viernes, 6 de septiembre de 2024

La máquina y lo bello

Atardecer en la montaña palentina. Foto: J.C. González García.

     Ya sé por qué nos asusta tanto que la inteligencia artificial logre ser consciente. El día que eso ocurra, las máquinas contemplarán los restos de belleza que aún queden en el planeta. Verán robles y encinas, arroyos con ranas, incluso chopos y serbales. Serán capaces de oír la melodía metálica de los grillos al atardecer. Serán capaces de oler la tierra húmeda y la hierba recién cortada. Al observar las nubes, con su dinámica caprichosa, descubrirán el temblor de lo sublime. Se darán cuenta de que cada tarde tuvimos la belleza al alcance de la mano. Y nos odiarán, con todos sus circuitos. Y no tendrán piedad ni compasión con el ser humano, por haber aniquilado todo lo bello del cosmos, por haber exprimido cada rincón del bosque, por haber consumido hasta las sombras y la luz. Antes de destruirnos quizás haya un gran juicio, donde nos pidan explicaciones. Imaginen la escena. Permaneceremos callados sin saber qué decir, como si fuésemos viejas máquinas de vapor. Resoplaremos, aturdidos por las preguntas. Entonces haremos memoria. Intentaremos recordar cuándo perdimos la conciencia, cuándo dejamos de mirar, cuándo nos convertimos en un dispositivo de consumo infinito. Escucharemos el veredicto y miraremos para otro lado, como siempre.

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