sábado, 17 de diciembre de 2022

Personalismo escéptico

Ilustración de LUIS MIGUEL ‘MOGA
    Cuando se realiza un recuento de los males éticos actuales, aparece una contradicción. Somos muy individualistas pero, al mismo tiempo, nos diluimos en la masa y formamos parte de un rebaño fácilmente manipulable.

    Cada uno va a lo suyo y solo busca el beneficio propio, sin tener en cuenta a los demás o el bien común. Los actos solidarios son escasos. Hay un culto al yo, desde lo económico hasta lo estético. Y todo el mundo habla de derechos, casi nunca de obligaciones.

    Por otro lado, seguimos las tendencias, las modas y las ideologías, de forma acrítica. La corriente nos arrastra y apenas ejercemos resistencia. Incluso presumimos de ser los primeros, de ir a la cabeza del pelotón. Nadie quiere ser excluido de lo que se lleva, de lo que nos lleva. Ser parte de esa masa no nos incomoda, sino que nos tranquiliza. El placer de ser arrastrado…

    Nunca habíamos sido tan individualistas y al mismo tiempo tan manipulables. Las sociedades son cada vez más infantiles. Generan ciudadanos con deseos infinitos, cegados por las nuevas necesidades, sin límites molestos, y siempre envueltos en un ambiente lúdico. Es la tiranía del vivir a corto plazo, sin buscarse complicaciones innecesarias. Vivimos como individuos-masa, conectados en redes programadas.

    Los ciudadanos se limitan a ser usuarios, consumidores y votantes. Forman parte del engranaje del mercado y están atrapados tanto en las jaulas burocráticas del Estado como en las redes de comunicación. El individuo se muestra egoísta y posesivo, pero acepta cadenas transparentes. La autoexplotación y la autovigilancia, a través de las nuevas tecnologías, provocan la sensación de libertad.

    Debemos pensar si solo somos eso, átomos del sistema, y si no existe otro concepto que pueda ayudarnos a resistir todas las corrientes de poder que nos atraviesan.

    Quizás haya que volver al concepto de persona, desde un punto de vista inmanente, natural y escéptico. Somos seres racionales y conscientes, dice la tradición filosófica. Seres que poseen dignidad, no precio. La persona es un fin en sí mismo, nunca un simple medio. Y somos seres vivos sociales, arraigados en una comunidad. Más que una sustancia, la persona es un límite y un haz de relaciones. No es necesario suponer una realidad espiritual trascendente para sostener que somos personas con valor absoluto.

    Claro que es natural preocuparse por uno mismo... Lo extraño es que caigamos tan fácilmente en la trampa de despreocuparnos por lo que queremos ser, y que no nos importe que nos programen. Nada debe estar por encima de uno mismo. Ni las leyes ni el mercado pueden anular a la persona. La dignidad es el límite: no querer ser un objeto para nadie ni admitir un modo de vida prediseñado.

    El método natural para resistir es la duda. Conviene desactivar todas aquellas creencias y actitudes que nos convierten en esclavos. Así, el personalismo escéptico conduce a un minimalismo existencial y cognitivo, a un estilo de vida basado en la creatividad. Se trata de crear situaciones, grietas, para huir de cualquier estructura de control. La ironía, la huida y la soledad como formas de resistencia… Para no quedar atrapados, debemos mantener cierta distancia con todas las creencias y teorías. Y si es necesario, retirarnos para observar, callados como plantas. 

    Las corrientes que nos pueden arrastrar son muy diversas. Nos asedian varios dispositivos de control: la burocracia, los protocolos, las apariencias, los contratos injustos, el consumo irracional, las exclusiones sociales, el arte aburrido y sumiso, las opiniones y prejuicios, las costumbres, la publicidad, los móviles y sus redes… Como seres racionales, somos capaces de reconocer nuestra dignidad y la de los demás. Al educar, promovemos la autonomía y la solidaridad, no el individualismo posesivo ni la moral del rebaño.

martes, 8 de noviembre de 2022

Los valores del deporte

Ilustración de Luis Miguel "MOGA"

    Existen tantos deportes que es muy difícil proponer una definición que abarque todos los tipos. La que ofrece el diccionario de la RAE es bastante acertada. El deporte es una “actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas”. La segunda acepción habla de “recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.” Sinónimo de placer y entretenimiento. El origen de la palabra reside en el verbo deportare, que significa trasladar, transportar. Ya en el mundo antiguo era costumbre desplazarse al campo, al aire libre, para distraer la mente y descansar con el ejercicio.

    Como toda actividad humana, el deporte posee múltiples dimensiones. Cualquier intento de reducirlo a solo una de ellas carece de sentido. El deporte es juego, competitivo y cooperativo, actividad saludable y educativa, espectáculo, ocio y negocio. Estos ingredientes se mezclan de diferente forma según el contexto histórico y social en el que nos movamos. El papel de los medios de comunicación y el capitalismo, por ejemplo, ha transformado radicalmente la idea de deporte.

    La definición de la RAE me parece correcta porque dice “actividad física”. Si partimos del supuesto de que toda actividad humana es física, entonces la definición abarca tanto el levantamiento de piedras como el ajedrez. La polémica de los juegos de mesa y los videojuegos queda resuelta. Mover las piezas, o el mando, y pensar son prácticas físicas. El otro acierto de la definición es que habla de normas, sin especificar nada más. En los deportes hay normas de carácter técnico, ético y económico. Así que toda reflexión filosófica debe huir del reduccionismo y reconocer la complejidad del fenómeno.

    A veces ese reduccionismo se manifiesta al clasificar los deportes. Se suele olvidar que las personas desarrollan todas sus facultades al practicar cualquiera de ellos. La técnica es fundamental para saber lanzar un disco o correr los cien metros lisos. Utilizamos varios tipos de inteligencia para rendir mejor. No se trata de una inteligencia mecánica, como si fuese un algoritmo, sino creativa. Hay que pensar, ya estemos en el ajedrez o en natación. Es verdad que los problemas que hay que resolver son distintos, pero se trata de retos que exigen conocimiento de los métodos y creatividad para aplicarlos a la situación concreta. Y se desgasta mucha energía en ambos casos.

    Las actividades deportivas, incluso las competitivas, proporcionan un placer en sí mismo, con independencia de lo que busquemos. El objetivo puede ser lograr una buena marca, quedar los primeros, bajar de peso, aprobar el curso… Da igual, al hacer ejercicio, al jugar, nos sentimos bien, quizás somos más felices. Y lo uno no excluye a lo otro. Se puede competir para ganar y ser feliz al intentarlo. El problema es el exceso y la obsesión. Nos lo dice el sentido común.

    En el deporte hay valores éticos que contribuyen a la hora de forjar el carácter. La capacidad de esfuerzo, la disciplina, el autocontrol, el ansia de superación, el trabajo en equipo, el juego limpio… Y no hay una jerarquía fija entre ellos. No todo se reduce a ser competitivo. Ni se excluyen mutuamente. El deseo de ser el mejor no impide el juego limpio y el respeto al compañero. Los grandes deportistas lo demuestran cada día. No hace falta desarrollar juegos cooperativos, sin ganador, para fomentar el respeto o la solidaridad. Querer ser el mejor no tiene nada que ver con el egoísmo. Los excesos existen, ya lo sabemos.

    Como espectáculo, las actividades deportivas tienen una dimensión estética que suele ser olvidada. Hay belleza en la ejecución de un ejercicio. Ver espectáculos deportivos enriquece nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia. En este punto, los deportes conectan con las artes. Otro de los errores es reducir todo a las emociones irracionales o pasiones ciegas. El amante del deporte busca ese placer inteligente que nos aporta el conocimiento de la técnica, la ejecución individual o colectiva y el logro de marcas cada vez mejores. Lo excesos del hincha violento y descerebrado ya los conocemos.

    El deporte no es un mero añadido a la cultura y el sistema educativo. Los valores del deporte son esenciales para el desarrollo pleno de las personas. Por eso debemos estar atentos y evitar que se mercantilice, se infravalore o se utilice como herramienta política para otros fines, ya sea como generador de identidades excluyentes o como opio del pueblo para desviar la atención y anestesiar la conciencia crítica de la ciudadanía.

sábado, 5 de noviembre de 2022

La persona como límite

        

    Las personas están por encima de las leyes, la burocracia y las políticas económicas y educativas. Las leyes tienen como función garantizar el pleno desarrollo de las personas. Para eso están los derechos fundamentales y la división de poderes. Somos sujetos materiales atravesados por relaciones sociales. Seres de carne y hueso, claro. No hace falta apelar a ninguna realidad trascendente para sostener que las personas tenemos dignidad, no precio. No somos un medio, sino un fin en sí mismo. No hay excusa para olvidar estas pequeñas ideas de la razón práctica.  Ni el bien común ni la razón de Estado pueden estar por encima de esa dignidad inmanente, ese mínimo ético. Lo público y lo privado cobran sentido si reconocemos la importancia de las personas concretas. A veces las grandes ideas nos ofuscan, nos impiden ver el horizonte con claridad. Argumentamos pensando que las leyes tienen valor en sí mismas. 

    La ideología es una forma de olvido de lo real, de las relaciones sociales concretas, de las vidas individuales. La persona es una condición de posibilidad del discurso ético y político. La crueldad humana, las injusticias y todo tipo de exclusión se olvidan de que toda política ha de ir de abajo arriba. Si no es así, estamos perdidos. Hay que dudar de toda estrategia que deje a un lado a los ciudadanos concretos, por muy bellas que sean las palabras, por muy nobles que sean los argumentos. Perdidos en las ideologías, en los grandes planes, corremos el riesgo de ignorar quién sufre realmente con nuestras decisiones. Izquierda, derecha, público, privado... Las grandes palabras de la política pueden cegar nuestra sensibilidad ética, nuestro sentido común.

lunes, 31 de octubre de 2022

Lo que siempre falta

Casa museo de Zenobia y Juan Ramón, en Moguer

         Cuando visitas la casa museo de un escritor, te da la sensación de que algo falta o sobra. No es nada achacable a los que mantienen la casa. Suele ser gente entregada con pasión a la labor de conservar y mostrar. Quizás uno espere encontrar allí la clave de la excelencia poética, el aire que dio lugar al fructífero impulso creativo, el rumor que hizo fermentar el estilo... Pero nada, uno solo encuentra el resto, lo superficial, lo que uno puede olvidar en cada mudanza. Ves la biblioteca del escritor y reconoces al instante que ahí tampoco está lo que buscas. Libros y papeles, nada más. Uno mira el escritorio, la mesa con la pluma o la máquina de escribir, y espera, espera, espera... Al final, falta algo. Si lo que buscas no aparece en los detalles, a lo mejor brota del todo, del conjunto. Pero nada, al final descubres que aquello que buscabas es una forma de ausencia, aquello que sobrevuela las palabras, aquello que las une, ese aroma de la imaginación tan escurridizo. 

viernes, 14 de octubre de 2022

Los relojes del poder

    


    Hoy hay relojes analógicos y digitales de gran precisión. Los teléfonos inteligentes actualizan la hora de forma automática. Se acabó lo de dar cuerda, aunque la cosa tenía su encanto... Hasta los relojes de las iglesias y los ayuntamiento nos dan bien la hora. Y te puedes poner mil alarmas para que te avisen de lo que tienes que hacer. Vivimos muy alarmados. Sigue habiendo timbres y bocinas para entrar en clase o en la fábrica. Un minuto de desfase y nos ponemos muy nerviosos. No tenemos excusa. Nadie puede decir que no sabe qué hora es. 

    El tiempo va sobre ruedas hasta que se topa con el poder. Porque el tiempo pertenece a las instituciones que administran nuestras vidas, en lo político y en lo económico. Los mecanismos de precisión para medir el tiempo fueron creados para controlar los ritmos de producción y los transportes de mercancías. Lograron que todos lleváramos amarrado al cuerpo un reloj, de bolsillo o de pulsera, pero todos con una cadena. Decir que ha salido el sol o que está anocheciendo es tan impreciso y antiguo que ya solo lo encontramos en la poesía. 

    El poder gestiona su tiempo y el nuestro. Hay veces que todo va muy rápido, con plazos férreos, como cuando te ponen una multa o tienes que pagar impuestos. Ahí el tiempo es oro. Los plazos para pagar o solicitar ayudas son claros. El que se duerme se busca un problema. La convocatoria es clara. Está escrito y publicado. El desconocimiento de la ley no nos exime de su cumplimiento. Para talar los árboles que molestan o son un "peligro" tampoco hay demora. Primero los cortan y luego argumentan.

    El tiempo propio del poder es otro asunto. Las cosas de palacio van despacio. Cuando tú vas con la lengua fuera para llegar al trabajo, los presidentes y diputados se hacen los remolones o juegan al escondite. Mientras tú pierdes una ayuda por haber presentado tarde un papel, el órgano que coordina a los jueces, nada más y nada menos, sigue sin ser renovado como la ley establece. Para nombrar un defensor del ciudadano o un interino a tiempo tampoco hay prisa. Los intereses económicos y políticos convierten los segundos en años, como en las películas de ciencia-ficción, cuando nos acercamos a un planeta muy masivo o viajamos a velocidades muy altas. 

    En palacio todo se vive de otra forma. Pedir un permiso de obras puede dar lugar a una espera que roce la eternidad, ya sea para abrir un negocio o para instalar unas placas que nos recuerden a los que murieron en los campos de concentración. Se ve que los ciudadanos, por mucho que lo intentemos, somos incapaces de entender esa física del tiempo burocrático, o esa metafísica, quién sabe. El poder siempre tiene una explicación para que sigas en la lista de espera o para que pagues el recargo de la sanción.

    A un trabajador se le pide que llegue a tiempo. Y se invoca la responsabilidad y la seriedad. En palacio todo eso da igual. Nadie se hace responsable de las tardanzas, aunque pongan en evidencia la falta de dignidad democrática. Viven atrapados en la maquinaria de adquisición y conservación del poder, que todo lo justifica. A los demás solo nos queda esperar, otros seis meses más, a que todos los permisos estén en orden para instalar las Stolpersteine; esperar a que se nombre a un Defensor del Ciudadano; esperar a que se renueve el Consejo General del Poder Judicial; esperar a que nombren al doctor que falta; esperar a que nos devuelvan el tiempo perdido.

martes, 11 de octubre de 2022

Clasificar, ordenar y cuantificar

  
Ilustración de Luis Miguel Morales "Moga"

     
El término científico aparece todos los días en los medios de comunicación. Todo el mundo valora la ciencia, pero no siempre se tiene claro en qué consiste esa praxis científica. La editorial sevillana Senderos ha publicado La ciencia, sus imágenes, sus conceptos, del matemático y filósofo Javier de Lorenzo, una obra que de forma rigurosa, crítica y creativa nos acerca al hacer científico y nos empuja a seguir investigando.

    Para explicar y comprender la physis, la naturaleza, los científicos construyen conceptos. La ciencia que hoy desarrollamos arranca en el siglo XVII, con su imagen mecanicista del universo. El reloj se presenta como el mecanismo ideal. A partir del siglo XIX aparece otra imagen, gracias al dominio de la electricidad y el calor, con la locomotora como modelo de artefacto dinámico movido por un motor interno. El hacer científico se va a desplegar dentro de esas imágenes de la realidad. Son metáforas-raíz que contienen valores, ya que establecen lo que debemos observar y manipular.

    Dentro del mecanicismo hay tres hipótesis que hacen posible la ciencia. Existe una realidad física independiente del sujeto. Esa realidad posee una estructura matemática. Y es posible obtener conocimiento objetivo de parcelas de esa physis. Para conocer la naturaleza, es preciso experimentar, llevar acabo algún tipo de manipulación agresiva de la realidad. La praxis científica consiste en elaborar conceptos y artefactos técnicos. Entre ambos hay una interacción constante. Cuando relacionamos conceptos de forma coherente para explicar un conjunto de fenómenos, surgen las teorías.

    Según Javier de Lorenzo, clasificar, ordenar y cuantificar son los tres procesos que subyacen a la praxis científica. Son tres procesos necesarios en la ciencia que dan lugar a tres tipos de conceptos: clasificatorios, comparativos y magnitudes. La ciencia no solo cuantifica. “El paso de conceptos clasificatorios a magnitudes a través de los comparativos se considera uno de los grandes logros científicos.” Hay ciencias, como la antropología, que solo utilizan los clasificatorios. La psicología recurre tanto a los clasificatorios como a los comparativos. Y la física, la química, la biología… usan los tres, clasificatorios, comparativos y magnitudes, por eso son las ciencias por excelencia. Así pues, según el tipo de conceptos, habría tres clases o tres niveles de ciencias.

    En el libro hay dos enfoques: el estructural, que analiza los requisitos formales (lógicos); y el genético-epistemológico, que aborda el surgimiento de esos conceptos a la largo de las historia de la praxis científica. El enfoque formal nos permite saber qué es una buena taxonomía, por ejemplo, si cumple los criterios lógicos necesarios y si es útil para describir cierta parcela de la naturaleza. De nada sirve una clasificación u ordenación incoherente o arbitraria. A lo largo de texto aparecen múltiples ejemplos, como los grupos sanguíneos o la tabla periódica de los elementos. Javier de Lorenzo insiste en las implicaciones filosóficas, científicas y sociales que conlleva la elaboración de una clasificación determinada.

    Tras la clasificación y la comparación viene la cuantificación. “La conceptualización cuantitativa se ha estimado como la auténtica creación del hacer científico.” Javier de Lorenzo explica los tipos de magnitudes, su estructura formal, y los problemas prácticos que genera la medida. Las magnitudes básicas forman una red o malla, lo que genera relaciones y leyes. El marco del mecanicismo, el surgimiento de los estados modernos y el capitalismo condicionan ciertas elecciones de la comunidad científica, como el sistema universal de medidas. En el libro explica cómo han ido surgiendo las medidas de longitud, masa y temperatura, dentro de determinados marcos conceptuales y sociales.

    Cuando aborda cómo se han construido los conceptos científicos a lo largo de la historia, queda bien claro que el hacer científico es una labor abierta, inacabada, en la que se requiere un gran trabajo y una gran imaginación. Además, el hacer científico se desarrolla en sociedades concretas. Así que múltiples factores inciden en su desarrollo. Según los tipos de conceptos que utilicemos, realizaremos diferentes comprensiones de la naturaleza y del ser humano. Los conceptos hacen posible ciertas técnicas, que su vez estimulan la creación de nuevos conceptos. Y una reflexión final del autor. ¿Es todo cuantificable en la physis? ¿Se reduce la matemática a la cuantificación? La respuesta es clara: “La creación matemática no se limita a la cuantificación.” Además de la medición, para comprender la physis, el científico maneja estructuras como las topológicas y las algebraicas.

domingo, 11 de septiembre de 2022

Estado de alarma: ¿prohibir una conferencia de Olona?

Obra de Chiharu Shiota

      Las universidades y los medios de comunicación son espacios para la argumentación libre y plural. Son los lugares en los que se forma la opinión pública. Sin ellos, cualquier tipo de democracia carece de sentido. Y es necesario que aquellos que se dedican directamente a la política acudan a exponer sus argumentos y sus ideas. De la misma forma que es impensable una prensa que no sea plural y libre, tampoco puede existir una verdadera universidad si no es abierta. Prohibir nunca es el camino. Si tan erróneas son algunas posiciones ideológicas, habrá que refutarlas con la palabra, con razones y datos. 

   Como es lógico, los límites que posibilitan ese pluralismo vienen establecidos en la legislación vigente, desde la Constitución y los códigos hasta los reglamentos concretos de las instituciones. Hay que escuchar en esos foros a los que abandonaron la violencia y cumplen las normas, a los que tienen otro modelo de Estado o de política económica y cumplen las normas, a los que quieren cambiar las normas, pero cumplen las normas... Ahí tenemos los derechos fundamentales. Y prohibir una conferencia no parece que sea muy coherente con ellos. 

    Cuando veo interrumpir a gritos una conferencia, sin dejar hablar al orador, sea de la tendencia que sea, creo que algo no se ha comprendido bien. Que hable, y luego comprobaremos si lo que dice es razonable y se atiene a las normas del método científico y del sentido común. Que hable, y luego veremos si tenemos un teoría mejor, que explique mejor los hechos o que oriente mejor nuestras acciones. Escuchar, hablar, preguntar, y buscar contraejemplos, contradicciones, falacias...

    Los que son partidarios de prohibir deben tener muy claro todo. Quizás posean la verdad absoluta... Lo de llamar fascistas o comunistas a los que no deseamos escuchar no parece la mejor estrategia. Más bien parece una carencia. Etiquetamos para no tener que pensar sobre temas concretos. Pensar con tópicos y prejuicios es muy fácil. Lo difícil es ser prudentes, tolerantes y justos para separar el grano de la paja. La complejidad política requiere hablar de leyes concretas. Y la universidad es un buen foro para ello, si tenemos en cuenta que hay expertos juristas que buscarán la mayor objetividad y los razonamientos impecables. El asunto de la posible inconstitucionalidad de los estados de alarma ha generado un debate que puede ser muy enriquecedor y dar lugar a una mejora de la legislación vigente.

jueves, 8 de septiembre de 2022

¡Que le corten la cabeza!

Alicia en el país de las maravillas, de Tim Burton

     Las monarquías nos fascinan, aunque en el fondo sean cabezas normales y corrientes debajo de coronas relucientes, con sus oros y piedras preciosas. No hace falta caerse en una madriguera o atravesar el espejo para encontrarse con esos seres únicos, avalados por la sangre, la tradición o los parlamentos. Ya no tienen tanto poder como antes, cuando reunían en su persona la capacidad legislativa, ejecutiva, judicial y mucho más. Su poder ha mermado, pero no ha ocurrido lo mismo con sus riquezas. Las monarquías nos fascinan porque parecen de otro mundo, de los libros, de las viejas leyendas, donde el tiempo, la vida y la muerte transcurren de otro modo, como si no tuvieran nada que ver con la miseria de los días y las noches. Las monarquías permanecen, frente a las estaciones o el cambio de los vientos. Nos fascinan porque están próximas a la divinidad, a la eternidad y la pureza, aunque nadie te haya elegido o vengas de narrar la actualidad más deprimente en el último telediario. Son ricos y bellos, con sus protocolos y saludos... Y al fascinarnos parecen bloquear nuestra inteligencia, tan crítica para otros asuntos. Nos da igual que esa institución choque con los principios de la democracia. Son de otro mundo, a pesar de aparecer en la revista Forbes... Son instituciones que anulan a las personas. Las convierten en símbolos del Estado, en mitos de las naciones, en modelos perfectos, en títeres al servicio de las viejas fuerzas... Las convierten en objetos. Por eso, además de la indignación republicana, sentimos compasión y tristeza por la vida que no pudieron vivir.

martes, 6 de septiembre de 2022

¿Estamos preparados para que nos gobiernen?

    

    Todos los partidos están preparados para gobernarnos. Siempre lo están. Exhiben una autoestima que no parece de este planeta. Y por si fuera poco, disponen de una serie de conocimientos innatos que lo abarca todo, desde la geología a la robótica. Empiezan el curso ya sabiendo los temas, con la nota máxima ya fijada. Cuando hay elecciones a la vista, el mundo parece que funciona al revés. Y siempre hay elecciones a la vista... Las maquinarias del poder, los partidos, están engrasados, con la I.T.V. semanal superada, preparados para gobernarnos. Ya saben que lo van a hacer muy bien. Todos mejor que los otros, por supuesto. Y prometen que van a escucharnos. Aunque lo de escuchar llama la atención, si ya lo saben todo y tienen todas las medidas a punto.

     Que nos pregunten mejor si nosotros estamos preparados, si estamos dispuestos a soportar otra vez la maquinaria electoral a pleno rendimiento, si estamos preparados para aguantar sus enfrentamientos estratosféricos… Dan por hecho que les estamos esperando con los oídos abiertos, que echamos de menos esa lucha a muerte por el poder, que no podemos vivir sin sus frases y fotos espectaculares. Creen que no hay vida más allá de su palestra y que la gente no tiene otras cosas que hacer.

    Para saber si estamos preparados, no basta con consultas ficticias y paternalistas, reuniones en las que se dice a todo que sí para que veamos lo bien que se nos escucha. Las asambleas precocinadas no nos sirven de mucho. Cuando dicen que están preparados para gobernarnos, me entran escalofríos. A mí me suena más a amenaza que a otra cosa. Vamos, que os vais a enterar todos…

    No estamos preparados para una campaña como las de siempre. Con la que está cayendo, con la inflación, las facturas, la falta de recursos en sanidad, la sequía, el paro… Así no estamos para que nos gobiernen, de buenas a primeras, sin un entrenamiento especial. No están las cabezas para descifrar siglas, entender divisiones, calibrar falsas promesas y aguantar discursos de superestrellas. No estamos preparados para saber lo importantes que somos los jerezanos y jerezanas. No estamos preparados para que nos digan quiénes somos y qué queremos. Cuando lo estemos, ya avisaremos.

martes, 23 de agosto de 2022

Superioridad disuasoria

 

    Parece ser que estamos rodeados de potenciales enemigos, por el sur, por el este... Así que hay que rearmarse hasta los dientes. ¡Que vengan destructores para reforzar nuestra posición y la fidelidad al bloque! Y compremos cazabombarderos a los americanos antes de que les caduquen. Aviones para apagar incendios no, ni hablar. Y es que la percepción del riesgo es muy flexible, es decir, manipulable. Por lo visto los ecologistas y los pacifistas son unos irresponsables, con las cabezas llenas de pájaros... Como los del sur y los del este nos vean flaquear, nos invaden y destruyen nuestra gloriosa civilización. Hay que ser más que los otros, más que nadie, para que no se atrevan a hincar el diente a nuestros manjares. No están invitados al gran banquete de la civilización. Reducir armamentos, reducir emisiones contaminantes... Con esas ideas peregrinas no mantenemos la superioridad disuasoria. Pero a lo mejor la gente quiere menos listas de espera para curarse, o menos alumnos por aula, o empleos decentes... El riesgo de la pobreza, el riesgo de ver los pueblos abandonados, el riesgo de los incendios, el riesgo de los trabajos basura, el riesgo de no poder pagar la luz o el gasoil y tener que cerrar tu negocio... Todo eso puede esperar, no hay prisa. Son exageraciones de los radicales. Lo primero es la superioridad disuasoria. Los ciudadanos sensatos no se alteran por esas paranoias de comunistas. Los ciudadanos sensatos quieren más destructores, más vallas, más F-35. La gente no para de pedir F-35, en la calle, en la plaza de abastos, en el hospital, en el colegio... Y algo parecido debe ocurrir en el sur y en el este. Allí lo prioritario también es sacar pecho, armarse como es debido. La gente del sur y del este también quiere más aparatos para matar. Qué fácil es meter el miedo en el cuerpo para que los mecanismos de la autodestrucción sigan bien engrasados...

https://www.lavozdelsur.es/opinion/superioridad-disuasoria_281810_102.html

viernes, 5 de agosto de 2022

Unidad de medida natural

 

 Cuando las aguas se retiran, aparecen los escombros y ruinas. Las alfombras del progreso no dan abasto. Debajo ocultamos las contradicciones de un modo de vida insostenible, basado en la ingenua creencia de que la naturaleza es infinita. Nuestras varas de medir ya no sirven. No funcionan porque las ignoramos. Miramos para otro lado. Hay que volver a observar los restos de la naturaleza para ver qué nos muestran. Los árboles suelen reflejar bien lo que ocurre. Y lo hacen precisamente cuando intentamos aniquilarlos. Del mismo modo que la sierra hace emerger los anillos del tiempo, los pantanos convierten a los árboles en indicadores del nivel de consumo y de la capacidad que tiene el entorno de soportarlo. 


sábado, 30 de julio de 2022

Huella energética

Ha bajado por el camino polvoriento, por la senda que recorren las máquinas. Será porque la miel no anda lejos. El cerco se estrecha para todas las bestias, también para los humanos. La naturaleza es un viejo sueño, una pesadilla que nos recuerda en qué consiste nuestra lógica implacable: necesitamos dos universos para desarrollar esta civilización. Las huellas sobre el polvo calcinado atraen la atención del caminante. Hay una mezcla de miedo y admiración que nos paraliza. Son seres de otro mundo. Al fondo, suena el zumbido de las máquinas, mientras las huellas guardan un silencio inquietante. Ha bajado por el camino, por donde circulan los constructores de bienestar y los ociosos paseantes que disfrutan de él. 

martes, 26 de julio de 2022

Tiempos de lectura

 Mientras intentabas saber quién era el asesino, se te ha ido la tarde. Ni sabes dónde has estado. Has vivido en otra época, muy lejana, tan distante que te cuesta reconocer tu propio entorno. Has habitado otro tiempo. Con las llamas de fondo, has recorrido paisajes helados, glaciares, lugares de relojes congelados. Mientras te adentrabas en la selva, se te ha ido la noche. Ni sabes dónde están los astros. El poema te llevó al interior del tiempo. Te has dejado llevar, como trastornado, por metáforas antiguas. Y has perseguido al héroe hasta donde el sueño te lo ha permitido. Con las guerras de fondo, has imaginado mundos habitados por verdaderos seres humanos, gentes capaces de hablar y escuchar a cualquiera. Y has releído esos pasajes con toda la ingenuidad del mundo. Has viajado al corazón del tiempo, para huir de las tinieblas. El universo es infinito cuando lees. Ni el espacio ni el tiempo se acaban. Tú los creas. La mirada del poeta te ofrece ese poder. Por eso relees sus versos. Con los precios de los combustibles de fondo, has viajado más que nunca, a una velocidad desconocida, con un destartalado vehículo. De vez en cuando, levantas la vista para reconocer tu casa y tu cuerpo, pero sigues atravesando historias y sintiendo lo que las palabras rezuman. Estás fuera del tiempo, eres el tiempo.

martes, 21 de junio de 2022

El camino

 

  
    Si no han leído todavía El camino de Miguel Delibes o El disputado voto del señor Cayo, háganlo cuanto antes, o el discurso que realizó para entrar en la Real Academia de la Lengua... En esos textos aparecen anunciados muchos de los problemas que hoy nos atormentan. Delibes era cazador y conocía la tierra. Ya vio lo que se nos venía encima, con tanto progreso altanero, con tanta soberbia tecnológica. Parece que solo sabemos construir si primero hemos aniquilado. Y que, de tan modernos que somos, lo viejo y arraigado nos sobra, nos ofende. Así que no dudamos en talar los árboles que estuvieron en esa plaza durante décadas. No nos importa su sombra, ni su luz. El progreso consiste en destruir lo vejo para construir lo nuevo. Esa es toda la ética que conocemos, la que nos ha llevado a los incendios de Zamora y la que nos lleva al deshielo. Es la misma línea argumental:  los árboles viejos talados en una plaza de Jerez de la Frontera y los árboles calcinados en Castilla. No hemos aprendido nada. El progreso nos llevó a abandonarlo todo, incluso la poca sensibilidad y cordura que nos quedaba. Cuando se vayan a dormir, piensen que es la última noche en la Tierra, porque mañana se marchan en busca del progreso. Y si les cuesta dormir, como al protagonista de El camino, piensen en lo que fuimos.

sábado, 18 de junio de 2022

Jornada de reflexión

 Nadie puede interferir en la reflexión del ciudadano preparado para votar. Sería un acto descortés. Lo importante es saber elegir con autonomía. Hay que pensar en todo, en uno mismo, en Andalucía, en España, en Europa... Elegir no es fácil. Y menos aun si de lo que se trata es de mejorar el universo. Piensen en lo que podemos perder, la dignidad. Piensen en lo que podemos ganar, la dignidad. Nos piden que pensemos hoy, como si fuese la primera vez. Ya hemos pensado en estos asuntos muchas veces. No todas las opciones son iguales. Queremos una sociedad donde todas las personas puedan vivir, una sociedad en la que se respeten los derechos fundamentales que aparecen en la Constitución. El sentido común nos dice que esos derechos son innegociables. No se dejen llevar por esos eslóganes que parecen solucionar todos lo problemas al pronunciarlos. Piensen en el camino recorrido. Quizás empezó con la Revolución Francesa, o mucho antes. Ahora no podemos volver atrás, al antiguo régimen, al feudalismo, a un mundo con privilegios de clase, con fanatismos y exclusiones, un mundo que no conoce los principios básicos de la humanidad. Hoy nos toca pensar y mañana votar. No se dejen engañar por los símbolos o los colores, porque nada tienen que ver con las necesidades reales de los ciudadanos. Aunque suene extraño, seguimos en lo mismo, en encontrar la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero hay gente que no lo ve así. Hay propuestas que nos mandan al mundo de las cavernas. Quieren que volvamos atrás, a esas sociedades en las que manda el más fuerte y el más ignorante... Han recuperado rancios dogmas, pensamientos muy alejados de las democracias modernas. Reflexionen sobre lo que nos viene encima, gente atrapada en símbolos arcaicos y tradiciones hace tiempo superadas. El camino de la justicia y la libertad es más difícil. Requiere tiempo. 

martes, 14 de junio de 2022

Preparados para saber elegir

    
Dibujo de Domingo Martínez
    
    El modo de vida actual nos obliga a elegir cada vez más. Hay que rellenar muchos documentos y escoger entre diferentes opciones: qué quiero estudiar, qué tipo de contrato, qué modo de pago, qué tipo de motor, qué modelo de móvil, qué color de pelo, qué menú… Vivimos en sociedades complejas, abiertas y plurales, donde la libertad de elegir se ofrece como un valor incuestionable. Dicen nuestros mayores que en sus tiempos no había tantas opciones, apenas elegían en sus vidas. Hoy es todo lo contrario, nada parece simple o sólido. La libertad se ha burocratizado. Somos un formulario, de papel o digital.

    Una de las posibles definiciones de educación puede ser: guiar para poder y saber elegir. Los contenidos, procedimientos, actitudes y el desarrollo de las competencias tienen como único fin hacer posible una elección racional. Afrontar un problema implica pensar y elegir los mejores medios para solucionarlo. Educar no es rellenar un recipiente. No es un trasvase de datos. No es dar forma a una materia en estado bruto. Educar es indicar una ruta, acompañar en el camino de búsqueda, compartir el desasosiego y la incertidumbre. Los educadores no construimos ni diseñamos personas. Aconsejamos al que inicia el viaje. Le mostramos qué señales debe tener en cuenta y cómo interpretar los símbolos. Enseñamos el camino, el método, para hacer frente a las dificultades teóricas y prácticas que la existencia nos ofrece.

    Siempre hay un debate sobre lo que nuestros alumnos necesitan saber para desenvolverse en la vida. Nadie llega a un acuerdo sobre qué contenidos son imprescindibles. Sobre los procedimientos y competencias quizá haya menos dudas. Envejecen mejor. Los datos y las teorías pueden quedar desfasados, las capacidades y habilidades no, ya que sirven para resolver múltiples problemas. Y las actitudes y valores… Hay quien los descarta. Considera que no se enseñan, o que no son necesarios para saber decidir.

    Existen diferentes contextos de elección, múltiples esferas situadas en el espacio que establecen las coordenadas de lo público y lo privado. Pocos asuntos son solo privados o solo públicos. La mayoría de las elecciones privadas poseen resonancia pública, afectan a la vida en común. Elegimos nuestros estudios porque nos atraen, nos gustan, nos apasionan… Nos dan acceso a profesiones que sintonizan con nuestras capacidades y formas de ser. Creemos que en esas actividades alcanzaremos la autorrealización. También se tiene en cuenta si esas profesiones me van a proporcionar los bienes materiales que necesito, el dinero suficiente para pagar las facturas y llevar una vida digna.

    Pero siempre hay algo más. La autorrealización también tiene que ver con la utilidad social del trabajo que uno realiza. Al elegir los estudios, muchas personas señalan que han sopesado qué pueden aportar a los demás, en qué pueden ser útiles para la sociedad. Se sentirán más realizados si son capaces de mejorar el mundo en el que viven. A la hora de elegir, en estos casos, han intervenido también valores éticos y políticos.

    Nunca poseemos toda la información completa para poder llevar a cabo una elección racional perfecta. El error y la incertidumbre son partes del proceso. La teoría de la elección racional ha intentado matematizar esos mecanismos. Son modelos útiles para la ingeniería, la economía y la política. Analizan cómo se soluciona un problema técnico, cómo compra el consumidor, cómo actúa el inversor y cómo vota el ciudadano… Pero no somos algoritmos que maximicen la satisfacción de sus preferencias. Los problemas son siempre complejos, todo está mezclado. Al tomar decisiones se manejan emociones, valores, ideales y cosmovisiones.

    Muchos de nuestros alumnos no solo tienen que elegir estudios estos días, sino que también pueden votar el domingo en las elecciones al parlamento andaluz. Quizás son conscientes de que la elección de sus estudios y profesiones tiene una relevancia personal y social. Pero parece que no es así respecto a las elecciones de los diputados. Ni los hemos preparado para saber elegir ni les hemos mostrado por qué es importante su participación. Casi nadie es consciente de la trascendencia que pueda tener su decisión de ir a votar o no. 
    Como educadores, no hemos sido capaces de hacerles ver que los asuntos públicos son tan importantes como los privados. Y que todo está entrelazado. No les hemos guiado como es debido. No saben interpretar lo que significa todo esto. A lo mejor, el miedo a meternos en política y que nos denuncien por adoctrinamiento nos está llevando a una sociedad sin ciudadanos, sin intereses políticos, de meros consumidores… No hace falta hablar de siglas ni de partidos concretos. Me refiero a mostrarles lo que conlleva ser ciudadano en una sociedad democrática moderna.

sábado, 11 de junio de 2022

La pegatina II

     Ya la han quitado. Justo el mismo día en el que me llegó al buzón propaganda electoral de un partido político distinto. Será un casualidad. De la contigüidad espacial y temporal de dos hechos no puedo deducir una relación causal de buenas a primeras. Pensé, desde mi ingenuidad, que vería envejecer la pegatina. No ha llegado ni a la adolescencia, la pobre. No ha durado ni la mitad de la campaña electoral. Quedan unos restos, los que siempre se resisten a salir del primer tirón. Arrancar una pegatina es un acto técnico que requiere pericia. Con lo fácil que es ponerla... El que la ha quitado no estaba pensando en hacerme un favor y limpiar mi fachada. Si fuese así, no habría dejado esos restos. Es la guerra de los carteles, la lucha por el espacio. Cada vez se ponen menos, pero sigue habiendo disputas. Son como niños, basta que uno ponga elija un sitio para que se le antoje al otro. De repente, aquel insignificante rincón se convierte en el enclave estratégico que todos quieren conquistar. Se trata de una dialéctica espacial, o algo así. El empujón sustituye al argumento. Creen que ahí se van a fijar los indecisos, porque todos los que no han decidido su voto pasan por ese rincón. Si el espacio físico fuese infinito, no tendría gracia. Es lo que ocurre con la red, por eso es más aburrida la campaña en ese entorno virtual. Aunque habrá intentos de piratear los anuncios digitales.... No vaya a ser que los indecisos que visitan esa página...

viernes, 3 de junio de 2022

La pegatina I

 Me ha hecho mucha ilusión ver una pegatina en la puerta de los contadores del agua. Después de tanta red social y tanta pantalla, ver la foto de la candidata sonriente en mi fachada, con sus colores, eslogan y siglas, me ha animado. De las primeras elecciones solo recuerdo eso, mi afán por coleccionar pegatinas de todos los partidos que visitaban mi pueblo, allá en Castilla. Llegaban en un coche empapelado, con megáfonos que dispersaban música estridente y frases incomprensibles para nosotros, los más pequeños. Corríamos detrás hasta que nos regalaban las pegatinas. Misión cumplida. Por eso al ver una pegatina, aquí, en el siglo XXI, en una plaza de Jerez, me da la impresión de que algo conecta esas dos experiencias. Puede ser la ilusión, el pensar que la gente quiere seguir mejorando, que va a escuchar las diferentes propuestas, que va a decidir con el bien común en el horizonte... La pegatinas y los carteles traen el aire festivo de la democracia a las calles. Ya lo sé, quizás sea un ingenuidad infantil, pero no nos queda otra. También he pensado en que la pegatina irá perdiendo los colores, abrasada por el sol. Los discursos serán agrios y vacíos. Los argumentos serán embadurnados de emociones y bajas pasiones.  La pegatina perderá su brillo. Todo el mensaje se irá desdibujando, hasta que empiece a ser molesta, algo que ensucie la pared.

domingo, 29 de mayo de 2022

Campaña

Me presento a votante, independiente, por supuesto. Prometo escuchar todas las propuestas, y pensarlas hasta donde la razón me lleve. Me presento en coalición, unido a todos los que pretendan votar. Me presento de forma interesada, ya que votaré al que me ofrezca las ideas más coherentes, atractivas y sensatas. Si es necesario, meditaré todas las alternativas. Y si no voy a votar es porque nadie se ha molestado en convencerme. Me presento a votante, con todo lo que eso conlleva: descifrar siglas, entender alusiones, atisbar pactos y prever catástrofes. No voy de cabeza de lista. Ningún votante puede ir en primer lugar. No necesitamos primarias. Nos sabemos tan importantes como prescindibles. El día que comprendimos que todo funciona igual, con independencia del número de votantes, nos llevamos un gran chasco. Aunque para muchos fue un alivio envenenado. Me presento a votante en cuanto surge la ocasión. Si veo que canso y aburro, a lo mejor lo dejo. Total, no se va a notar. Y conviene ver caras nuevas. No quiero que piensen que me he acomodado, que me he aferrado a mi puesto de ciudadano. No sé, a veces pienso que no me han entendido, que mi mensaje no es claro. Parece ser que los otros, los absentistas, tienen más suerte y saben comunicar mejor sus perspectivas. Me presento a votante, a ver si sus ideas y programas me eligen. A lo mejor tengo un perfil bajo. Hago poco ruido. Pero si no me presento, quizás sea peor. No sé, volveremos a intentarlo.

martes, 17 de mayo de 2022

La diversidad cultural



    La realidad es múltiple y cambiante, caleidoscópica, porque la materia es dinámica, con distintos niveles de organización. La diversidad humana y cultural es una de las dimensiones de esa complejidad. Transitamos un espacio indefinido entre la unidad y la multiplicidad. Somos parte de un universo material, pero cada ser es único, una configuración peculiar. Somos todos humanos, y todos distintos. Iguales ante la ley, con los mismos derechos, pero arraigados en diversas formas vitales y culturales.

    Hay muchas maneras de acabar con la diversidad. Para empezar, uno puede ser un reduccionista. Son los piensan que todos los niveles de la realidad se pueden reducir a uno esencial. Conociendo las leyes de ese nivel, obtenemos la explicación de todos los fenómenos. Para comprender el funcionamiento del universo, los demás niveles sobran. Con las leyes de la física, por ejemplo, se podrá explicar todo lo que ocurre, desde una reacción química hasta una obra literaria.

    Frente a este monismo reduccionista tenemos a los pluralistas ontológicos. Hay multiplicidad de niveles, cada uno con sus tipos de hechos y sus leyes. De ahí que hablemos también de diversidad biológica y cultural. Y la realidad está constituida de seres individuales. Siempre ocupamos ese espacio difuso que se sitúa entre lo universal y lo particular, la sociedad y el ciudadano, lo común y lo individual. Hay muchas culturas. Y dentro de ellas, subculturas. Hablar de los rasgos de una cultura es una abstracción, una simplificación. Existen tantas formas de vida, tantos estilos, como personas.

    El etnocentrismo, el imperialismo, el dogmatismo y la intolerancia son los mayores enemigos de la diversidad cultural. La cerrazón cognitiva y el ansia de poder suelen ser las amenazas primordiales. Creer que solo hay una perspectiva correcta conduce a las fobias y la exclusión. Hay mucho miedo a ver el mundo desde otra perspectiva. Abandonar nuestras creencias, salirse de ellas, parece que nos asusta. Lo que debería ser enriquecimiento se presenta como caída en un abismo. Los fanáticos e intolerantes no soportan la idea de tener que soltarse unas décimas de segundo de sus amarras culturales. Ese salto a otra perspectiva conlleva un riesgo existencial, apasionante.

    Pero ese brinco se puede dar con naturalidad, como lo hacen los niños. Porque no se trata de valorar la perspectiva del otro, sino de situarse en ella, para ver y pensar desde otro ángulo vital. Al girar la cabeza y ver lo que hemos dejado atrás todo adquiere otro aspecto, otro valor. La realidad no posee un centro, ni perspectivas privilegiadas. Todo es periferia.

    El capitalismo está acabando con la diversidad biológica y cultural. Todo espacio se ha vuelto un recurso. Por eso hay espacios naturales y espacios culturales. La maquinaria vive de la novedad, no de la diversidad. Necesita lo nuevo para atrapar la atención de consumidor, siempre en la cuerda floja y a punto de aburrirse. Toda novedad ocurre dentro la maquinaria. Lo diverso, lo que no encaja en los rodamientos de la repetición disfrazada, es ignorado o transformado mediante el engaño.

    No todas las posibilidades culturales son deseables. Entramos en el terreno resbaladizo de la convivencia. El relativismo cultural, tan atractivo en la teoría, desemboca en dilemas prácticos de difícil solución. Cada cultura es una unidad de significado completa, independiente. Es una forma de ver el mundo. No tiene sentido criticar una costumbre de una forma de vida desde otra distinta. Ni siquiera se puede comprender. En esa crítica utilizamos categorías de una cosmovisión para valorar costumbres construidas con otras ideas, imágenes y valores. 

     Pero hay costumbres que nos parecen irracionales, intolerables para sociedades que se basan en los derechos humanos. También hay modos de actuar en nombre de esos derechos que únicamente han servido para esquilmar el planeta y terminar con formas de vida ancestrales mucho más sostenibles. El silencio es inadmisible cuando se atenta contra la dignidad de las personas. La imposición, sin embargo, suena a imperialismo cultural y etnocentrismo. Solo el diálogo permanente entre culturas puede dar lugar a un aprendizaje mutuo y a un desarrollo en armonía de los pueblos.

jueves, 12 de mayo de 2022

Imagen de un agujero

 La primera vez que me contaron algo sobre los agujeros negros estaba en el colegio. Una asociación de astronomía fue a darnos una charla. Las diapositivas desfilaban ante nuestras miradas. Y nuestros cerebros se aceleraban, o se esponjaban. Aquel grupo llegado de la capital nos traía noticias del universo. Nos hablaban de estrellas, telescopios, velocidad de la luz, Big Bang... Fue un acierto de nuestro profesores organizar aquella actividad. Se nos hizo muy corto. El tiempo encogió, quizás por la velocidad de nuestro pensamiento. Recuerdo que les hicimos muchas preguntas. Nos quitábamos la palabra unos a otros para saber más. Y es lógico, porque cuando te dicen que ni la luz puede escapar de esos objetos supermasivos... Ahora, mediante una red de satélites, han logrado, fotografiar el agujero negro que se encuentra en el centro de nuestra galaxia. No hace falta ser un físico para quedarse con la boca abierta. La inmensidad nos desborda. Es lo sublime. Pensar lo grande y lo pequeño nos deja pasmados. Pero quizás no sea lo más importante. Las distancias, las masas, la gravedad... Detrás de todos esos conceptos está el trabajo de los científicos. Detrás está la matemática. Para pensar en un agujero negro debemos resolver ecuaciones. Y tenemos que ser capaces de imaginar lo que esos números representan. Al hablar de la curvatura del espacio-tiempo necesitamos utilizar la imaginación para llegar a captar qué significa eso de la gravedad. Y recurrimos a la imaginación porque es el atajo que los mortales tenemos para interpretar las diversas geometrías que la razón nos ofrece. Detrás de la imagen del agujero negro está agazapada toda la historia de la ciencia y la tecnología. Harían falta millones de páginas para explicar cómo ha sido posible esa imagen. Lean la Historia del Tiempo, de Stephen W. Hawking. Allí habla de física, de singularidades y relatividad. Recuerden que este gran físico y divulgador también explicó cómo se evaporan los agujeros negros. Es una lectura que a lo mejor nos permite entender qué significa esa fotografía recién hecha por una red de científicos del siglo XXI. El reto técnico y metodológico nos muestra otra vez lo sublime del saber.

domingo, 8 de mayo de 2022

El reloj del poder

 Hay citas a las que no conviene llegar tarde. A una entrevista de trabajo, por ejemplo. El problema no es hacerse esperar, sino la imagen que proyectas al que te observa. Si quieres mostrarte como una persona seria, que organiza su trabajo con honesto interés, es bueno que llegues a tiempo. Y si andas apurado, incluso si apareces fuera de plazo, deberás dar explicaciones, y con fundamento. Porque puede dar la impresión de que eres un descuidado, que tus verdaderos intereses son otros y que todo es una pantomima.  Claro, que aquí tiene la culpa tanto el que espera como el que no aparece. Se ve que no han sincronizado bien los relojes del poder... No se han aclarado a tiempo. Ya sabemos que los acuerdos electorales son complejos, nadie lo duda. Y que hay que hacer encaje de bolillos para que todos estén contentos. Esa es la lógica de los procesos electorales, la maquinaria que siempre está en marcha. El asunto es que esa búsqueda del poder por el poder era una de los elementos que había que erradicar de la vieja democracia representativa. Lo importante eran las necesidades reales de la gente, no los puestos en las listas electorales. Ni siquiera las ideas o los eslóganes iban a estar por encima de esos problemas de los ciudadanos. Y ahora resulta que no sois capaces de unir todas las fuerzas, que no sois capaces de mostrar un proyecto único donde se defiendan los intereses de los trabajadores andaluces. Os habéis vuelto a enredar en la estrategia. No basta con dar cuatro brochazos verdes o rojos. Y menos si se utilizan como excusa para ir cada uno a lo suyo. La apatía del electorado no se elimina llegando tarde ni formando un club a parte. La unidad es una utopía porque ya no es prioritaria. Hay otros intereses, la vieja historia... Además de los programas, os pedimos un diccionario de siglas, para aclararnos con tiempo, no sea que lleguemos tarde a votar o no lleguemos.

sábado, 23 de abril de 2022

Escribir, leer y publicar

Bar La biblioteca
    
    Quizás hoy ya no sea posible elaborar un análisis cualitativo global sobre lo que se publica. Estamos condenados a realizar catas muy limitadas y subjetivas. Ni los libreros llegan a tener una visión global significativa. Datos sí hay, pero son números: lo que se publica, lo que se vende y lo que se lee. Los análisis cuantitativos reflejan muy bien la marcha del negocio, la industria editorial, pero poco dicen del impacto cultural de aquello que se publica. Las revistas y suplementos literarios realizan críticas de una pequeña parte. Habría que leerse todas esa publicaciones cada semana para acercarnos un poco a la realidad. No sé si tenemos claro para qué se escribe, para qué se publica y para qué se lee.

    Se escribe para decir algo. Nadie lo duda. Algunos cuentan historias, otros construyen poemas. Hay ensayos y manuales. La escritura es polimórfica. Detrás de los ropajes del género hay una corriente continua que une a los que escriben: decir es comprender y ser. Incluso los textos más técnicos se nutren de ese anhelo humano. Ganar dinero y ser famoso es algo accesorio para el verdadero escritor. Si tras la buena literatura llega todo eso, bienvenido sea. La auténtica escritura aparece cuando la palabra deja de ser una mera herramienta, un medio para fines externos. No hablo solo de la poesía o la novela. Hay ensayos y manuales tan bien escritos, que la utilidad que proporcionan, incluso siendo importante, queda en un segundo plano. El texto ha de ser un fin en sí mismo, si queremos que enriquezca nuestra tradición.

    Escribir y publicar son dos asuntos muy distintos. Para el verdadero creador, lo primero es necesario y lo segundo no. Cuando es al revés, estamos perdidos. Hay grandes escritores que jamás han sentido la necesidad de publicar un libro. No publicaron nada, ni lo pretendieron. Son los que escriben por el placer de escribir, por necesidad vital, para comprenderse o aclararse (sin salirse del sentido autónomo del texto), pero no para publicar. Los hay que son tan exigentes, que sus obras siempre permanecen inacabadas. En el otro extremo, tenemos a los que solo piensan en publicar un libro, sea como sea y cuanto antes. A estos no les importa mucho lo que escriben. El valor de sus textos viene de fuera, de la resonancia pública que tengan, o de los beneficios que generen.

    No creo ser el único que piensa que se publica demasiado. Hay más escritores que lectores, se suele decir. Todo el mundo publica y da la sensación de que no se lee lo suficiente antes de ponerse a crear. Es tal la precipitación, que nos estamos saltando el protocolo de la calidad. Corregir y reescribir, las veces que sea necesario, son dos tareas imprescindibles. Cuando digo corregir no me refiero a las faltas de ortografía o las erratas. Se corrige el estilo, que incluye el qué y el cómo.

    En el protocolo de calidad también hay que incluir la revisión por lectores anónimos, los pares, y el filtro de los editores. Hay que leer los manuscritos como si nos llegasen de otra galaxia, sin saber si están escritos por seres como nosotros… Solo esa ignorancia puede acercarnos a la objetividad, porque en literatura lo único que importa es el texto. Los buenos editores son grandes lectores y muy críticos. Son necesarios para el avance de la cultura, tanto o más que los catedráticos de universidad. 

    Los lectores parece que estamos exentos de toda responsabilidad en este protocolo de calidad. Somos receptores pasivos de las creaciones literarias. Compramos, consumimos y disfrutamos. Pero no debería ser así. Leer es una forma de estar en el mundo, una forma de ser en el tiempo. Ya sea para divertirnos o para aprender, la lectura es uno de los pilares de nuestra existencia, al menos en nuestra tradición. Llevar una existencia auténtica implica ser exigentes con lo que leemos. En ello nos va la vida, lo que queremos ser. No nos puede dar igual. Al elegir bien las lecturas mejoramos nuestras vidas y las de los demás.

Día del libro

     No hay forma de acabar con los libros. Lo han intentado, pero sin éxito. Ahí siguen, con sus lomos y sus páginas. Incluso abren nuevas librerías. Empezamos a leer por obligación, como si fuese una tortura, y acabamos leyendo por  necesidad, como si fuese algo esencial para ser felices. Claro que podemos vivir sin libros... Y sin ojos, sin cerebro, sin corazón... Solo contienen historias, ideas y cualquier cosa que se nos pase por la cabeza. Así son los libros. Si todos leyésemos más, seríamos mejores personas. Falso, absolutamente falso. Leer no nos convierte en seres mejores. De hecho, leer no nos convierte en nada. Ahí radica su atractivo. Leer es una forma de perderse. Ya sea un relato o una argumentación filosófica, leer implica abandonar este mundo. Y el mundo no es tan malo. Si quitamos las enfermedades, la guerra y la muerte, lo demás es llevadero. Pero los libros... Parece que nos invitan a dejar de vivir. Nos ofrecen muchos mundos, al menos distintos. 

https://www.lavozdelsur.es/cultura/roedores-de-cultura/dia-libro_275723_102.html

martes, 19 de abril de 2022

Formas breves de narrar y de pensar

Diseño de Miguel Parra

    Se han puesto de moda las formas breves de escritura, como el aforismo, el microrrelato y el haiku. No sabemos si la causa es la pereza intelectual, el influjo de las nuevas tecnologías o el deseo generar nuevas formas de expresión que vayan con los tiempos. Se asocia la pereza intelectual al uso de las redes sociales, presas de la velocidad, de lo instantáneo, de lo efímero y lo banal. Que vivimos tiempos acelerados parece que es cierto. No hay tiempo para leer largos escritos. Hasta los intelectuales y políticos usan ya las redes como formas oficiales de comunicación y pensamiento.

    Como suele ocurrir con todos los aparatos y sistemas técnicos, las redes sociales son, para unos, fuente de atolondramiento y, para otros, espacios que impulsan la innovación, el surgimiento de nuevas ideas. Es cierto que estos soportes digitales de información provocan a veces una navegación desenfrenada, poco propicia para textos largos. Pero también lo es que han estimulado las formas breves de expresión, y que podemos encontrar grandes expertos en la concisión, con tientes críticos, irónicos y filosóficos. La gente se ha acostumbrado a leer y escribir ese tipo de textos cortos. Y se valora el ingenio que es necesario para brillar en lo breve.

    Los aforismos y las sentencias, junto con los proverbios, dichos y refranes, han existido desde hace miles de años. Servían para condensar la sabiduría en pocas palabras con el fin de facilitar su transmisión oral. Un buen aforismo permanece en la memoria colectiva para siempre. Que sea bueno significa que contiene un pensamiento profundo, agudo y sugerente, expresado con alguna figura literaria eficaz.

    Hay escritores que utilizan el aforismo como la verdadera expresión del pensamiento. No creen que sea posible ni deseable la construcción de un sistema completo de conceptos, ensamblados como si se tratase de un único edificio. El pensamiento humano no funciona así, a no ser que quieras paralizarlo, detenerlo bajo el peso de una estructura artificial.

    Lo mismo ocurre con los microrrelatos. No son un género secundario. Contar una historia en pocas líneas requiere una gran destreza narrativa. El relato breve reúne todos los ingredientes de la buena literatura. Nos narran algo con lo mínimo. Son capaces de sorprendernos con un giro inesperado. Y estimulan la imaginación con todo lo que sugieren. Cada palabra es necesaria. Nada sobra ni falta en el buen microrrelato.

    Detrás de las formas breves no solo hay una técnica. Cuando uno se las toma en serio, apuesta por una forma de ser, de estar en el mundo. El aforismo, el microrrelato y el haiku son concreciones del minimalismo existencial que exhibieron muchos filósofos griegos y sabios orientales: ser breve en el hablar, ser breve en el existir, abandonar lo innecesario. Estas formas breves son un gesto de la inteligencia, una pincelada certera, una mirada fugaz que atrapa lo esencial.

    Los aforismos y los microrrelatos son buenas herramientas educativas. Ayudan a fomentar la creatividad, desarrollar la imaginación y la inteligencia. Ya existen en los centros de enseñanza muchos concursos de relatos breves, microrrelatos y aforismos. Este curso hemos estrenado en el IES Seritium el I Concurso de microrrelatos ilustrados Miguel Parra. El nombre del certamen es un homenaje al profesor de dibujo Miguel Parra. Hasta su jubilación en 2020, además de enseñar durante muchos años, dejó en IES Seritium muchas huellas de su creatividad, a través del diseño de carteles, logotipos, azulejos, cuadros, viñetas… Este año el concurso se ha ceñido al alumnado de nuestro centro. Quizás más adelante se extienda a toda la comunidad educativa de Jerez. Se pedía a los participantes que contaran una historia en 175 palabras, como máximo, y que acompañaran el relato con una ilustración original, utilizando cualquier técnica de expresión. Se valorará que exista unidad, integración entre la narración y la ilustración. El día del libro sabremos quiénes son los premiados.

martes, 8 de marzo de 2022

Palabra de Homo sapiens sapiens

Creación de Domingo Martínez

    Las palabras nos asombran tanto como una galaxia o una bacteria. Todo hablante experimenta alguna vez la intensa extrañeza que supone utilizar las palabras. De repente, nos paramos y contemplamos los significantes, los signos en el papel o los sonidos en el aire, tan ajenos al significado, al sentido de lo que dicen. Hay algo de sublime, quizás incomunicable, al preguntarnos por la esencia del lenguaje. El microscopio no nos dice nada sobre los significados. 

    Si analizamos el cerebro, encontramos neuronas y conexiones sinápticas, electricidad y neurotransmisores. Ni rastro de los significados, aunque sabemos que están ahí y que brotan de esas enrevesadas redes. Todos los aparatos que tenemos se limitan a localizar la actividad cerebral correspondiente a cada función cognitiva, que no es poco. Sabemos ya mucho sobre dónde se procesa el lenguaje, pero poco sobre cómo se generan los significados conscientes y las cualidades subjetivas de nuestras experiencias cognitivas. Nos asombra que átomos, moléculas, células, tejidos y estructuras cada vez más complejas produzcan eso que llamamos lenguaje y pensamiento.

    Aristóteles dejó muy claro que solo los humanos usamos palabras, necesarias para expresar lo justo y lo injusto. Es lo que nos hace seres políticos. En la ciudad, la polis, se despliega lo esencial de las personas, el logos. Palabra y razón son los pilares de la convivencia. La principal virtud para los ciudadanos ha de ser la prudencia, que implica saber pensar, para elegir el término medio a la hora de actuar, y saber deliberar, para elaborar leyes sensatas.

    Aunque ya desde los orígenes de la filosofía se reflexionó sobre el lenguaje, fue en el siglo XX cuando se produjo el giro lingüístico. Hubo estudios sobre el significado. Unos hablaron de referencia y otros de uso. De los enfoques más semánticos y lógicos se pasó a la pragmática. El lenguaje comenzó a ser el centro de toda la filosofía, desde la metafísica hasta la política. A pesar de la diversidad de enfoques y escuelas, todos parecían coincidir en que la percepción, el pensamiento, la estética, la ética y la política se daban en el lenguaje, a través de las estructuras del habla. Somos en las palabras. El lenguaje es la casa del ser, decía Heidegger. Y Wittgenstein sostuvo que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

    Hablar es constituir una comunidad. El universo simbólico que habitamos se alimenta de un contrato que renovamos cada vez que deseamos decir algo a alguien. Habermas, Adela Cortina y muchos otros autores han conectado directamente las condiciones de posibilidad del lenguaje con el diálogo ético y político. En la acción comunicativa buscamos el entendimiento, el acuerdo, y damos por hecho que aceptamos unos requisitos mínimos del uso del lenguaje. Por eso distinguen entre acción comunicativa, que trata a los demás como fines en sí mismos, y las acciones instrumentales y estratégicas, que se basan en utilizar a los otros como meros medios.

    Uno de los objetivos de la educación es enriquecer esta reflexión sobre lo que nos hace humanos. Conocer y utilizar bien el idioma es una condición necesaria para el pleno desarrollo de las personas. La literatura y la sintaxis nos hacen ser conscientes de cómo nos desenvolvemos con las palabras. Por eso, conocer varios idiomas es tan fructífero desde el punto de vista intelectual. Saber hablar bien es la condición de posibilidad para poder pensar con claridad y dialogar con sensatez.

    Estos días lo podemos comprobar. En las sociedades democráticas son fundamentales los acuerdos, el diálogo constante. Si no hay foros para deliberar, en los que haya un diálogo profundo y simétrico, terminamos rompiendo las reglas básicas de convivencia. Quizás no nos hemos explicado bien… Estudiamos humanidades para analizar y comprender el presente, no el pasado. Acudimos a los griegos porque son la raíz de nuestra civilización y nos siguen ayudando a pensar nuestro futuro como humanidad. Leemos a los clásicos porque abordan con lucidez la trágica existencia humana. Estudiamos sintaxis y lógica para comunicarnos y argumentar sin salirnos de la racionalidad.

martes, 8 de febrero de 2022

Los borradores, las notas y los tachones

  

Fotografía de Domingo Martínez González

     Cuando pides a los alumnos que elaboren un trabajo creativo, su primera reacción es de incredulidad. No se creen que les estés pidiendo algo original, ya sea un relato, un ensayo o un dibujo. No se lo esperan. Pasado ese primer espasmo, te dicen que no, que ellos nos saben cómo empezar, que no tienen imaginación, y que les va a salir fatal, si es que sale algo. Piensan que los libros que leen, los cuadros que contemplan o la música que escuchan han salido a la primera, del tirón, perfectos desde el principio, sin necesitar apenas retoques. Ahí tenemos una labor crucial: lo que tienen delante es el fruto de un largo trabajo creativo, repleto de esbozos, errores, rectificaciones, arrepentimientos y dudas. Detrás hay un enorme andamiaje invisible.         

    Por eso son tan importantes los cuadernos de trabajo de los creadores. Nos demuestran que no son dioses, sino humanos extraordinarios. Son seres capaces de obsesionarse con una idea o un problema y dedicar toda su vida a pensarlo, a resolverlo o reformularlo infinitas veces, hasta que logran algo parecido a una solución.

    El libro que ustedes están leyendo, o su cuadro preferido, es la última versión de una idea que revoloteó dentro de la mente de un creador durante mucho tiempo. Nos surge la duda de si la obra es ese resultado final que ahora contemplamos o el proceso completo, desde que brotó la idea original hasta que compramos la obra. Si incluimos todos los bocetos y borradores, también debemos añadir la recepción por parte del lector, con sus interpretaciones y perspectivas. La obra es un proceso abierto.

        No todos los creadores están de acuerdo con revelar el andamiaje de sus obras. Hay miedo, pudor, o mero desinterés. Los borradores reflejan la intimidad del intelectual, sus dudas, errores y callejones sin salida. Las notas de trabajo y los cuadernos sacan a la luz también las fuentes de donde beben el artista y el científico. Vemos quiénes son sus modelos, reconocidos públicamente o no. Algunos creen que todo esto debe quedar oculto, que es parte de la intimidad del proceso creativo y que no tiene interés para nadie. Incluso puede ser utilizado en su contra, para buscar puntos débiles.

    Hemingway escribió cuarenta y siete finales distintos antes de concluir Adiós a las armas, nos cuentan Anthony Brandt y David Eagleman en su excelente ensayo La especie desbocada (Anagrama, 2022). Nadie puede sospechar, nos dicen los autores, que “una abundancia de opciones dio lugar a la última página de la novela”. En todas las artes hay una infinidad de variaciones y alternativas antes de plasmar la solución final. “Para diseñar el Flea Theater de Nueva York, la Architectural Research Office elaboró setenta fachadas distintas.”

    El libro habla de cómo la creatividad humana remodela el mundo. Así que hay ejemplos de todos los campos. Desde la pintura hasta el diseño de coches o fármacos. La herramienta que utilizamos para innovar es el cerebro, que genera “superabundancia de opciones: muchas no llegan a la conciencia, y de entre las que lo consiguen, son muchas las que sucumben”. Para Eagleman, neurocientífico, y Brandt, compositor, el trabajo creativo se basa en tres operaciones: doblar, romper y mezclar. Todas las innovaciones surgen de estas formas de transformar lo que vemos y recibimos de nuestra tradición. Es evidente que no todo lo que doblamos, rompemos o mezclamos se convierte en una obra definitiva. En el camino quedan muchos intentos, muchos fracasos,  porque para ser innovador y triunfar es preciso ser arriesgado, original… y contar con un contexto social oportuno.

    Conocer los bocetos y las notas de trabajo no solo es bueno, sino también necesario. Acaba de aparecer una edición ampliada de La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva, publicada por el CSIC, de la mano del filósofo Javier Echeverría. Se han incluido 587 notas de trabajo de Ortega y Gasset. Estas anotaciones nos ayudan a conocer la mente creativa del filósofo, sus fuentes, y las modificaciones que llevó a cabo a lo largo del proceso de escritura. Si los libros publicados nos muestran el pensamiento del autor, sus notas y borradores reflejan cómo pensaba. Así, encontramos en esta nueva edición imágenes de los manuscritos, con notas pegadas con celo en el folio.

    En el ámbito de las artes hay cientos de publicaciones que recogen el andamiaje creativo de los artistas. Cuando leía las notas de Ortega y Gasset me vino a la mente otro libro esencial, los Escritos de Marcel Duchamp, editados por José Jiménez para Galaxia Gutenberg. Estas obras tienen valor en sí mismas. Puede ocurrir que ideas descartadas por los autores nos parezcan hoy una genialidad. También nos abren nuevas vías. Senderos que los artistas iniciaron y no transitaron, por no ser el momento oportuno, pueden ser en la actualidad vías fructíferas. Y nuestros alumnos, que desean ser grandes científicos, pensadores, escritores o artistas, deben saber que la creación es apasionante, tanto por lo que se logra como por lo que se descarta, y que ninguna obra nace completa desde el principio.