martes, 21 de junio de 2022

El camino

 

  
    Si no han leído todavía El camino de Miguel Delibes o El disputado voto del señor Cayo, háganlo cuanto antes, o el discurso que realizó para entrar en la Real Academia de la Lengua... En esos textos aparecen anunciados muchos de los problemas que hoy nos atormentan. Delibes era cazador y conocía la tierra. Ya vio lo que se nos venía encima, con tanto progreso altanero, con tanta soberbia tecnológica. Parece que solo sabemos construir si primero hemos aniquilado. Y que, de tan modernos que somos, lo viejo y arraigado nos sobra, nos ofende. Así que no dudamos en talar los árboles que estuvieron en esa plaza durante décadas. No nos importa su sombra, ni su luz. El progreso consiste en destruir lo vejo para construir lo nuevo. Esa es toda la ética que conocemos, la que nos ha llevado a los incendios de Zamora y la que nos lleva al deshielo. Es la misma línea argumental:  los árboles viejos talados en una plaza de Jerez de la Frontera y los árboles calcinados en Castilla. No hemos aprendido nada. El progreso nos llevó a abandonarlo todo, incluso la poca sensibilidad y cordura que nos quedaba. Cuando se vayan a dormir, piensen que es la última noche en la Tierra, porque mañana se marchan en busca del progreso. Y si les cuesta dormir, como al protagonista de El camino, piensen en lo que fuimos.

sábado, 18 de junio de 2022

Jornada de reflexión

 Nadie puede interferir en la reflexión del ciudadano preparado para votar. Sería un acto descortés. Lo importante es saber elegir con autonomía. Hay que pensar en todo, en uno mismo, en Andalucía, en España, en Europa... Elegir no es fácil. Y menos aun si de lo que se trata es de mejorar el universo. Piensen en lo que podemos perder, la dignidad. Piensen en lo que podemos ganar, la dignidad. Nos piden que pensemos hoy, como si fuese la primera vez. Ya hemos pensado en estos asuntos muchas veces. No todas las opciones son iguales. Queremos una sociedad donde todas las personas puedan vivir, una sociedad en la que se respeten los derechos fundamentales que aparecen en la Constitución. El sentido común nos dice que esos derechos son innegociables. No se dejen llevar por esos eslóganes que parecen solucionar todos lo problemas al pronunciarlos. Piensen en el camino recorrido. Quizás empezó con la Revolución Francesa, o mucho antes. Ahora no podemos volver atrás, al antiguo régimen, al feudalismo, a un mundo con privilegios de clase, con fanatismos y exclusiones, un mundo que no conoce los principios básicos de la humanidad. Hoy nos toca pensar y mañana votar. No se dejen engañar por los símbolos o los colores, porque nada tienen que ver con las necesidades reales de los ciudadanos. Aunque suene extraño, seguimos en lo mismo, en encontrar la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero hay gente que no lo ve así. Hay propuestas que nos mandan al mundo de las cavernas. Quieren que volvamos atrás, a esas sociedades en las que manda el más fuerte y el más ignorante... Han recuperado rancios dogmas, pensamientos muy alejados de las democracias modernas. Reflexionen sobre lo que nos viene encima, gente atrapada en símbolos arcaicos y tradiciones hace tiempo superadas. El camino de la justicia y la libertad es más difícil. Requiere tiempo. 

martes, 14 de junio de 2022

Preparados para saber elegir

    
Dibujo de Domingo Martínez
    
    El modo de vida actual nos obliga a elegir cada vez más. Hay que rellenar muchos documentos y escoger entre diferentes opciones: qué quiero estudiar, qué tipo de contrato, qué modo de pago, qué tipo de motor, qué modelo de móvil, qué color de pelo, qué menú… Vivimos en sociedades complejas, abiertas y plurales, donde la libertad de elegir se ofrece como un valor incuestionable. Dicen nuestros mayores que en sus tiempos no había tantas opciones, apenas elegían en sus vidas. Hoy es todo lo contrario, nada parece simple o sólido. La libertad se ha burocratizado. Somos un formulario, de papel o digital.

    Una de las posibles definiciones de educación puede ser: guiar para poder y saber elegir. Los contenidos, procedimientos, actitudes y el desarrollo de las competencias tienen como único fin hacer posible una elección racional. Afrontar un problema implica pensar y elegir los mejores medios para solucionarlo. Educar no es rellenar un recipiente. No es un trasvase de datos. No es dar forma a una materia en estado bruto. Educar es indicar una ruta, acompañar en el camino de búsqueda, compartir el desasosiego y la incertidumbre. Los educadores no construimos ni diseñamos personas. Aconsejamos al que inicia el viaje. Le mostramos qué señales debe tener en cuenta y cómo interpretar los símbolos. Enseñamos el camino, el método, para hacer frente a las dificultades teóricas y prácticas que la existencia nos ofrece.

    Siempre hay un debate sobre lo que nuestros alumnos necesitan saber para desenvolverse en la vida. Nadie llega a un acuerdo sobre qué contenidos son imprescindibles. Sobre los procedimientos y competencias quizá haya menos dudas. Envejecen mejor. Los datos y las teorías pueden quedar desfasados, las capacidades y habilidades no, ya que sirven para resolver múltiples problemas. Y las actitudes y valores… Hay quien los descarta. Considera que no se enseñan, o que no son necesarios para saber decidir.

    Existen diferentes contextos de elección, múltiples esferas situadas en el espacio que establecen las coordenadas de lo público y lo privado. Pocos asuntos son solo privados o solo públicos. La mayoría de las elecciones privadas poseen resonancia pública, afectan a la vida en común. Elegimos nuestros estudios porque nos atraen, nos gustan, nos apasionan… Nos dan acceso a profesiones que sintonizan con nuestras capacidades y formas de ser. Creemos que en esas actividades alcanzaremos la autorrealización. También se tiene en cuenta si esas profesiones me van a proporcionar los bienes materiales que necesito, el dinero suficiente para pagar las facturas y llevar una vida digna.

    Pero siempre hay algo más. La autorrealización también tiene que ver con la utilidad social del trabajo que uno realiza. Al elegir los estudios, muchas personas señalan que han sopesado qué pueden aportar a los demás, en qué pueden ser útiles para la sociedad. Se sentirán más realizados si son capaces de mejorar el mundo en el que viven. A la hora de elegir, en estos casos, han intervenido también valores éticos y políticos.

    Nunca poseemos toda la información completa para poder llevar a cabo una elección racional perfecta. El error y la incertidumbre son partes del proceso. La teoría de la elección racional ha intentado matematizar esos mecanismos. Son modelos útiles para la ingeniería, la economía y la política. Analizan cómo se soluciona un problema técnico, cómo compra el consumidor, cómo actúa el inversor y cómo vota el ciudadano… Pero no somos algoritmos que maximicen la satisfacción de sus preferencias. Los problemas son siempre complejos, todo está mezclado. Al tomar decisiones se manejan emociones, valores, ideales y cosmovisiones.

    Muchos de nuestros alumnos no solo tienen que elegir estudios estos días, sino que también pueden votar el domingo en las elecciones al parlamento andaluz. Quizás son conscientes de que la elección de sus estudios y profesiones tiene una relevancia personal y social. Pero parece que no es así respecto a las elecciones de los diputados. Ni los hemos preparado para saber elegir ni les hemos mostrado por qué es importante su participación. Casi nadie es consciente de la trascendencia que pueda tener su decisión de ir a votar o no. 
    Como educadores, no hemos sido capaces de hacerles ver que los asuntos públicos son tan importantes como los privados. Y que todo está entrelazado. No les hemos guiado como es debido. No saben interpretar lo que significa todo esto. A lo mejor, el miedo a meternos en política y que nos denuncien por adoctrinamiento nos está llevando a una sociedad sin ciudadanos, sin intereses políticos, de meros consumidores… No hace falta hablar de siglas ni de partidos concretos. Me refiero a mostrarles lo que conlleva ser ciudadano en una sociedad democrática moderna.

sábado, 11 de junio de 2022

La pegatina II

     Ya la han quitado. Justo el mismo día en el que me llegó al buzón propaganda electoral de un partido político distinto. Será un casualidad. De la contigüidad espacial y temporal de dos hechos no puedo deducir una relación causal de buenas a primeras. Pensé, desde mi ingenuidad, que vería envejecer la pegatina. No ha llegado ni a la adolescencia, la pobre. No ha durado ni la mitad de la campaña electoral. Quedan unos restos, los que siempre se resisten a salir del primer tirón. Arrancar una pegatina es un acto técnico que requiere pericia. Con lo fácil que es ponerla... El que la ha quitado no estaba pensando en hacerme un favor y limpiar mi fachada. Si fuese así, no habría dejado esos restos. Es la guerra de los carteles, la lucha por el espacio. Cada vez se ponen menos, pero sigue habiendo disputas. Son como niños, basta que uno ponga elija un sitio para que se le antoje al otro. De repente, aquel insignificante rincón se convierte en el enclave estratégico que todos quieren conquistar. Se trata de una dialéctica espacial, o algo así. El empujón sustituye al argumento. Creen que ahí se van a fijar los indecisos, porque todos los que no han decidido su voto pasan por ese rincón. Si el espacio físico fuese infinito, no tendría gracia. Es lo que ocurre con la red, por eso es más aburrida la campaña en ese entorno virtual. Aunque habrá intentos de piratear los anuncios digitales.... No vaya a ser que los indecisos que visitan esa página...

viernes, 3 de junio de 2022

La pegatina I

 Me ha hecho mucha ilusión ver una pegatina en la puerta de los contadores del agua. Después de tanta red social y tanta pantalla, ver la foto de la candidata sonriente en mi fachada, con sus colores, eslogan y siglas, me ha animado. De las primeras elecciones solo recuerdo eso, mi afán por coleccionar pegatinas de todos los partidos que visitaban mi pueblo, allá en Castilla. Llegaban en un coche empapelado, con megáfonos que dispersaban música estridente y frases incomprensibles para nosotros, los más pequeños. Corríamos detrás hasta que nos regalaban las pegatinas. Misión cumplida. Por eso al ver una pegatina, aquí, en el siglo XXI, en una plaza de Jerez, me da la impresión de que algo conecta esas dos experiencias. Puede ser la ilusión, el pensar que la gente quiere seguir mejorando, que va a escuchar las diferentes propuestas, que va a decidir con el bien común en el horizonte... La pegatinas y los carteles traen el aire festivo de la democracia a las calles. Ya lo sé, quizás sea un ingenuidad infantil, pero no nos queda otra. También he pensado en que la pegatina irá perdiendo los colores, abrasada por el sol. Los discursos serán agrios y vacíos. Los argumentos serán embadurnados de emociones y bajas pasiones.  La pegatina perderá su brillo. Todo el mensaje se irá desdibujando, hasta que empiece a ser molesta, algo que ensucie la pared.