sábado, 14 de noviembre de 2020

ESENCIALES

           Si la vida humana es palabra, logos, no debe extrañarnos que las librerías sean esenciales. Somos seres simbólicos, poéticos y fabuladores. Nos gustan las historias y las teorías tanto como beber, comer y amarnos. En el decir y el interpretar habita esa esencia humana. La imaginación es el nexo que une a escritores y lectores… Y las librerías son las casas de la imaginación, de la creatividad. Como seres de ficción que somos, la creatividad es esencial, el núcleo de nuestra existencia simbólica.   

         Hay muchas estanterías, con extraños rótulos… Nada sobra. Todos los géneros son necesarios para el ser humano. Todos los pasillos de una librería conducen a Roma: el placer. O quizás a Grecia: el conocimiento. Comedias y tragedias, novelas y ensayos, poemas y biografías, guías y diccionarios… Senderos imprescindibles para alcanzar de mil formas diferentes la felicidad.

         Todo esto viene de muy atrás. Dicen los historiadores que hubo un tiempo en el que no había escritura ni libros. No sé, no sé… Todo me suena a un cuento que alguien ha inventado. ¡A quién se le ocurre que pueda haber humanidad sin libros! Y dicen que nos sentábamos al calor del fuego, bajo las estrellas, para contarnos aventuras, anécdotas, viejas leyendas… Era un momento sublime, inquietante, lleno de expectativas, cordial, es decir, era como entrar en una librería.

           El olor de los libros atraviesa las mascarillas. Accedemos a una burbuja de sensaciones. Miles de posibilidades ante nuestros ojos, ante los cristales empañados. Ahí están todas las palabras esenciales, y ahí estarán. Las librerías nos acogen con una promesa de eternidad, quizás otra ficción, otro cuento. Es el calor del fuego primordial, con el ruido de las alimañas a lo lejos. Es el calor protector de las hojas, de los árboles.

         No son burbujas para aislarnos de la realidad, todo lo contrario. Los libreros abren sus casas para mostrarnos todos los mundos posibles. Y nos regalan la fórmula secreta para seguir soñando con otras vidas. Las casas de la imaginación son hospitalarias. A ellas acudimos todos los viajeros, quizás porque las confundimos con Ítaca.

martes, 10 de noviembre de 2020

FILOSOFÍA DE LA MEDICINA

       La filosofía suele dedicarse a reflexionar sobre los conceptos que utilizamos en la vida cotidiana, en el ámbito de las ciencias, las artes y las tecnologías. Es una reflexión de segundo grado. El filósofo piensa sobre las teorías y creencias que manejamos en las diferentes áreas de conocimiento. Así que hay filosofía de la matemática, de la física, de la biología, del arte, de la técnica, de la política… Y también de la medicina.

       Cristian Saborido, profesor de filosofía de la UNED, ha publicado  “Filosofía de la medicina” (Tecnos, 2020), una excelente introducción a los problemas que estudia esta disciplina. Analiza los presupuestos teóricos que hay detrás de la práctica médica. El libro está escrito con un estilo claro y preciso, con referencias a la bibliografía esencial y un glosario de los términos utilizados. El autor imparte las materias de Filosofía de la ciencia, Bioética, Introducción al pensamiento científico, Problemas filosóficos de la biología y Filosofía y medicina.

         Estamos ante un texto divulgativo y didáctico que se enmarca dentro de la filosofía de la ciencia. La reflexión sobre la salud y la enfermedad es tan antigua como la filosofía. Ya encontramos reflexiones sobre estos conceptos en Hipócrates y Galeno. Sin embrago, ha sido en las últimas décadas, tras el auge de la ética clínica, cuando se ha consolidado como área autónoma.

       Existen dos grandes corrientes, la naturalista y la constructivista. Si la distinción entre salud y enfermedad estriba únicamente en criterios biológicos y fisiológicos, entonces somos naturalistas. La fisiología define el funcionamiento ideal de nuestros órganos. Hay enfermedad cuando no funcionan bien. A veces se recurre a criterios estadísticos para establecer la normalidad. Este enfoque propone una noción objetiva de salud y enfermedad, así que los aspectos subjetivos y sociales no son pertinentes. Como mucho, algunos naturalistas incluyen el contexto ecológico.

       El naturalismo suele ser acusado de reduccionista y de cientificista. Todo lo reduce a mecanismos fisiológicos. La corriente opuesta propone un marco teórico más amplio. La historia de la medicina nos muestra muchos ejemplos de cómo los valores, los prejuicios o la ideología condicionan nuestra forma de definir las enfermedades. Los médicos, los investigadores, las instituciones y los pacientes están influidos por su marco social e ideológico. Cristian Saborido nos recuerda que “se ha tratado médicamente a la los homosexuales, a los disidentes políticos, a las personas de otras razas o a los zurdos como si en su propia naturaleza hubiera algo incorrecto que debía ser arreglado”.

       Los constructivistas extremos hacen hincapié en el fenómeno de la promoción de enfermedades. La industria farmacéutica es la que define las patologías, para crear nuevos medicamentos y obtener grandes beneficios. Cristian Saborido dedica un capítulo al tema de la clasificación de las enfermedades, y otro a las patologías mentales y la polémica sobre su definición. Para clasificar utilizamos categorías, criterios. Un enfoque realista radical puede dar a entender que las enfermedades son entidades que existen por sí mismas ahí fuera… Un enfoque más constructivista resalta el papel del contexto social en el que se lleva a cabo la práctica médica. Las enfermedades serían construcciones sociales, no realidades naturales independientes de nuestras acciones y valoraciones.

         La medicina no es sólo biología aplicada. La tarea de los médicos tiene una dimensión teórica y otra práctica. Para ser un buen profesional de la medicina es necesario cumplir tres condiciones: conocer los procesos biológicos de nuestro cuerpo, dominar las técnicas y herramientas para intervenir en él, y desarrollar la virtud de la prudencia, “esa capacidad de discernimiento moral que les sirva de guía para que la práctica médica suponga siempre una contribución positiva en beneficio de los enfermos”. Estamos ante una disciplina normativa, no solo descriptiva.

        Para el autor, el mejor enfoque para abordar todos estos asuntos es el pragmatista. Los conceptos son inseparables de nuestras acciones. Debe ser la práctica médica la que determine qué es lo útil en cada momento. Hay que tener en cuenta las consecuencias de las clasificaciones, técnicas y terapias. Pero no se trata de caer en un relativismo radical. “La práctica médica, dice Saborido, se mueve siempre entre la ambición de objetividad naturalista y el reconocimiento constructivista de la relevancia de las subjetividades, y es en ese territorio en el que juega un papel principal la frónesis, la prudencia médica”.

https://www.diariodejerez.es/jerez/educacion-cerebros-toneles-filosofia-medicina_0_1518148702.html