martes, 30 de julio de 2019

ÉTICA DE ROEDORES: UNDERGROUND

Foto de Juan Carlos González

    Hay un flujo vital subterráneo que nunca saldrá del todo a la luz, un mundo que yace bajo tierra, lleno de ideas, deseos, imágenes, formas, bocetos, intuiciones, argumentos, perspectivas... De ese pensamiento brota la resistencia ética y estética. Si saliera a la luz, se convertiría en estatua de sal, en producto. Sabe el filósofo que hay muchos estratos en las profundidades, y que del último lo ignoramos todo. En la superficie habita la luz que clasifica y banaliza. Es el espectáculo del mercado: la alegoría de la caverna, pero al revés. Los roedores encadenados deambulamos por la zona iluminada por el sol, tan dorado y reluciente. Vivimos como urracas aturdidas. Los de abajo son libres, en la oscuridad, donde no llega la radiación que convierte todo en mercancía. Pero la luz ciega y atrae con una poderosa fuerza... La oscuridad es un sinvivir, sentencia el gran dinosaurio. No es de extrañar, piensa el filósofo, que el roedor inquieto frecuente las zonas sombrías del bosque, pliegues terrosos a los que no tiene acceso la mirada de la bestia, aunque sí su alarido encolerizado. Las sombras nos hacen recordar lo que quisimos ser de verdad. Ese flujo vital nunca será atrapado por los moldes luminosos que dan forma al teatro universal. Y con esta imposibilidad sueña el dinosaurio todas las noches. Le acosan pesadillas horribles... ¡Cuesta tanto domar a todos los roedores! ¡Siempre escondidos entre las raíces! ¿Por qué no se conforman nunca con con nada?