viernes, 18 de febrero de 2011

LA CIUDAD

Las predicciones de Max Zoster (1940-1985) se han cumplido: "Sabréis que la ciudad es una obra de arte justo en el momento en que la estéis aniquilando." Estas palabras las pronunció mirando fijamente a los políticos presentes en una conferencia a la cual asistía como uno más del público. Los que le conocían, más bien pocos, no entendieron lo que quiso decir, en París, y los que no sabían quién era tampoco. El conferenciante se limitó a responder como si le hubieran preguntado algo, lo que no había sucedido. pues Max Zoster estaba realizando una advertiencia. Y en una tajeta postal que envió desde Berlín a un amigo escribió: "El que no sepa que somos parte de la textura de la ciudad está perdido..."
Hoy somos conscientes de la pérdida de las ciudades. Sufrimos una nostalgia que nos consume y nos vuelve agresivos. Y todo por no haber sido capaces de reconocer que las calles y los adoquines son un nosotros extendido, objetivado. Entender lo artificial como algo separado de nuestro organismo ha sido uno de los mayores errores conceptuales. Donde nos movemos todos los días y donde respiramos todos los días es una realidad pegada a nuestras acciones, a nuestro existir como organismos.
Quizás Max Zoster quiso decir que al contemplar el deterioro de nuestras calles, de nuestros monunmentos, contemplaríamos el deterioro del ser humano. Y esa nostalgia por la ciudad perdida revelaría su verdadero significado. La expansión de los barrios de adosados y la creación de grandes centros comerciales han desvitalizado el centro de las ciudades. Hoy los ciudadanos viven aislados en los cascos históricos, aunque suene paradójico. Y ese aislamiento se traduce en un olvido de los deberes y derechos que tenemos como participantes. Aislados en el centro y aislados en la periferia...