viernes, 24 de junio de 2011

DISCURSO


Decía el filósofo Max Zoster que pensamos con las metáforas y contra ellas. Decía que si no elegimos nosotros esas metáforas entonces hemos regalado nuestra autonomía. Para hablar de la vida siempre recurrimos a metáforas y comparaciones. Todos hemos leído algo sobre vidas que son ríos, árboles, sucesión de estaciones, ... incluso tómbolas. A mí la que más me gusta es la construcción de una casa.

Vosotros estáis decidiendo qué cimientos, qué materiales, qué estructura y qué orientación queréis para ese edificio.

En esta labor de construcción siempre hay obstáculos. El más importante es nuestro yo, ese yo cargado de prejuicios y miedos que nos bloquean. Las expresiones “yo soy así” y “yo no puedo” son las excusas que el miedo rezuma.

Ahora que tenéis conocimientos de cocina, ahora que vais a empezar estudios universitarios, ahora que tenéis ante vosotros infinitas posibilidades , ahora debéis ser creativos y abandonar ese lastre que supone admitir que ya estamos hechos, que ya somos algo definitivo.

En estos momentos la creatividad es esencial para desarrollar un oficio o una carrera científica. Necesitamos profesionales innovadores que desplieguen su trabajo con honestidad y responsabilidad. Y necesitamos científicos que aborden los problemas reales de la sociedad.

Ortega y Gasset utilizó en sus conferencias una manzana para explicar su teoría. Cada uno de nosotros es una perspectiva única y vemos la realidad desde nuestro punto de vista. Cada espectador ve la manzana desde su lugar en el universo. Nadie ve lo mismo.

Quizás nosotros, para entender lo que ocurre, en lugar de una manzana necesitemos un pepino indignado, indignado ante una comunidad científica que ha sido incapaz de investigar correctamente el origen de la bacteria, indignado por los prejuicios que han cegado a la razón.

Tanto en la manipulación de alimentos como en el estudio de las bacterias y las epidemias lo que hace falta es aplicar el método científico. El mayor peligro que nos sigue acechando es la irracionalidad. A veces se muestra como superstición, a veces como fanatismo y a veces como intolerancia.

La democracia participativa sólo será posible si contamos con ciudadanos que trabajen por el bien común utilizando la razón. Avanzar hacia una democracia directa supone educar a las personas para que sean responsables, autónomas y racionales. La Universidad os debería proporcionar todo eso, los fundamentos de las ciencias y las virtudes cívicas. Así seréis profesionales que desde su oficio diseñen espacios de justicia y libertad.