martes, 14 de junio de 2022

Preparados para saber elegir

    
Dibujo de Domingo Martínez
    
    El modo de vida actual nos obliga a elegir cada vez más. Hay que rellenar muchos documentos y escoger entre diferentes opciones: qué quiero estudiar, qué tipo de contrato, qué modo de pago, qué tipo de motor, qué modelo de móvil, qué color de pelo, qué menú… Vivimos en sociedades complejas, abiertas y plurales, donde la libertad de elegir se ofrece como un valor incuestionable. Dicen nuestros mayores que en sus tiempos no había tantas opciones, apenas elegían en sus vidas. Hoy es todo lo contrario, nada parece simple o sólido. La libertad se ha burocratizado. Somos un formulario, de papel o digital.

    Una de las posibles definiciones de educación puede ser: guiar para poder y saber elegir. Los contenidos, procedimientos, actitudes y el desarrollo de las competencias tienen como único fin hacer posible una elección racional. Afrontar un problema implica pensar y elegir los mejores medios para solucionarlo. Educar no es rellenar un recipiente. No es un trasvase de datos. No es dar forma a una materia en estado bruto. Educar es indicar una ruta, acompañar en el camino de búsqueda, compartir el desasosiego y la incertidumbre. Los educadores no construimos ni diseñamos personas. Aconsejamos al que inicia el viaje. Le mostramos qué señales debe tener en cuenta y cómo interpretar los símbolos. Enseñamos el camino, el método, para hacer frente a las dificultades teóricas y prácticas que la existencia nos ofrece.

    Siempre hay un debate sobre lo que nuestros alumnos necesitan saber para desenvolverse en la vida. Nadie llega a un acuerdo sobre qué contenidos son imprescindibles. Sobre los procedimientos y competencias quizá haya menos dudas. Envejecen mejor. Los datos y las teorías pueden quedar desfasados, las capacidades y habilidades no, ya que sirven para resolver múltiples problemas. Y las actitudes y valores… Hay quien los descarta. Considera que no se enseñan, o que no son necesarios para saber decidir.

    Existen diferentes contextos de elección, múltiples esferas situadas en el espacio que establecen las coordenadas de lo público y lo privado. Pocos asuntos son solo privados o solo públicos. La mayoría de las elecciones privadas poseen resonancia pública, afectan a la vida en común. Elegimos nuestros estudios porque nos atraen, nos gustan, nos apasionan… Nos dan acceso a profesiones que sintonizan con nuestras capacidades y formas de ser. Creemos que en esas actividades alcanzaremos la autorrealización. También se tiene en cuenta si esas profesiones me van a proporcionar los bienes materiales que necesito, el dinero suficiente para pagar las facturas y llevar una vida digna.

    Pero siempre hay algo más. La autorrealización también tiene que ver con la utilidad social del trabajo que uno realiza. Al elegir los estudios, muchas personas señalan que han sopesado qué pueden aportar a los demás, en qué pueden ser útiles para la sociedad. Se sentirán más realizados si son capaces de mejorar el mundo en el que viven. A la hora de elegir, en estos casos, han intervenido también valores éticos y políticos.

    Nunca poseemos toda la información completa para poder llevar a cabo una elección racional perfecta. El error y la incertidumbre son partes del proceso. La teoría de la elección racional ha intentado matematizar esos mecanismos. Son modelos útiles para la ingeniería, la economía y la política. Analizan cómo se soluciona un problema técnico, cómo compra el consumidor, cómo actúa el inversor y cómo vota el ciudadano… Pero no somos algoritmos que maximicen la satisfacción de sus preferencias. Los problemas son siempre complejos, todo está mezclado. Al tomar decisiones se manejan emociones, valores, ideales y cosmovisiones.

    Muchos de nuestros alumnos no solo tienen que elegir estudios estos días, sino que también pueden votar el domingo en las elecciones al parlamento andaluz. Quizás son conscientes de que la elección de sus estudios y profesiones tiene una relevancia personal y social. Pero parece que no es así respecto a las elecciones de los diputados. Ni los hemos preparado para saber elegir ni les hemos mostrado por qué es importante su participación. Casi nadie es consciente de la trascendencia que pueda tener su decisión de ir a votar o no. 
    Como educadores, no hemos sido capaces de hacerles ver que los asuntos públicos son tan importantes como los privados. Y que todo está entrelazado. No les hemos guiado como es debido. No saben interpretar lo que significa todo esto. A lo mejor, el miedo a meternos en política y que nos denuncien por adoctrinamiento nos está llevando a una sociedad sin ciudadanos, sin intereses políticos, de meros consumidores… No hace falta hablar de siglas ni de partidos concretos. Me refiero a mostrarles lo que conlleva ser ciudadano en una sociedad democrática moderna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diálogos