lunes, 31 de agosto de 2009

CIENCIA Y CIUDADANÍA

La materia de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos ha generado mucho debate, quizás demasiado. Enredados en ese conflicto moral y político, nos hemos olvidado de otra materia nueva para el Bachillerato: Ciencias para el Mundo Contemporáneo.

Cuando se propone un cambio en el sistema educativo es porque alguien ha detectado una carencia o un problema. Aunque ese alguien sea una incógnita, pues a los trabajadores de la enseñanza no se les consulta muy a menudo... Sin embargo, el sentido común crítico es suficiente para descubrir una contradicción o una grieta del edificio. ¿Por qué nacen, entonces, estas dos asignaturas?

Que los ciudadanos de una sociedad democrática desconozcan los principios básicos del sistema político es inadmisible. Para disfrutar de libertad y justicia conviene conocer principios esenciales de nuestra Constitución como los derechos fundamentales o la separación de poderes.

Del mismo modo, que los ciudadanos de una sociedad democrática, del conocimiento y la información, ignoren los principios del sistema científico y tecnológico es igualmente inadmisible. Si desconocemos cómo funciona el entramado tecnocientífico no podemos ser personas críticas y responsables ante el desarrollo tecnológico.

La conexión de estas dos materias debería ser evidente. Ambas tratan de establecer las condiciones necesarias para que los ciudadanos participen de forma crítica en la construcción de nuestra sociedad.

La materia de Ciencias para el Mundo Contemporáneo puede, como todas, enseñarse de varias formas. Si nos contentamos con divulgar conocimientos científicos para mejorar nuestra “cultura científica”, entonces habremos fracasado. Si tratamos al alumno como un receptor pasivo de la investigación científica, lo estaremos convirtiendo en un mero consumidor de la ciencia. ¿O es eso lo que se pretende?¿Servirá esta materia únicamente para justificar los proyectos que otros deciden sin consultar a los ciudadanos? ¿Servirá para diseñar consumidores dóciles y bien informados que asuman cualquier dirección de la investigaciones?

Espero que no. Espero que se muestre que la política científica de los Estados se constituye a través de las decisiones que alguien toma. Espero que se muestre que podrían existir otros proyectos de investigación que hoy no existen. Espero que se explique cómo se financian los proyectos y que se aclare si esas investigaciones están al servicio de la comunidad o al servicio de ciertas oligarquías.

Al ser una materia común para todas las modalidades del Bachillerato, vendrá bien para acabar con esa brecha que existe entre las “dos culturas”, la de humanidades y la de ciencias. Hoy los investigadores de un campo ignoran a los del otro. ¿Cómo es posible que un licenciado en Historia diga con orgullo que no le interesa la historia de las ciencias? ¿Es posible comprender nuestra tradición sin conocer el surgimiento y desarrollo de la matemática o la biología? Los humanistas que desprecian el conocimiento científico caen en una contradicción. ¿Cómo podemos comprender qué es el ser humano si dejamos a un lado uno de sus mayores logros?

Las ciencias nos ofrecen la posibilidad de conocer y transformar la realidad a través de la razón y la experiencia. Todavía estamos desplegando el programa ilustrado. Y según ese ideal, la razón debe librarnos del fanatismo, de la superstición y de toda dominación. El método científico aplicado con prudencia es la mejor herramienta para diseñar una sociedad libre, justa y con niveles sostenibles de bienestar. Siguiendo con ese impulso ilustrado, aún queda la tarea de extender la democracia participativa a todos los ámbitos sociales. Los ciudadanos debemos decidir qué es lo que necesitamos; los expertos nos dirán cómo alcanzarlo.

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