domingo, 11 de septiembre de 2022

Estado de alarma: ¿prohibir una conferencia de Olona?

Obra de Chiharu Shiota

      Las universidades y los medios de comunicación son espacios para la argumentación libre y plural. Son los lugares en los que se forma la opinión pública. Sin ellos, cualquier tipo de democracia carece de sentido. Y es necesario que aquellos que se dedican directamente a la política acudan a exponer sus argumentos y sus ideas. De la misma forma que es impensable una prensa que no sea plural y libre, tampoco puede existir una verdadera universidad si no es abierta. Prohibir nunca es el camino. Si tan erróneas son algunas posiciones ideológicas, habrá que refutarlas con la palabra, con razones y datos. 

   Como es lógico, los límites que posibilitan ese pluralismo vienen establecidos en la legislación vigente, desde la Constitución y los códigos hasta los reglamentos concretos de las instituciones. Hay que escuchar en esos foros a los que abandonaron la violencia y cumplen las normas, a los que tienen otro modelo de Estado o de política económica y cumplen las normas, a los que quieren cambiar las normas, pero cumplen las normas... Ahí tenemos los derechos fundamentales. Y prohibir una conferencia no parece que sea muy coherente con ellos. 

    Cuando veo interrumpir a gritos una conferencia, sin dejar hablar al orador, sea de la tendencia que sea, creo que algo no se ha comprendido bien. Que hable, y luego comprobaremos si lo que dice es razonable y se atiene a las normas del método científico y del sentido común. Que hable, y luego veremos si tenemos un teoría mejor, que explique mejor los hechos o que oriente mejor nuestras acciones. Escuchar, hablar, preguntar, y buscar contraejemplos, contradicciones, falacias...

    Los que son partidarios de prohibir deben tener muy claro todo. Quizás posean la verdad absoluta... Lo de llamar fascistas o comunistas a los que no deseamos escuchar no parece la mejor estrategia. Más bien parece una carencia. Etiquetamos para no tener que pensar sobre temas concretos. Pensar con tópicos y prejuicios es muy fácil. Lo difícil es ser prudentes, tolerantes y justos para separar el grano de la paja. La complejidad política requiere hablar de leyes concretas. Y la universidad es un buen foro para ello, si tenemos en cuenta que hay expertos juristas que buscarán la mayor objetividad y los razonamientos impecables. El asunto de la posible inconstitucionalidad de los estados de alarma ha generado un debate que puede ser muy enriquecedor y dar lugar a una mejora de la legislación vigente.

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