. De ahí que los tecnófobos radicales sean una excepción. Estar en contra de toda la tecnología implica abandonar la humanidad. Otro asunto es qué tipo de humanidad queremos diseñar. Por otro lado, los tecnófilos radicales consideran que todo artefacto es bueno, de forma directa o indirecta, ya que a largo plazo todo sistema técnico genera alguna clase de bienestar.

    Los tecnófobos odian los avances técnicos porque nos alejan de la esencia del ser humano, es decir, de los verdaderos valores de la humanidad. Los artefactos van creando capas artificiales que ocultan el núcleo natural de lo humano. Existe un paraíso perdido, un mundo idealizado donde reinaban el bien, la verdad y la belleza. Ningún avance compensa esa pérdida. Es cierto que las tecnologías satisfacen muchas necesidades y producen gran bienestar. Los tecnófobos creen que solo son cambios cuantitativos, a costa de reducir cualitativamente el mundo. Así, hablamos con personas a grandes distancias y de forma instantánea, pero la comunicación se ha empobrecido. Ya no tiene nada que ver con la conversación cara a cara.

    En el otro extremo, los amantes de las nuevas tecnologías piensan que no hay nada que perder, todo son ganancias. El progreso del género humano se debe a la técnica. Reconocen que a veces los humanos utilizan mal la tecnología y que ese mal uso ha generado grandes daños. No obstante, el balance es positivo. Ponen como ejemplos las guerras. De la tecnología bélica han nacido aparatos muy útiles para la vida civil. No hay que tener miedo, dicen. No hay nada que perder. Esa esencia humana primordial, natural y buena, jamás ha existido.

    La gran mayoría se mueve entre medias de estas dos posiciones. La gente acepta las innovaciones, pero desconfía y padece cierta nostalgia. Todo el desarrollo cultural transcurre entre el ansia alegre de novedades y la tristeza por lo perdido. La innovación técnica nos lanza hacia adelante sin misericordia. Lo paradójico es que son artefactos que hemos diseñado nosotros mismos. Aun así, se presentan como fuerzas que no controlamos. Y entonces necesitamos más sistemas tecnológicos para intentar controlar a los anteriores. No acabamos de dominar el entorno.

    De vez en cuando, la mala conciencia, la nostalgia y la incertidumbre nos obligan a pensar, a echar cuentas y ver si merece la pena el camino que hemos seguido. Añoramos lo viejo porque lo nuevo acarrea problemas desconocidos. No disponemos de valores ni procedimientos para encauzar los nuevos usos y costumbres. Las leyes son la única herramienta sensata que tenemos para construir espacios de libertad. Pero las fuerzas tecnológicas desbordan todos los marcos legales tarde o temprano. Da la sensación de que frenamos unos instantes solo para ganar tiempo, para saber dónde nos encontramos. 

    Los nuevos dispositivos ya están incorporados a nuestras vidas, también al sistema educativo. Ofrecen soluciones para todo, desde buscar aparcamiento hasta pasar lista en el aula. Son dispositivos que atrapan nuestra atención. Están diseñados para que aporten información nueva en la frecuencia precisa. Ya pasó con la televisión. Una vez encendida, nos captura. Los dispositivos son el centro de nuestro campo perceptivo. Es su modo de ser en el mundo. Ante este monopolio del entorno vital, el espacio educativo ha pasado a ser un barrio periférico. Echamos en falta algo...

viernes, 22 de diciembre de 2023

Vaya valla

 


      Este es el mundo que nos prometen, una realidad al alcance de la mano. Este es el mundo que nos venden, un capricho de los humanos. No sé si se trata de materia oscura o algo semejante. Me recuerda a las imágenes del universo profundo que procesan nuestros telescopios. Quieren que compremos el universo... La realidad está en oferta, con su oscuridad y su caos. A lo mejor no es un anuncio, sino una predicción. Cuando los papeles se despegan, por las inclemencias del tiempo, brota la verdad. Y ahora nos anuncian el mundo que se nos viene encima, la catástrofe programada y consentida. 

sábado, 16 de diciembre de 2023

Los estoicos y cómo vivir mejor

    
Imagen realizada mediante técnicas de Inteligencia Artificial. (Luis Miguel MOGA)

    La filosofía de los estoicos se ha puesto de moda en los últimos años. Han aparecido varias publicaciones, dirigidas al gran público y con gran éxito de ventas. Una de ellas es Cómo ser una estoico (Ariel, 2018), de Massimo Pigliucci. El autor nos propone “utilizar la filosofía antigua para vivir una vida moderna”. En 2016 Ryan Holiday y Stephen Hanselman publicaron Diario para Estoicos: 366 reflexiones sobre la sabiduría, la perseverancia y el arte de vivir (Reverté-Management, 2020). El emperador y filósofo Marco Aurelio se ha convertido en un fenómeno editorial. No dejan de salir obras que aplican sus meditaciones a los problemas vitales del presente. En enero aparecerá un libro de Donald Robertson titulado Piensa como un emperador romano: Gobierna tus emociones y encuentra la tranquilidad en el caos (Temas de hoy). No son libros teóricos o académicos, sino obras de carácter práctico, textos que prometen ayudarnos a vivir mejor.

    Es difícil determinar las causas de este interés. Se puede resolver el asunto diciendo que es una mera moda editorial, un invento de la industria del libro. Pero hay quien sostiene, sin embargo, que vivimos una época similar a la del mundo helenístico y romano, con unas circunstancias sociales parecidas. Y que las inquietudes existenciales que padecemos ahora son del mismo tipo, a pesar de la distancia temporal. Ante la incertidumbre y la ansiedad, los estoicos nos ofrecen un camino para alcanzar la tranquilidad del alma. Zenón, Cleantes, Epicteto, Séneca o Marco Aurelio son útiles hoy porque reflexionan sobre el arte de vivir y la búsqueda de la felicidad. Cuando todo se diluye, no hay mayor atractivo que pensar en el Uno, en el Todo. Vivir de acuerdo con la naturaleza significa encajar en esa realidad global y racional. Todo lo que sucede tiene una causa. Nos conviene comprender esas cadenas causales para no sufrir en exceso. Hay que saber adaptarse a las leyes que gobiernan el cosmos.

    En muchos manuales aparecen como deterministas, como filósofos que niegan la libertada humana. El asunto es más complejo, porque para obrar conforme a la naturaleza es necesario admitir que cabe la posibilidad de decidir entre varias opciones. Deliberamos para tomar la mejor decisión y alcanzar la virtud. Se trata de ser consciente de que no somos completamente libres. Y que ir en contra de los mecanismos del cosmos no solo carece de sentido, sino que además nos genera intranquilidad del alma.

    Insisten en que controlemos los impulsos y las pasiones, lo que nos mueve a actuar en la vida. La meditación del estoico quiere aclarar la relación existente entre la parte racional del alma y aquello que se nos escapa. Debemos saber querer y elegir. El sabio estoico reflexiona para profundizar en el autodominio, mantenerse imperturbable ante lo que ocurre por necesidad y saber adaptarse a las circunstancias…

    Ser estoico significa ser consciente de las limitaciones que nos rodean. Y sobre eso sabemos más que nunca. No podemos ir más allá de las leyes de la naturaleza. No podemos ir más allá de nosotros mismos. Obrar conforme a la naturaleza significa conocer nuestra condición humana, física y social. Pertenecemos al todo. Y ese todo tiene un orden. Los que no saben reconocerlo sufren.

    El consumismo es hoy una de las causas de infelicidad. La insatisfacción programada acaba con cualquiera. Los estoicos nos ayudan a pensar en nuestros deseos. No es nada nuevo. Desear es sufrir. Los que desean en exceso acaban mal. Hay que saber desear, que no es poco... Y para eso tenemos la razón, el logos. Vivir conforme a la naturaleza no significa ser un salvaje o algo parecido. Significa ser coherente con nuestra naturaleza racional y social. Todo lo que lleve a la desmesura y nos aleje de la virtud es irracional. Aconsejan ser austeros y mantener cierta distancia con todo… La indiferencia del estoico es una forma de adaptación teórica y práctica.

    Solo el desarrollo de las virtudes y la deliberación racional pueden acercarnos a la tranquilidad del alma. Hay que evitar los impulsos excesivos, las pasiones. Al deliberar, valoramos qué sabemos del mundo y cómo nos afecta. En el mundo acelerado de hoy queda poco espacio para la deliberación… El lector que desee profundizar en el estoicismo puede acudir al libro Éticas estoicas, de José María Zamora Calvo, publicado por la editorial Tecnos. Es una recopilación de las tres exposiciones tradicionales de las éticas estoicas realizadas por Ario Dídimo, Hierocles y Diógenes Laercio. Estamos ante una cuidada edición con un excelente estudio preliminar.

martes, 14 de noviembre de 2023

Educación y paz

 

Dibujo de Domingo Martínez González

    Las guerras muestran la dimensión más irracional del ser humano. Son síntomas del fracaso de la civilización: utilizamos todo el potencial de la ciencia y la tecnología para arrasar ciudades. Las declaraciones de derechos humanos y los acuerdos internacionales no sirven para evitar los bombardeos sobre la población civil... El sistema educativo debería representar un papel central a la hora de construir un mundo en paz. Me imagino que en todas las aulas del mundo los docentes intentan fomentar el diálogo y enseñar los valores éticos que regulan una sociedad democrática moderna. Nadie pone en cuestión los derechos fundamentales, el sufragio universal y la separación de poderes. Estos elementos están en todas las constituciones que tienen como objetivo configurar una sociedad con libertad, igualdad y fraternidad.

    Llevamos ya muchas décadas enseñando esos valores. Sin embargo, la realidad social y política nos sorprende cada día con imágenes terribles de conflictos violentos de todo tipo. No da la impresión de que hayamos avanzado mucho en la capacidad de resolver de manera pacífica esos problemas tan graves de convivencia.

    Ahora todos los ciudadanos pasan por el sistema educativo. De hecho, hay más universitarios y científicos que nunca. Las personas que forman parte de los parlamentos y de las instituciones de gobierno, nacionales e internacionales, han salido de esas aulas. Hablamos, claro, de los países democráticos. Esas personas son las que tienen que negociar, las que tienen que elaborar buenas leyes, las que deben crear espacios de cooperación internacional… Pues bien, parece que en alguna parte del proceso todo se tuerce y se vuelve muy complicado.

    No es extraño que surjan dudas, primero sobre la naturaleza humana y luego sobre la eficacia de la educación para la paz. Los más pesimistas resuelven pronto el problema: somos seres violentos. La convivencia sería una excepción. Los seres humanos somos, según esta versión, egoístas y despiadados. Solo buscamos el beneficio propio a toda costa: las riquezas y el poder. Los acuerdos solo son un medio, algo meramente contingente, para alcanzar lo que perseguimos. Las guerras y los actos violentos, dice esta teoría, son parte esencial del ser humano.

    Los optimistas no aprueban esta visión tan negativa de la humanidad. Hay algo en la naturaleza humana que conduce a la vida en sociedad y la convivencia pacífica: la razón, el logos que todos compartimos. Desde los orígenes de la Filosofía, se ha sostenido que lo propio del ser humano es el uso de la razón. El alma racional nos permite conocer la estructura matemática del mundo, el orden del universo, la armonía del cosmos. A su vez, gracias a esa parte racional somos capaces de comprender al otro y llegar a acuerdos mediante el diálogo. No importa el estatus o la nacionalidad del otro, siempre tenemos en común ese logos. Las explicaciones más modernas dicen que el uso de la razón es fruto de la selección natural. La capacidad lingüística y la inteligencia social han permitido sobrevivir mejor a los grupos humanos a lo largo de la evolución. En la lucha por la supervivencia, el logos ha favorecido la cooperación entre individuos para satisfacer las necesidades básicas. 

     Respecto a la educación para la paz, hay que recordar lo que se viene haciendo. La paz no es un valor aislado. En educación trabajamos con una red de valores: igualdad, libertad, tolerancia, dignidad, amistad, etc. Las prácticas educativas abordan las técnicas racionales de solución de conflictos cercanos. Aunque hablemos de hechos históricos relevantes y de personajes que han destacado en la lucha por la paz, nunca se pierde de vista la convivencia diaria. En el aula se enseña a negociar y debatir. Puede ser en las sesiones de tutoría o en materias especificas, como Oratoria y Filosofía. Enseñamos a detectar todos los tipos de violencia, no solo la física. Analizamos ejemplos y reflexionamos sobre cómo prevenirla, mejorando las habilidades sociales… Pero parece existir una brecha entre lo que enseñamos en el aula y lo que ocurre en la vida diaria de los ciudadanos y de nuestros representantes.

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Makelele

    


    Lo que más le gustaba era correr. Se obsesionaba con una dirección. Buscaba los agujeros, los recovecos, la protección, como todo bicho viviente... A veces emitía algún sonido: nunca supimos su significado exacto. Le encantaban los tejidos, todo aquello que le sirviese de cobijo. Y las avellanas, cómo no, pero sin cáscara. Lo metía todo en los abazones, esas bolsas que a muchos nos gustaría tener cuando vamos de bufet... Makelele ha viajado, toda la Ruta de la Plata, y en varias ocasiones. De vez en cuando, se ponía sobre las patas traseras, olía el horizonte moviendo los bigotes y girando la cabeza de izquierda a derecha: observaba su universo, el nuestro, el de la finitud. Y roía, claro que sí. Un día lo dejé corretear por la cama, mientras le cambiábamos sus sábanas... Se metió detrás de mi cabeza y guardó un silencio inquietante. Cuando me di cuenta había hecho un boquete en el cojín, para ver lo que había o para entretenerse, quién sabe con estos bichos. Lo trajo Ariadna. Nos ha acompañado durante un tiempo. Dice Ariadna que vaya mes llevamos. Es cierto, al menos de Makelele casi podemos hablar: las palabras parecen fluir.


lunes, 30 de octubre de 2023

Las ciudades invisibles, fuera de la ley

     
Ilustración de Rafa Iglesias, Ediciones de Ruina

    Fue el filósofo Javier Echeverría quien situó en el tercer entorno las emergentes telépolis de finales de los años noventa. El ser humano, como ser vivo que es, surge en un primer entorno físico y biológico. El segundo entorno es la ciudad, expresión máxima de la vida social y cultural. Con la llegada de las tecnologías de la información y la comunicación habitamos la burbuja digital, telépolis. Es la vida a distancia, el enjambre de los datos.

    En el primer entorno nos gobernamos con las leyes de la física, de la química y la biología. En el segundo tenemos la vida urbana, las constituciones, los códigos civiles y penales, incluso acuerdos internacionales. No queda claro qué leyes regulan el tercer entorno. A lo mejor las telépolis, el mundo de las pantallas, transcurren al margen de las fronteras físicas, fuera de la ley.

    En el mundo de la realidad virtual todo es posible. O eso nos han hecho pensar los señores digitales, los amos de los servidores y plataformas. También lo avanzó Javier Echeverría. Los reinos del comercio electrónico funcionan como un sistema feudal del ciberespacio. Las plataformas ocupan terrenos, espacio digital. Unas se solapan con otras. Hay conflictos económicos y legales. Y cuesta crear un marco común de normas.

    Esta ciudad invisible no ha sido narrada por Italo Calvino. Tampoco la ha descubierto un explorador de rutas imposibles. Es la ciudad de las pantallas. Se nos olvida que todo transcurre en una superficie plana, eso sí, medida en pulgadas. Es el océano de nuestra infinita navegación. Por poco tiempo. Pronto vendrá la escafandra digital, para sumergirnos en mundos de tres dimensiones a fuerza de atarnos más a los dispositivos.

    En el tercer entorno la felicidad siempre está a la vista. No puede ser de otra manera si con cada clic te ofrecen el infinito. Y uno se acuerda de las aporías de Zenón. Nadie alcanza nada. Es imposible. En el espacio de las promesas digitales lo importante es seguir deseando avanzar. Lo podemos tener todo. De ahí que el movimiento, motor de la atención, no cese y nos arrastre. En el mundo de la navegación perpetua, el movimiento es la apariencia más potente.

    Que la escafandra no nos engañe… Siempre seremos cazadores recolectores sentados delante de un dispositivo. Y tendremos que luchar, todavía, contra las leyes del primer entorno, las que nos recuerdan que hay que mover las piernas, estirar todas las extremidades, levantar la cabeza, mirar hacia el horizonte y reparar nuestros ojos. Se nos olvida que toda esta maquinaria consume energía. Las pantallas y los procesadores requieren materias primas y mano de obra. La escafandra digital nos aleja de la naturaleza esquilmada y de las relaciones de producción injustas.

    Que los megas no nos distraigan… Los servidores ocupan espacios físicos y legales. Nuestras acciones siguen transcurriendo en ámbitos urbanos. La navegación digital no nos exime de las responsabilidades éticas y políticas que toda convivencia conlleva. A los señores digitales solo les interesa que seamos muy felices y brindemos todos los días frente a las pantallas. Cada clic es una celebración. Cada clic es un acto de consentimiento. 

    Hay algo que está presente en los tres entornos. Ese algo los humaniza. Es el tiempo. Si regalamos nuestro tiempo, nos abandonamos. Si somos el proyecto de un dispositivo, no somos ya nada. Delante de las pantallas hay muchas formas de perder el tiempo. Y de ganarlo. Cuando navegamos como pollo sin cabeza, lo perdemos. Cuando construimos creativamente, lo ganamos. Los dispositivos del control de atención evitan que seamos conscientes de esta transacción existencial. Todo aparece en el mismo plano. La aceleración de los flujos de información parece inevitable, pero no es así. Seguimos siendo responsables de nuestro tiempo.

sábado, 14 de octubre de 2023

Sin entrar al trapo

Foto de RTVE.
        Si algo hemos aprendido de los siglos pasados es que la violencia siempre genera más violencia. Y que justificar una guerra solo conduce a un espiral interminable de “guerras justas”. El pacifismo es la única solución. Negarse a coger las armas, negarse a matar a otras personas, negarse a destruir casas, negarse a torturar… Y apostar solo por la palabra, por el diálogo, la educación y el intercambio tolerante de ideas.

    Entrar al trapo y responder con más violencia es irracional, desde el punto de vista ético, histórico y político. Es lo que debemos enseñar en las aulas. La respuesta visceral del momento no sirve para nada, aunque la agresión sea terrible y muy cercana. El pacifismo ha de mostrarse como la única vía, como la más racional y sensata a largo plazo. Hay muchas materias del currículum que pueden ayudarnos en esa tarea. Por eso necesitamos conocer los procesos históricos y la evolución de los diferentes sistemas de pensamiento.

    Al fanatismo solo se puede responder con la razón y el diálogo. No hay guerras justas, por fin nos hemos dado cuenta. Todas las partes del conflicto son capaces de aducir razones históricas para cimentar las masacres que cometen. Lo mismo ocurre con cualquier tipo de acción terrorista. Ningún grupo político debe usar la violencia. Recuerden que todas las revoluciones que utilizaron la violencia para alcanzar el poder tienen que seguir utilizándola para mantenerlo.

    Claro que hay que analizar las causas de los conflictos y estudiar los intereses de todos los participantes. También debemos entender el hilo histórico que ha conducido a una cierta situación. Y, cómo no, es nuestra obligación abordar y rechazar todos los tipos de violencia: las desigualdades extremas, la explotación y cualquier tipo de dominación y opresión. Localizar las causas de toda violencia nos ayuda a erradicarla y prevenirla. Pero en ningún momento puede servirnos para justificarla desde el punto de vista ético. 

     El camino de la paz es muy largo. Se requiere paciencia, autoconocimiento y prudencia. La resistencia no violenta ha logrado transformar muchas sociedades. Tirar la toalla y responder con la misma moneda ya sabemos adónde conduce. Existe un criterio ético sencillo que nos puede guiar: cualquier acción que destruya personas debe ser evitada. El pacifismo es una respuesta cívica, de los ciudadanos. De abajo hacia arriba. No se trata de una utopía. Todo lo contrario. Significa ser realista. Porque la realidad histórica ya nos ha mostrado de todas las formas posibles que la violencia no soluciona nada.

miércoles, 11 de octubre de 2023

La lectura y sus misterios

      

Ilustración de Domingo Martínez González


    La lectura de un libro siempre oculta un secreto que no podemos revelar. No importa de qué género se trate, desde la poesía hasta el ensayo académico. Detrás de toda lectura hay un misterio, “algo arcano, recóndito, que no se puede comprender o explicar”. Aunque queramos contarlo nos resulta imposible. Hay algo a lo que no podemos acceder, parece estar cerrado para la completa explicación. Desde una actitud escéptica, es muy sano reconocer los límites de nuestro conocimiento.

    Todos sabemos lo difícil que es explicar a alguien por qué te apasiona un libro. Después de acudir a adjetivos elogiosos de todo tipo, a comparaciones con otras obras, a conceptos y clasificaciones literarias, terminamos diciendo “léelo y verás”. Decir que nos gusta el estilo no aclara mucho. Sabemos que tiene que ver más con la forma que con el contenido, pero no logramos concretar nada. El estilo es una especie de aroma. Recomendar libros es una de las tareas más arriesgadas que existen.

    Los que nos dedicamos a la educación no dejamos de dar vueltas siempre al mismo asunto, cómo enseñar a leer y cómo fomentar el hábito de la lectura. Hay polémica sobre si hay que leer primero a los clásicos o no, sobre si hay que obligar a leer o no, sobre si hay que hacer exámenes sobre lecturas o no… No hay acuerdo porque ninguna de las opciones ha demostrado ser mejor que la contraria. Se ha intentado una vía intermedia, que asuma lo mejor de todos los argumentos, pero no es nada fácil. Que se lean algunos autores clásicos y algunos actuales, que se evalúe de forma creativa, que sea posible la elección de lecturas atendiendo a los intereses de cada persona…

    Al intentar convencer a los demás de la utilidad de la lectura, vuelve a asomar el misterio. La lectura está más allá de lo útil. No puede ser atrapada con esa categoría. Si por lectura entendemos descifrar un prospecto, entender una escritura de compra-venta o seguir las instrucciones para montar un mueble… Si nos preguntan qué estás leyendo, no decimos “ahora mismo, las cláusulas de mi hipoteca”. Cuando hablamos de libros, el concepto de lectura es mucho más amplio. La lectura tiene algo que se nos escapa y a la vez nos atrapa. Ese algo es un misterio. Y debe serlo.

    Como dice el filósofo Hartmut Rosa, en las sociedades modernas industriales queremos que todo esté disponible, que todo esté a nuestro alcance con la técnica. Este afán de control absoluto, de manipulación para obtener rendimientos, nos conduce al aburrimiento, la ansiedad o la depresión. La lectura de un libro no es un fenómeno que podamos controlar técnicamente. Solo la mecánica de leer es codificable: letras, sílabas, palabras, frases. Pero la comprensión placentera es un fenómeno indisponible. Según Hartmut Rosa, es un ejemplo de resonancia.

    La lectura requiere el momento oportuno, nunca predecible. Algunos de los mejores libros que he leído tuve que abandonarlos al principio. No me enganchaban. Pero retomé su lectura más adelante, sin saber por qué, de casualidad. Y lo que descubrí fue increíble. Ese momento, el kairós de los griegos, hace posible la resonancia, un diálogo con el mundo, abierto, de escucha, un tiempo de mutuo reconocimiento. Nunca sabremos por qué retomamos aquella lectura. Quizás había algo que se nos quedó clavado, una espina o simiente, quién sabe… 
    
    Si pudiésemos comunicar todo esto y elaborar una receta o un algoritmo, nos aburriría, nos cansaría, dice Hartmut. A los lectores de verdad les encanta descubrir por sí mismos estas cosas. No hay nada más íntimo que la lectura. Pero las aguas de la felicidad rebosan cualquier recipiente. Y queremos contarlo, para que otros conozcan ese placer estético. Entonces descubrimos que no hay método y que los educadores siempre caminamos por senderos borrosos.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Las virtudes de los nacionalismos

    

    Da la sensación de que solo los nacionalistas convencidos y militantes hablan bien del nacionalismo. Desde fuera, todo son defectos, tanto éticos como políticos. El nacionalismo se presenta como una amenaza, una caja de Pandora difícil de controlar. La experiencia histórica aporta muchos ejemplos de imperialismo, xenofobia y exclusiones sociales. Incluso en nuestra democracia, los nacionalistas separatistas son vistos como gente interesada, sin escrúpulos, sin una idea del bien común, ni de la solidaridad ni de la igualdad.

    Para comprender las virtudes de los nacionalismos, es preciso realizar algunas aclaraciones. A la hora de definir una nación existen dos caminos, el étnico y el participativo o voluntarista. Nunca se dan en estado puro, pero dependiendo del énfasis que se ponga en cada uno de ellos obtendremos diferentes formas de entender el nacionalismo. Desde la perspectiva étnica, una nación se configura a través de su lengua, su religión, sus costumbres, es decir, su tradición cultural. Desde el enfoque participativo, lo importante es formar parte de un colectivo que desea darse unas normas para gestionar su funcionamiento.

    Hay otra distinción que nos interesa. No es lo mismo el nacionalismo conservador que el reivindicativo. Aquí no hablamos de derecha e izquierda. Con nacionalismo conservador me refiero al movimiento político que pretende conservar un Estado-nación ya consolidado. Mientras que el reivindicativo reclama el derecho a construir un Estado-nación que todavía no existe. Es evidente que se trata de un proceso histórico concreto: los que fueron reivindicativos pueden luego volverse muy conservadores…

    Una de las virtudes del enfoque étnico es que el nacionalismo es capaz de generar identidad. El sujeto político arraiga en una tradición, no es algo vacío. Ser andaluz o catalán no es algo abstracto, meramente legal o formal, sino el resultado de un proceso histórico. Una lengua, unas costumbres y una historia común definen al francés, al castellano, al vasco, al español… La identidad no implica únicamente un sentimiento, una forma de percibirse como individuo y como colectivo. También conlleva una preocupación por el bien común de la nación. Sin la identidad que aporta el nacionalismo, las responsabilidades políticas se debilitan. Los pensadores comunitaristas insisten en que un mero contrato social formal no sirve para mover al ciudadano a actuar. La identidad nacional activa la solidaridad interna.

    Los nacionalistas del enfoque participativo y voluntarista creen que la identidad lingüística e histórica es un aspecto secundario. La gran virtud del nacionalismo reside en la autodeterminación ética y política: darse normas a uno mismo, tanto en lo individual como en lo colectivo. Este enfoque conecta el nacionalismo con la democracia participativa y la descentralización del poder. La independencia de un país se concreta en la ausencia de esclavitud política. No solo se busca el beneficio económico… Una de las críticas más persistentes a los nacionalismos es que solo desean aumentar las rentas, controlar todos sus recursos y abandonar los vínculos solidarios con entidades políticas más amplias.

    Otra de las críticas que suelen sufrir los nacionalismos es la que habla de los sujetos políticos y los derechos. Desde el punto de vista liberal, solo los ciudadanos tienen derechos. Las naciones no son sujetos políticos. El derecho a la autodeterminación de los pueblos no estaría dentro de los verdaderos derechos fundamentales. Así que exigir ese derecho no deja de ser una falacia o una ficción. Los nacionalistas se defienden mostrando que un pueblo sin Estado, sin soberanía real, ya no contiene ciudadanos, sino meros súbitos o esclavos. Con la creación de un Estado-nación se logra más libertad para cada ciudadano. La independencia de un pueblo es siempre un progreso para la humanidad…

    Los conflictos y dificultades a la hora de definir una nación concreta son evidentes. A veces la terminología es confusa. Se habla, por ejemplo, de nacionalidades históricas, de naciones, de pueblos… Se trata de encajes de bolillos para compartir la soberanía. Lo mismo ocurre con los tipos de Estado: autonómico, federal, confederal… Estas dificultades han desembocado en muchas ocasiones en conflictos civiles violentos. Sin embargo, han existido procesos de unificación nacional o movimientos de independencia que todavía son celebrados en todas las partes del mundo. Desde un punto de vista ético, el modelo participativo quizás sea el más racional y el que más virtudes posee. La autodeterminación política sirve para crear sociedades más libres. En el siglo XXI el nacionalismo debería desarrollarse siempre dentro de las coordenadas del federalismo y el respeto de los derechos fundamentales. Se puede alcanzar un alto grado de autodeterminación compartiendo soberanía. Y en ningún momento la nación puede estar por encima de los derechos básicos.

sábado, 9 de septiembre de 2023

Aviso a navegantes

    

    Nos atrae la vida del navegante, allá en alta mar y con un horizonte difuso, plomizo: vivir en el exiguo espacio del barco, pero con un tiempo infinito. Las estrellas o los radares han servido de guía a los marineros. Eran capaces de extraviarse en el inmenso espacio del océano, el laberinto de espuma, sin perder el tiempo. Hoy los internautas estamos siempre localizados, con el itinerario exacto a nuestro alcance. Dominamos los espacios, pero hemos perdido el tiempo. O lo hemos regalado. Nuestro navegar es arrogante, ajeno al sentido común y la mesura, por eso ha enfadado a los dioses. ¡Regalamos la esencia del ser! El sistema de dispositivos se nutre de nuestra voluntad, de nuestros deseos, de nuestra libertad. Lo hemos querido nosotros. La estructura de los dispositivos no se impone, no es coercitiva, sino seductora, como las sirenas. ¡Que nos tapen los ojos y los oídos para no sucumbir a nuestros ingobernables deseos! Y no hay tiempo.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Vidas paralelas

 
 
  
    Hay mucha gente de la que no sabemos nada, ni lo sabremos. Desconocemos sus deseos y sus ideas, sus razonamientos y sus temores. Viven al margen de la red universal. Y a lo mejor son felices, quién sabe. Son los habitantes de una ciudad invisible, una ciudad de Italo Calvino o de Bioy Casares. En esa ciudad no hay pantallas ni aplicaciones que faciliten la vida. No sabemos cómo viven esos seres, qué comen o de qué se ríen. Es un mundo opaco. Si sabes leer las huellas del asfalto, verás algún indicio de esa ciudad invisible. Deja a un lado tus dispositivos y mira al frente. De pronto, descubrirás un horizonte que hierve solo para ti. En la ciudad invisible el espacio y el tiempo se captan con todos los sentidos. Forman una entidad densa, a veces líquida. Sus habitantes perciben la quietud pura. Para ellos desear es lo mismo que oler o mirar. Las ciudades invisibles se superponen. Son formas de existir, de estar en el mundo. Los dispositivos de control no las detectan. No son gente de datos ni de redes. Algunos hablan mucho, otros nada. Conviven con los silencios. Son silencio.

viernes, 25 de agosto de 2023

Malos humos

    


    Quién iba a decirnos que en pleno siglo XXI volveríamos a comunicarnos otra vez con señales de humo... No se trata de una visión religiosa sobre la Tierra y sus poderes mentales. Nada de eso. Nosotros solos somos los emisores y receptores. Pero nos hacemos los suecos, miramos para otro lado. Para eso nos sirve el mapa político, para quedarnos tan tranquilos porque el humo viene de otra región, de otra provincia, de otra localidad... La globalización funciona muy bien para extender mercados y vender formas de vida. En el ámbito ético tendemos a reducir el horizonte a nuestro ombligo. Lo increíble es que no sepamos descifrar los mensajes que nosotros mismos nos enviamos. No hace falta ser expertos en lenguas muertas o en cibernética. Todos entendemos el lenguaje del humo.

viernes, 4 de agosto de 2023

Tasa cívica o compromiso ético


    Uno de los enigmas más complejos de las ciencias sociales es comprender por qué nos comportamos de forma tan diferente cuando cambiamos de contexto. Vemos a turistas desmadrados, grupos de despedida de soltero con disfraces horribles, gente arrasando espacios sin más ley que la suya... Y luego resulta que la mayoría de esas personas son gente civilizada en sus lugares habituales de residencia y en sus puestos de trabajo. Hay más ejemplos, claro. Pensemos en los hinchas desbocados de un partido de fútbol.

    Aunque somos las mismas personas, en cada contexto desarrollamos un rol diferente. Actuamos según lo que el grupo espera de nosotros. Esta explicación puede ser útil para el sociólogo, pero no nos sirve en el campo de la ética. La responsabilidad cívica no debería desaparecer, porque, por mucho que cambie el contexto, seguimos siendo sujetos racionales y ciudadanos.

    “No hagas aquello que ni se te pasaría por la imaginación si estuvieses en tu casa”. Con esta máxima bastaría para contener las ansias de jolgorio irracional, agresivo y bárbaro. Con el término “casa” me refiero a nuestro nicho cívico diario, desde el salón hasta el barrio o la empresa. Ahí no saltaríamos por la terraza, no gritaríamos como salvajes, no ensuciaríamos el suelo, no empujaríamos al vecino…

    Para aplicar esta regla tenemos que ir en muchas ocasiones a contracorriente. El grupo ejerce mucha presión. Y es más cómodo dejarse llevar por lo que todo el mundo hace. Pero no queda otro remedio, si queremos crear espacios de convivencia sanos y alegres para todos. La otra vía ya la conocemos: la sanción económica, directa o indirecta.

    Los ayuntamientos pueden endurecer ciertas normas a la hora de utilizar espacios públicos. Lo mismo ocurre con los espacios privados, como hoteles y restaurantes. Imaginen que nada más llegar a un hotel pagamos una tasa cívica al registrarnos, para cubrir posibles gastos de reparación de mobiliario público o privado. Pagarían justos por pecadores, evidentemente. Hay muchas formas de sancionar que a todos se nos ocurren. Pero todas ellas requieren un esfuerzo y unos gastos irracionales desde el punto de vista ético.

    Hay otras medidas complementarias que podrían ser también eficaces. Una de ellas es poner en cuestión el rol asumido nada más recalar en el lugar de ocio. Cuando llegas a una ciudad, ya tienes las mismas obligaciones que un ciudadano del lugar. Habría que firmar un compromiso con las normas básicas de convivencia. Y se firmaría delante de varios vecinos, cara a cara. Con ese sencillo acto protocolario el turista saldría de su burbuja temporal y vería todo de otra manera.

    La masificación de los centros turísticos presenta grandes problemas. La solución no puede ser solo cuantitativa. Las ciudades pueden asumir grandes cantidades de viajeros. Para no tener que limitar el número de una forma drástica, necesitamos promover un turismo de calidad cívica. Y eso hay que premiarlo. Aquellos turistas que contribuyen al bienestar de los vecinos del lugar deberían recibir algún tipo de reconocimiento. Recuerden que en el fútbol base andaluz, por poner un ejemplo, hay tarjetas verdes para premiar la deportividad...

domingo, 16 de julio de 2023

Las grietas

  

 Las grietas, por muy pequeñas que sean, siempre son grietas. Todos los sistemas de control tienen grietas, aunque sus gestores lo ignoren. En ellas brotan las malas hierbas. Por ellas se cuelan los bichos, incluso los roedores. Los gestores suelen menospreciar esos signos vitales. Creen que su aliento de asfalto paralizará cualquier forma de vida. Se olvidan de las grietas. Todos los dispositivos de control tarde o temprano son invadidos por las malas hierbas. Y los roedores, al comer sus cables, bloquean el sistema. Creen los gestores que su asfalto es eterno. Todos los gestores son teólogos, aunque lo ignoran. La violenta metafísica del asfalto sirve de cimiento para el edificio del poder absoluto. Hay muchas variedades de asfalto: analógico y digital, visible e invisible, nítido y difuso, concentrado y distribuido, duro y blando, claro y oscuro. Muchas variedades, pero todas con grietas. A veces el asfalto se extiende sobre el escenario, sobre el libro, sobre el lienzo, sobre las esculturas... El gestor trabaja de forma tosca, como el zarpazo de un oso contra la tramoya; o de forma sutil, como la brisa que brota de las amenas pantallas. 

miércoles, 14 de junio de 2023

Dylan en Sevilla

   

     Sabes que vas a ver a Bob Dylan, pero no sabes por dónde va a salir. Bueno, sabes que no habrá nada de los 60, 70, 80, 90... Y si lo hay, no lo reconocerás. Es increíble, vas a escuchar a alguien que lleva todas esas décadas publicando discos. ¡Sería tan fácil montar un concierto de grandes éxitos! Pero no, Bob Dylan siempre es otra cosa, siempre va unos pasos por delante de ti. Cuando te has acostumbrado a la música folk, sin cables, llega Dylan y te enchufa a otra dimensión. Algunos querrán cortar los cables y le llamarán traidor. Cuando esperas la opinión política del trovador de la resistencia, llega Dylan y te dice que él solo canta, nada más. Los que asisten a su conciertos en las últimas décadas ya casi lo han comprendido. Reconocen que el de Minnesota solo sabe crear, ya sea blues o rock. Y crear es una asunto muy serio. En Sevilla le aplaudieron porque tocó la armónica. Me imagino lo que pasó por su cabeza en ese momento... Se rodeó de músicos excelentes, pegados a su piano, como si quisieran ser solo un músico. Pero eso es imposible, Dylan siempre está más allá del público y de sus músicos. Experimenta delante de ti para que sepas qué significa ser músico. Y él lo es. Miren la gira que tiene preparada en junio, con 82 años. En Sevilla había de todo. Sé que hubo alumnos míos, de 17 años, chavales que aman la música y tocan en un grupo. Dylan prohibió los móviles. Y fue un acierto. ¡Cuánta gente escuchando y nada más! 

martes, 13 de junio de 2023

Jugar con la abstención

    
 LUIS MIGUEL ‘MOGA’
    Cuando repasamos los datos de la abstención en las últimas elecciones municipales y autonómicas, un escalofrío ético nos recorre todo el cuerpo. No es el punto débil de nuestras democracias representativas, sino el fuerte. El sistema está diseñado para que funcione en cualquier circunstancia, voten los que voten. Da la impresión, incluso, de que el mecanismo funciona mejor si votamos pocos. No veo mucha preocupación entre los gobernantes. Tampoco en la oposición. Parece que da igual, que no es algo esencial para la vida democrática de una sociedad.

    La representación política ha acarreado muchas críticas por parte de los demócratas radicales. Elegir a alguien para que hable por ti no tiene nada de democrático. Supone delegar un derecho o eludir una responsabilidad. La democracia debe ser directa, sin intermediarios. Si no es así, no merece ese nombre.

    Al elegir un representante, asumimos una separación, una brecha ética y política. Se crea un vínculo discontinuo. Una vez elegido, el diputado posee autonomía, vida propia… Eso no significa que carezca de obligaciones y responsabilidades éticas. Además de cumplir las leyes, debe argumentar y justificar sus decisiones. Aunque ya sabemos, lo de dar razones no siempre se cumple, ni se exige.

    En la mayoría de los casos, predominan las justificaciones técnicas, como si fuesen más objetivas y fáciles de comunicar. Entonces se corre el riesgo de convertir a nuestros diputados y concejales en meros gestores, en técnicos de la política. Si la argumentación ética y política permanece en un segundo plano, la esfera de lo común y de los asuntos de la polis se queda en nada.

    Los partidos se han convertido en maquinarias para alcanzar el poder. Ya no lo ocultan. Los representantes son engranajes de ese mecanismo. Los puestos en las listas, eso es lo que importa. Las propuestas programáticas son un adorno, un medio más. Cualquier ideal de participación ciudadana se convierte en un obstáculo, un palo que atasca el gran mecanismo. Los partidos no están dispuestos a perder el control. Así que harán todo lo posible por desactivar la participación ciudadana, ese sueño de gente poco práctica…

    La democracia participativa aparece como una utopía, un ideal inalcanzable. Parece que solo hay argumentos en contra. Somos muchos, demasiados. Tenemos un problema de espacio. No hay suficientes instalaciones comunes para realizar asambleas. Y hay poco tiempo. Los horarios laborales y los tiempos de ocio-consumo no dejan minutos para deliberar y participar en asambleas. La democracia telemática, aunque solucionaría alguno de estos inconvenientes, no es posible. Hay muchas carencias de seguridad. Por lo visto, la informática avanza en todos los campos menos en el de la democracia directa.

    Por otro lado, nos dicen, basta con ver la reacción de los ciudadanos ante la posibilidad de ser miembros de una mesa electoral para comprobar la absoluta falta de interés y compromiso democrático. Claro, responden los demócratas radicales, a nadie le interesa ir sólo a contar papeletas, pedir la identificación y tachar nombres en una lista.

    Los críticos de la democracia participativa también aseguran que no estamos preparados para tomar decisiones en asambleas y deliberar sobre los asuntos comunes. Lógico, responden los demócratas, es el fruto de la infantilización programada de esta sociedad de consumo. Nos habéis convertido en inútiles, seres pasivos y superficiales. Es lo que interesa a las maquinarias electorales.

    A lo mejor es posible avanzar en la democracia, creando un sistema mixto, progresivo, con asambleas deliberativas para temas concretos, en los barrios de las ciudades, con capacidad legislativa y ejecutiva. A lo mejor alguien se lleva una sorpresa: la gente va, aprende, decide y elige por turnos a representantes no profesionales.

    Sin embargo, siguen jugando con nuestra abstención. De hecho es una forma de participar, de crítica y resistencia, dicen otros. No votar es una manera de rebelarnos contra el sistema... Pero si todo queda solo en no votar, nuestra acción fortalece la maquinaria.

viernes, 9 de junio de 2023

Elecciones artificiales (IX)

    


    No me han dado mesa todavía. Y eso que llamé para reservar. Me han dicho que hay muchas solicitudes. Así que han tenido que hacer un sorteo. Los que han salido peor parados son los que tenían contratado un viaje desde mayo. Todo no puede ser. O mesa o viaje. Vivimos en una sociedad de niños mimados. Lo queremos todo. Si me dan a elegir, me quedo con la mesa. El menú es variado: hay entrantes, platos principales y postres. Todo de calidad. Lo de viajar es un engorro: horas y horas perdidas en los aeropuertos, en las estaciones de trenes y en los atascos de las carreteras. Espero que me toque mesa, al lado de la ventana, para ver el mundo mientras mastico sus frutos. En qué estarían pensando los que contrataron un viaje en mayo... Capaces de irse a Corea del Norte o Irán, donde el menú raras veces cambia. Espero que me den mesa, para comer un poco de todo, o nada. Aunque, la verdad sea dicha, a mí todos los platos me saben igual. Echan lo mismo a todos, azúcar, para que nos sepa muy bueno lo que comemos. Es algo adictivo. Un menú variado, sí, pero que sabe igual pidas lo que pidas. No estaría mal que nos consultasen a los comensales, o que nos dejasen cocinar un rato. Deberían cuidar un poco más el menú y su proceso de elaboración. 

sábado, 3 de junio de 2023

Elecciones artificiales (VIII)

    

    Ahora vienen las prisas por sumar. Y se dan cuenta de que no es lo mismo sumar números enteros que fracciones, los quebrados de toda la vida. Eso sin entrar en números complejos o vectores. Sumar no es tan fácil. Una gota de agua más otra gota de agua sigue siendo un gota de agua, pero más grande... Sumar puede ser muy positivo, mientras no sean las deudas y sus intereses. La aritmética requiere calma y prudencia. A veces es necesario restar o dividir. Aunque ya sabemos que en política todo es multiplicar: los panes y los peces. Son los milagros de la palabra. Mañana sol y buen tiempo. Lo de convertir el agua en vino es más perverso si cabe. Que yo tenga dos peces y me den otros ocho, vale. Tendrán sus espinas y todo lo que conlleva ser pez. Ahora bien, si de una jarra de agua me sacan dos de vino, pues... no sé. Todo es más sospechoso. En ciertas ocasiones, sumar y multiplicar pueden ser operaciones a corazón abierto. En el mundo de los algoritmos, sumar es una utopía. La suma que nace de la división tiene todas las papeletas de ser un galimatías que ni el mismo Pitágoras sería capaz de descifrar. Cuidado con los catetos y la hipotenusa. Si nos obsesionamos con la unidad, arremete lo irracional. 

lunes, 29 de mayo de 2023

Elecciones artificiales (VII)

  

    Ahora resulta que el muerto quiere resucitar. Cuando todo parecía acabado, incluso esta serie de reflexiones sobre las urnas y sus circunstancias, viene el doctor y se pone a realizar su último experimento, el definitivo: dar vida a un despojo. Como mucho, nacerá un monstruo, dicen los más utópicos, un ser informe, amasijo de carne cosida con apresuradas puntadas. Los más escépticos piensan que hace falta mucha electricidad para dar vida a la chacina. Pero el doctor maneja bien sus tretas y artilugios. Sabe cuándo apretar el botón, cuándo subir la tensión... Es el momento de la vida artificial, la del verano y sus sombrillas. Nada mejor que la época estival para desafiar a los dioses. Resucitar un despojo en verano, con tanto calor y podredumbre... ¿No sería mejor esperar los fríos de diciembre? Hay que ser entendidos en biología extrema, en embutidos sazonados, en congelados de alta mar, para comprender el arte del revivir de un día para otro. ¿Se imaginan que el engendro garrapiñado, el puzle vital, se arranca a cantar por soleares en pleno mes de julio? Es cierto, la luz está por las nubes y se necesita mucha potencia para rehabilitar a un acribillado San Sebastián que disfruta de las olas y el sol como último recurso existencial.

miércoles, 24 de mayo de 2023

Elecciones artificiales (VI)

 

  No se puede ni pasear tranquilo. La gente está desatada. Hablan sin parar sobre los proyectos de los partidos políticos. Discuten cada punto del programa. Se enredan en largas discusiones sobre movilidad, economía o urbanismo. He visto a gente dialogando mientras se abría el semáforo. Jamás vi cosa igual, discusiones sobre el centro histórico en el bar, dando la espalda al partido de fútbol. Un policía ha tenido que moderar un debate en la sala de espera del centro de salud. Los medios de comunicación reciben miles de cartas y llamadas para pedir información. Hay ferias en las que se ha prohibido la música, para no entorpecer los rifirrafes políticos. Pararon un partido de baloncesto para discutir sobre educación en un tiempo muerto. Te aborda cualquiera por la calle y te dice lo que piensa. Es mejor no salir de casa. Incluso los niños aconsejan a sus padres. Exigen ser tenidos en cuenta. He visto al perro de mi vecino olisquear un folleto electoral... La gente no para de hablar y valorar, da igual si es la cola de la panadería o la ferretería. He visto cosas que vosotros no creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión...

lunes, 22 de mayo de 2023

El silencio que baja

    El silencio de las noches acompaña a todos los seres que escuchan. Hay silencio en las casas vacías y en el campo. Sabemos que siempre llegará el silencio. El viento que viene de las peñas no ayuda. Parece que duele, que incomoda a la bestias y que trae malos presagios. No me digas que es un viento amable, no te creo. Mueve las ramas de los árboles y sacude los recuerdos. Los animales lloran como bestias. Saben más que nosotros del tiempo y las horas. El silencio de las noches baja de las peñas, entre sombras, y merodea por el pueblo. Ya nada volverá a ser igual. Hasta las bestias lo saben. Solo el ruido de las mentes tristes hace frente al silencio dañino de la noche. Los árboles y la lluvia siguen a los suyo, ofuscados con el ciego devenir. Menos mal que llegará la mañana, con sus chimeneas, con los pitidos del panadero y con la ilusión de haber derrotado otra vez al silencio.

sábado, 20 de mayo de 2023

Elecciones artificiales (V)

     

    Acabamos con la V de victoria, que es lo que todos persiguen y todos alcanzan. Hoy nadie pierde porque nadie puede perder. Pero la V también es de visitante. Me acuerdo de la serie aquella en la que unos lagartos comían roedores como aceitunas. Los reptiles y sus semejantes siempre se alimentan de roedores. Se ponen máscaras humanas, pero son reptiles. Van disfrazados de humanos, bellos y sonrientes, pero luego comen roedores como si fuesen pipas. A la hora de la verdad, el roedor acaba en la tripa del lagarto prometedor. Nadie pierde. Los lagartos han diseñado un mundo a su medida. Ha llegado la hora de la victoria, claro. La rebelión contra los reptiles, contra los dinosaurios. Pero no es nada fácil. Saben camuflarse tras la piel del humano. Y para ser lagartos extraterrestres, la verdad sea dicha, no tienen nada que envidiar a los homo sapiens. Por eso nos seducen, con sus tretas y engaños. Pobres roedores... Sabemos lo que nos espera y acudimos cada cuatro años a la cita. Es el ritual de siempre, ver cómo se arrancan la piel humana para mostrar su rostro de reptil irracional. Han vuelto a ganar y volverán a ganar. Ni el sabio de Hortaleza lo tenía tan claro.

domingo, 14 de mayo de 2023

El despojo de Conil


  Unos decían que era un delfín, otros un cocodrilo y otros un avestruz. Los bañistas se quedaron embelesados, dando vueltas al amasijo de carne enrevesada. Como no había biólogos cerca para librarnos de tanta incertidumbre, nuestro cerebro comenzó a elaborar hipótesis. Es una reacción asociada a la supervivencia. Lo desconocido siempre es una posible amenaza. Para tranquilizarnos, necesitamos una interpretación que conecte lo nuevo con lo que ya sabemos. Además, lo monstruoso también nos atrae, cierto. Sentimos placer al contemplar lo nunca visto. Otra vez la selección natural. La curiosidad nos empuja a observar. Así que exploramos nuevos territorios para ampliar los espacios de vida. Pero pronto nos dimos cuenta de que era imposible descifrar el misterio del despojo marino. El interés fue decreciendo y los bañistas se dispersaron. Después de tanta hipótesis, quizás llegamos a una certeza: ese bicho estaba muerto y descompuesto. Y ante esa verdad incómoda, nuestro foco de atención giró. Otra vez el instinto de supervivencia. Al inicio y al final de la vida todo se vuelve igual de amorfo y confuso. La materia vuelve a perder orden, la entropía hace de las suyas y la nada asoma otra vez.

martes, 9 de mayo de 2023

Los marcos de referencia

    
Ilustración de Luis Miguel"MOGA"

    
   Acaba de aparecer en las librerías Mil cerebros (Tusquets, 2023), una obra de divulgación científica que propone “una nueva teoría de la inteligencia”. El autor es Jeff Hawkins, ingeniero informático que investiga desde hace años en el campo de la neurociencia. Nos cuenta de forma clara y rigurosa cómo ha llegado a formular una nueva teoría sobre el cerebro. Su lectura atrapa porque transmite pasión por la investigación teórica y experimental, desde la honestidad intelectual y el deseo de saber.

    Nuestro cerebro maneja modelos de la realidad para estar en el mundo e interactuar con él. Con esos mapas del entorno, el cerebro realiza predicciones. Cuando hay algo que no encaja, se modifica el modelo. Jeff Hawkins ha elaborado una explicación: la clave está en los marcos de referencia que llevan a cabo las columnas de neuronas de la corteza cerebral, el neocórtex. Esta teoría permite describir cómo percibimos, cómo nos orientamos en el mundo, y cómo hablamos y pensamos.

    Tenemos unas 150.000 columnas corticales en el cerebro, hilos de un milímetro cuadrado. Cada columna tiene varias capas de neuronas. Jeff Hawkins sostiene cuatro hipótesis. Afirma que cada columna puede aprender modelos de objetos completos. Para ello utilizan células de cuadricula y de lugar. Son neuronas especializadas en construir marcos de referencia, una especie de mapas para ir colocando lo que se percibe. La segunda hipótesis es que esos marcos de referencia básicos son utilizados por el cerebro tanto para crear modelos de objetos físicos como de conceptos abstractos. La tercera es que toda la información se almacena a través de marcos de referencia. Y la última, el pensamiento es una forma de movimiento, de desplazamiento en esos marcos, para localizar y relacionar, como una manera de orientarse en un mapa.

    El cerebro trabaja de forma distribuida. Jeff Hawkins pone en cuestión la teoría clásica basada en las jerarquías. El conocimiento está distribuido en miles de columnas. De hecho, no hay un solo modelo sobre un objeto. Hay miles, de ahí el título del libro. Si tenemos la sensación de que solo manejamos un modelo es porque hay una votación. Es una metáfora, claro. De la intersección de varios modelos, de marcos de referencia y de datos sensoriales diferentes, surge uno común en otro nivel. No hay un centro ejecutivo. El pensamiento abstracto funciona igual.

    La teoría de los mil cerebros alumbra una nueva visión de la mente humana y de la inteligencia artificial. Jeff Hawkins es bastante optimista. Construiremos inteligencia artificial general en las próximas décadas. Pero para ello habrá que cambiar de paradigma. Para que haya máquinas conscientes se requiere una inteligencia artificial flexible. Las neuronas artificiales y el aprendizaje profundo que se está utilizando ahora dan buenos resultados solo para tareas concretas.

    La aplicación de la teoría de los mil cerebros sí puede desembocar en inteligencia artificial general. Se trata de construir máquinas que trabajen como el cerebro, aunque luego puedan ser muy diferentes a los humanos. La clave está en procesar marcos de referencia y entender la mente como un sistema sensomotriz. De ahí que sea necesaria una fusión entre IA y robótica, dos proyectos que hasta hace poco iban por distintos caminos. Los robots utilizan sensores y marcos de referencia para orientarse en sus tareas. Esa es la línea que debe seguir toda la IA. Jeff Hawkins cree que la conciencia artificial puede alcanzarse, basta con generar marcos de referencia para procesar la memoria y la atención. 

     Al autor le preocupa el futuro de la humanidad. Los mayores riesgos proceden, no de la IA en sí misma, sino de las creencias falsas, por un lado, y del dominio del cerebro antiguo, el de los deseos primarios y egoístas, por otro. El cerebro crea modelos del mundo. Vivimos con simulaciones de la realidad que vamos actualizando y corrigiendo. El problema es cuando falsos modelos se extienden de forma viral y nos hunden temporalmente en la ignorancia. El libro arranca con la neurociencia y termina con las grandes preguntas filosóficas del ser humano.