jueves, 31 de julio de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XV: PASEAR

   Es el momento de recorrer los campos, las montañas y las playas. Nadie saldrá ileso de este recorrido, nadie que observe y piense. El camino nos acerca a lo que somos, lo que somos como civilización. Nadie puede volver sin heridas de ese paseo, nadie que huya de las pisadas de los dinosaurios. No vamos a volver indemnes de un recorrido por las tierras que nos rodean, porque encontraremos las huellas de esas grandes bestias que todo lo devoran. Saldremos con los ojos limpios y volveremos con los restos de nuestra civilización entre las pestañas. Es el tiempo de recorrer senderos y de huir por ellos para terminar hallando el rastro del monstruo que todo lo exprime. A nuestra izquierda, un muro de hormigón para cerrar el paso a las aguas de la montaña. A nuestra derecha, un hoyo profundo, pero al aire, de donde traemos piedras negras. Son grandes pisadas, capaces de aniquilar el espacio de los pequeños roedores. Es el momento de salir de las cuevas y ver de dónde sale lo que devoramos. Encontraremos los restos de nuestro bienestar y los restos de nuestra dignidad. El descanso de nuestros cuerpos, a través de los paseos, nos impregnará de desaliento. Veremos paisajes horribles, toneladas de plásticos, hormigón, suciedad, y desidia. Es el momento de salir y observar. Que nadie dude. Seremos conscientes, si no nos interrumpen los mensajes, de lo que deseamos ser. Será un instante de autoconciencia. 

lunes, 21 de julio de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XIV: MÍMESIS

  Sabe el filósofo que en la sociedad del espectáculo mimetizarse es una forma de resistencia. Quieren los poderosos que el pensamiento crítico se convierta también en espectáculo, en circo. Les encanta poder convertir los gritos en marcas y la ideas en logotipos. Huir del espectáculo sin dejar de roer los cables del sistema, ésa es la única forma de resistencia. El artista tiene que parecer un artista. El escritor tiene que parecer un escritor. Mientras los productores del espectáculo confían en el control de todas sus imágenes, el artista mordisquea los cables delante de sus cámaras. Mira el productor de imágenes y sólo ve sus imágenes, sus títeres. Mira el roedor y sólo ve formas de llegar a los enchufes y al transformador. Mientras los artistas oficiales duplican el mundo para ser doblemente dominado, el roedor envía mensajes ocultos con instrucciones sobre la infraestructura eléctrica del sistema. El roedor nunca se va, sólo se diluye entre las grietas olvidadas por los amigos del hormigón. El roedor nunca tiene prisa porque sabe que hay muchos cables, demasiados. Y roerlos todos va a ser una tarea infinita.

miércoles, 9 de julio de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XIII: RUINOSO MECANISMO DE PENSAR.

  Sabe el filósofo que es imposible escapar de esta maquinaria infernal, de este ruinoso mecanismo de pensar, como lo sabían Hölderlin, Thomas Bernhard, Nietzsche, Wittgenstein... Pensar siempre ha sido una ruina, para uno mismo y los demás.  Los Estados nos protegen de esa degradación interna ofreciéndonos tedio y aburrimiento sin piedad. El tedio paraliza este mecanismo. Lo va frenando. Menos mal que el Estado sabe lo que es ruina y decrepitud. Menos mal que aplica todo el saber acumulado en esa tarea: paralizar nuestra ruina interna. Porque pensar nunca ha traído nada bueno. Produce inestabilidad y desasosiego entre los consumidores. Y el consumidor ha de estar tranquilo y no dudar, jamás dudar. Este ruinoso mecanismo ha de ser estudiado por las instituciones; ha de ser medido; ha de ser calibrado; ha de ser cartografiado; ha de ser liquidado; ha de ser manipulado. Todas las artes y todas las ciencias están al servicio de un Estado que, obsesionado por aburrir a las masas, se destruye a sí mismo. Nada bueno viene del pensamiento. Nada bueno. Que las novelas sean lineales. Que los cuadros tengan sentido. Que los artistas no hablen latín. Que los músicos repitan un estribillo. Que los poetas rimen. Que todo cuadre desde el principio. Este ruinoso mecanismo de pensar podría conducirnos a la política. Nos transformará en seres radicales que desearán participar y hablar. Nada de eso es bueno. Tarde o temprano los artistas y los filósofos acaban en la demencia más horrible. Y cabe la posibilidad de que sea una demencia divertida...