viernes, 19 de diciembre de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XLIII: FICCIONES

   No lo olvidemos: el tiempo es una bella ficción. ¡Que nadie se enrede: todo ocurre ahora! Si pudiéramos interpretar las ecuaciones de la teoría de la relatividad... Pero no escarmentamos, no aprendemos de los aciertos. Todo este aparente fluir no es nada más que una ilusión, quizás cruel, pero una ilusión. ¡Que nadie espere nada! ¡Que nadie proyecte nada! No lo olvidemos: recordar es un juego que nos entretiene. Si pudiéramos comprender lo que significa que el universo tenga once dimensiones... Resulta cruel que todo lo que nos gusta se desvanezca, como un soplo de aire. Es tan terrible añadir tristeza a lo que se escurre entre los dedos... Acudimos, entonces, a  los rituales, todos esos gestos que nos protegen de la miseria de los días, esos hábitos que se solapan con la huida y la erosión. Si pudiéramos comprender las leyes de la termodinámica... No lo olvidemos: el tiempo es una horrible ficción. ¡Que nadie se enrede: nada ocurre ahora! Volveremos una y otra vez a recorrer los viejos senderos, sin esperanza. Volveremos a recorrerlos, pero con estilo. Sabremos que nada fue en vano para esa memoria que nos acompaña. Nada fue en vano. Sabe el roedor que los dinosaurios inventaron esa frase para obligarnos a trabajar y sufrir. Nada fue en vano, ni lo será. Sabe el filósofo que todo ha sido un cruel invento. Mas sabe el roedor que las ficciones sólo se curan con ficciones y que roerlas es un buen pasatiempo.