martes, 9 de diciembre de 2014

UTOPÍA DEL SILENCIO

“En agosto de 1991, Alexandre Grothendieck, a quien todo el mundo consideraba el matemático más lúcido del siglo XX, un hombre por cuya agudeza y profundidad se comparaba con Albert Einstein, de un día para otro quemó 25.000 páginas correspondientes a sus escritos. Acto seguido, sin decir nada a nadie, se fue de su casa rumbo a los Pirineos y no se le volvió a ver.” Así comienza el libro de Amir D. Aczel “El artista y el matemático. La historia de Nicolas Bourbaki, el genio matemático que nunca existió.” (Gedisa. 2009) En sus páginas encontrarán tanto el contexto social como el contexto creativo en el que se desenvolvió Grothendieck, que murió hace unas semanas. El autor realiza un recorrido que va desde la fundamentación de las matemáticas (con la teoría de conjuntos) hasta el estructuralismo de la lingüística y la antropología, pasando por el cubismo… No se trata de una biografía, sino de un ensayo sobre el grupo Bourbaki.
Miguel Parra
          La infancia de Alexandre (1928-2014) estuvo marcada por los campos de refugiados y la violencia. Sus padres, revolucionarios anarquistas, lucharon contra el totalitarismo en varios frentes, incluida nuestra guerra civil. A pesar de todo, pudo dedicarse al estudio de las matemáticas en las escuelas cercanas a los campos de refugiados franceses, en los que estuvo con su madre (su padre murió en Auschwitz). Muy pronto se interesó por las definiciones de los conceptos básicos y sorprendió a algún profesor con demostraciones que nos estaban en los libros…
         Después de la guerra en Europa, 1945, se fue a vivir con su madre a un pequeño pueblo cerca de Montpellier, donde realizó sus estudios universitarios mientras sobrevivían con escasos medios. Tras solicitar una beca e impresionar a sus evaluadores fue a París. Como su formación matemática había sido irregular, tuvo que esforzarse al máximo para seguir los cursos de posgrado. En París conoció a un grupo de pensadores que pretendía refundar toda la matemática, con  Henri Cartan y André Weil entre ellos.
         Alexandre Grothendieck formó parte activa del grupo Bourbaki y realizó importantes avances en geometría algebraica. Visitó universidades extranjeras. Le concedieron la medalla Fields y tuvo el IHES (Institut des Hautes Études Scientifiques) a su disposición para seguir investigando. Pero las cosas empezaron a enredarse, tanto desde el punto de vista matemático como político. Creía que la teoría de conjuntos era demasiado limitada y que Bourbaki debía tomar la teoría de las categorías, más abstracta y general, como fundamento. Sus ideas políticas le llevaron al activismo pacifista y antinuclear, lo que implicó enfrentamientos con el poder. Cuando se enteró de que su IHES estaba financiado con dinero de los militares se le vino el mundo encima…
         Nos inquietan las vidas retiradas del mundo, las vidas de los que un día cerraron la puerta de su taller y huyeron a los bosques. No llegamos a comprender esa retirada definitiva, precisamente cuando mejor les iba y cuando más reconocimiento recibían de la sociedad, de sus iguales y las instituciones. Ni los honores ni el dinero parecen importar a esas gentes. Buscan la autosuficiencia y la encuentran en la actividad intelectual, y de la forma más solitaria, como si todo les estorbase. Se dedican a cultivar un huerto, a escribir, a leer o simplemente a ser olvidados, a ser uno más en los bosques. Incluso dejan mensajes a la posteridad para que respeten su huida definitiva. Pudieron disfrutar de los laureles y se escondieron entre las zarzas, como asustados por algo terrible. Quizás comprendieron algo que a los demás se nos escapa. Si uno de los mejores matemáticos desaparece y no quiere que le molesten nunca más, algo ha tenido que comprender, algo terrible y definitivo.
         Forjarse un proyecto vital auténtico es hoy una tarea muy difícil, aunque siempre lo ha sido. La autenticidad requiere sabiduría práctica y sabiduría estética, porque todo proyecto es un sendero creativo. El modo de vida inauténtico es el enlatado, el prefabricado y el que todos esperan. Pero es difícil escapar de las garras de lo mediocre, de las garras de nuestro modo de producción. La última carta de Alexandre Grothendieck, de 2010 decía: “No tengo ninguna intención de publicar o reimprimir ninguna obra o texto de la que sea autor, (…)” Parece ser que en el archivo de Montpellier hay 20.000 páginas sin destruir. Y parece ser que algunos de sus seguidores no están dispuestos a cumplir ese último deseo del matemático: la utopía del silencio.

         
                                    Diario de Jerez, 9 de diciembre. Suplemento de educación.