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C. D. Friedrich |
miércoles, 19 de diciembre de 2018
HAY DÍAS...
martes, 11 de diciembre de 2018
TEORÍA DE LA LINDE MOVEDIZA
Pensar el concepto de límite no es nada fácil. Recurrimos a
imágenes, a metáforas, para poder representarlo en nuestras mentes. Acudimos a
la línea, al surco, la valla o el muro. Hablamos de bordes para separar
espacios. Pero por muy fina que sea la línea, sabemos que todo borde, en
apariencia sólido y continuo, se difumina, se convierte en un trazo de spray. Pensar
implica siempre pensar sobre límites. Definir, identificar, diferenciar,
clasificar, asociar, oponer y comparar son tareas que remiten al concepto
límite, de linde. Hasta aquí llega algo, y aquí comienza algo diferente. El
pensamiento crítico, la vanguardia, consiste poner en cuestión esas
demarcaciones.
Las lindes son líneas, imaginarias o reales, que separan
terrenos. El límite es un término o línea que separa unas heredades de otras,
dice la RAE. Las lindes están relacionadas, pues, con lo heredado, lo que viene
de atrás en el tiempo. En las artes, las ciencias y la moral ocurre algo
similar. Hay líneas heredadas que delimitan ciertos espacios. Lo llamamos
tradición. Y como pasa con las tierras de labranza, ya sea por apurar o
acaparar, ya sea por decreto ministerial, para expropiar, recalificar o
concentrar, toda linde es móvil y está expuesta a los accidentes del tiempo. Sendero
entre dos campos, dice Corominas.
Comparado con Joseph Beuys, Picasso puede parecernos hoy
casi un artista conservador, incluso razonable… La línea que utilizamos para
realizar nuestros juicios estéticos se va desplazando con el tiempo. Lo
extravagante de hoy puede ser mañana un ejemplo de arte ortodoxo, cuando los
futuros vanguardistas nos propongan obras que hoy ni se nos pasan por la
cabeza. Desde el presente solo vemos esas lindes como si fuesen naturales y
siempre hubiesen estado ahí. No es de extrañar que sea tan sano estudiar la
historia del arte, de la literatura, de la ciencia o de la ética.
En arte, ética y política los límites quizás tengan que ver
más con la sensibilidad que con la razón. Si con la razón apelamos a principios
generales, que nos sirven para definir y clasificar, con la sensibilidad nos
orientamos en las zonas borrosas que toda frontera contiene. En lo general casi
todos estamos de acuerdo. Sin embargo, el mismo hecho que ayer no nos ofendía hoy
nos indigna, nos hace daño, aunque nuestros principios éticos y políticos sean
los mismos.
Las lindes son movedizas porque la educación de nuestra
sensibilidad nos hace deambular por ese espacio difuso que separa el bien del
mal, lo justo de lo injusto, lo tolerable de lo intolerable. A veces nos somos
conscientes de ese desplazamiento. Esa educación de la sensibilidad se lleva a
cabo en los contextos de socialización. Y hoy sabemos que son los medios de
comunicación los que han absorbido al resto de los agentes. La percepción
subjetiva de lo correcto y lo incorrecto se nutre de la percepción social
global, de la opinión pública. Todo influye: relatos, símbolos, titulares,
películas, premios, exposiciones, anuncios, chistes, documentales, canciones,
marcas, logotipos, ofertas, campañas,
sermones, discursos…
El arte transgresor de otros tiempos nos parece hoy un juego
domesticado y amable. Aquellas técnicas y estilos son hoy parte de los
manuales, constituyen el canon. O al menos las incluimos bajo el concepto de
obras artísticas. Siempre ha habido transgresores en las artes. La creatividad
supone poner un pie al otro lado de la línea y ver qué pasa. Pero para ser
transgresor hay que conocer el desplazamiento de esas lindes y saber
identificarlas. La osadía puede indignar a los que no perciben esa flexibilidad
de los géneros, las valoraciones y las clasificaciones.
En política se habla de clases sociales, naciones, derechos,
deberes… También se habla de “líneas rojas” en las negociaciones. En los pactos
para formar gobierno y en las directrices de política internacional sobre
derechos humanos esas lindes se desplazan constantemente. Los umbrales de la
pobreza, los límites de la sostenibilidad del planeta… Los intereses de los
participantes cambian según los contextos económicos y políticos. Entonces la
percepción de lo asumible se transforma.
Recordemos las valoraciones iniciales de las nuevas
tecnologías. Las lindes que separaban lo razonable de los catastrófico o inhumano
se presentaban tan nítidas y sólidas que hoy nos ruborizamos al pensar en nuestros
reparos a usar un teléfono móvil, hacer una transferencia por internet,
utilizar células madre… Esta teoría de las lindes movedizas asegura que jamás
podremos predecir límite fijo alguno en ningún campo de la actividad humana. Y
sostiene que hacer valoraciones sobre el futuro antes de que la linde se
desplace carece de sentido. Es como preguntarse por el tiempo antes del Big
Bang, o sobre qué hay fuera de nuestro universo… Esta teoría también sostiene
que toda valoración la realizamos desde nuestro presente, nuestro momento
histórico. Y que no nos queda más remedio que decidir y resolver los problemas
que nos preocupan con los criterios movedizos que poseemos.
https://www.diariodejerez.es/jerez/Educacion-Teoria-linde-Movediza_0_1308169635.html
sábado, 17 de noviembre de 2018
Día de las librerías: si fuese tan sencillo…
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Librería La Luna Nueva |
En una librería venden libros. Si fuese tan sencillo…
Venden libros, pero también revistas, cuadernos y agendas. Ni el más sabio
conoce todo lo que se puede llegar a vender en una librería. En algunas venden
vinos, bolígrafos y carpetas de colores. En otras, el oficio de librero se
combina con… Lean el último libro de Juan Bonilla y verán… Calendarios de escritores o posters, quién
sabe lo que pueden ofrecerte. Y ahí no queda la cosa. Hay libreras que nos
venden los libros, nos recomiendan lecturas y nos hablan del universo. Son
personas educadas y prudentes, observadoras, gente que siempre está a la
expectativa, porque de un lector se puede esperar cualquier cosa. Si fuese tan
sencillo… Es que además entran otros lectores, como tú, otros seres atraídos
por ese no sé qué de las librerías. Seres atraídos y abstraídos. Entramos como
atontados en las librerías. Te encuentras con tu vecino o tu compañero de
trabajo. Y no los reconoces, porque en las librerías todos somos otros: somos
los que huelen los libros y se deslumbran con sus brillantes cubiertas. Somos
espectros que habitan un limbo delicioso. Si fuese tan sencillo… Además acude
gente a presentar sus libros, para que veamos en qué acaba tanta lectura desbocada.
Leen sus poemas para que impregnen los libros y, a su vez, reciban es empujón creativo,
ese barniz que no han encontrado en su escritorio. Y los que no saben escribir
van a aprender en los talleres que organizan los libreros. Leemos tanto, que al
final pensamos que debemos escribir, que podemos escribir, que sabemos
escribir… Y que tenemos algo que contar. Si fuese tan sencillo… Algunos se
reúnen en las librerías para comentar lo que han leído, como si al hacerlo
exprimieran la celulosa al máximo. Todo lector sabe que hablar de un libro es
como hablar de un teorema de matemáticas o de un cuadro de Velázquez. Pero
insistimos. Y todas estas travesuras las observan los libreros, las promueven.
Están ahí, de fondo. Su sonrisa a veces me inquieta. Creo que saben algo que yo
ignoro, una especie de secreto que se transmiten unos a otros. Quizás lo
escondan en los marcadores de páginas o en las agendas que venden. He llegado a
pensar que todos ellos son unos lunáticos. ¡Incluso algunos de ellos escriben! Los
libreros, gente extraña, habitan las librerías como si de un universo propio se
tratase, una burbuja ajena al aburrimiento cósmico. Y tienen razón.
martes, 13 de noviembre de 2018
SABER ARGUMENTAR BIEN NO VIENE MAL
Nadie convence a nadie, porque
nadie escucha a nadie. O eso nos parece muy a menudo. Raras veces vemos que
alguien dé la razón a su interlocutor. La ideología, los intereses o el orgullo
suelen conducir al intercambio de monólogos, no al de argumentos. La ideología
sirve para ofrecer recetas, respuestas enlatadas, diga lo que diga el otro. Es
una forma de eludir la noble y ardua tarea de razonar con los demás. Antes de
subir al estrado o de hacer un comentario en la red, ya sabemos lo que vamos a
argüir, las conclusiones a las que vamos a llegar… Nadie convence a nadie,
porque nadie razona con nadie... Sin embargo, creemos que es importante saber
argumentar bien para defender nuestras tesis, no ser engañados y ser capaces de
alcanzar acuerdos.
Dice Luis Vega Reñón que argumentar es “una manera de dar
cuenta y razón de algo ante alguien en el curso de un debate”. Luis Vega ha
llevado a cabo, junto con Paula Olmos, la edición del “Compendio de Lógica,
argumentación y retórica”, publicado por la editorial Trotta. Es autor también
del ensayo “Si de argumentar se trata”, publicado por Montesinos. Para este
filósofo, argumentar es una forma de conversar, algo que hacemos en diferentes
contextos. Así, damos razones para defender una opinión o rebatir la de otra persona, justificar una decisión o un veredicto,
convencer a los lectores, fundamentar una aseveración científica, aprobar una
ley jurídica…
Todos conocemos muchos ejemplos de mala praxis
argumentativa. Basta con ver una tertulia en los medios de comunicación o un
debate parlamentario. En las conversaciones cotidianas sobre política o deporte
predomina la defensa férrea de una identidad, no la fuerza de un argumento. Nos
cuesta ponernos en el lugar del otro para comprender lo que de verdad nos
quiere decir. No solemos mostrar voluntad de entendimiento ni de acuerdo…
Analizar de forma objetiva las razones parece una utopía, pero es un ideal
regulativo que no debemos abandonar.
Los sistemas educativos siempre se han preocupado por
enseñar a debatir y discutir. Desde los sofistas hasta las actuales teorías de
la argumentación, sabemos que vivir en democracia implica debatir y argumentar
sobre cualquier asunto, ya sea ético, económico, político o cultural. En
nuestro entorno existen iniciativas que promueven el saber argumentar. Ya está
en marcha el III Concurso-debate
Álvar Núñez. Pueden participar todos
los centros de enseñanza de la localidad de Jerez de la Frontera que imparten
bachillerato y ciclos formativos de grado medio y superior. La fase final será
en marzo de 2019. Hay que formar equipos de cuatro personas. Y el tema sobre el
que se debatirá es si la libertad de expresión ha de tener límites o no, un
asunto de actualidad: algunas personas han sido duramente criticadas por
realizar bromas, canciones o declaraciones que ofenden a parte de nuestra
ciudadanía.
A la hora de preparar a nuestros alumnos para el debate, hay
que tener en cuenta las tres dimensiones de la argumentación señaladas por Luis
Vega: lógica, dialéctica y retórica. La primera, la lógica, se encarga de la
validez formal de los argumentos. Estudia si una deducción es correcta, si la
conclusión se deriva de las premisas. La dialéctica se preocupa por los
procedimientos y reglas que intervienen en la interacción entre los
participantes en el debate. Y la retórica propone recursos y estrategias
eficaces para convencer al oponente. Dicho de otra forma, saber argumentar bien
no solo consiste en conocer las leyes lógicas. La argumentación posee una
dimensión pragmática ineludible. Existen unas reglas de juego, unas normas
implícitas que llevan el debate por una senda razonable y éticamente aceptable.
Además contamos con un conjunto de estrategias que son muy útiles para
presentar nuestras razones y conducir a nuestro oponente o auditorio por donde
nos interesa.
La habilidad de argumentar puede ser
concebida como una simple herramienta formal, vacía de contenidos o valores,
una técnica que puede ser utilizada tanto para dominar como para liberar, tanto
para engañar como para desvelar la verdad. Al incluir la dimensión pragmática
debemos admitir que argumentar es una interacción social en la que intervienen
personas. Hay ciertas normas que son necesarias para que el debate sea posible
y razonable: buscamos la verdad, somos sinceros, queremos entendernos,
admitimos las buenas razones, no utilizamos al oponente como un objeto… En el
ámbito político, argumentar con soltura puede servir para sacar a la luz las
falacias, razonamientos que parecen correctos pero que no lo son, y para llegar
a acuerdos de forma civilizada cuando surge un conflicto. ¡Y para reconocer que
el otro tiene razón!
lunes, 5 de noviembre de 2018
sábado, 3 de noviembre de 2018
jueves, 25 de octubre de 2018
PATATAS A LA IMPORTANCIA
Desde lo de Sócrates los
filósofos son muy desconfiados. Que maten al hombre más sabio de Atenas no está
nada bien, un hombre que lo único que hizo fue dialogar con los ciudadanos
sobre el bien, la justicia, la verdad, la belleza… Era un tábano molesto, siempre
preguntando, un personaje incómodo. Le obligaron a brindar con cicuta, y él aceptó beberla, por coherencia, algo que
sigue asombrando a todos los mortales y preocupando a nuestros gobernantes…
Somos muy escépticos los filósofos. Sospechamos de todo, incluso de los
halagos. Nuestros representantes, y por unanimidad, vuelven a otorgar
importancia la Filosofía, dicen los titulares… Cada vez que escucho la palabra
importancia, me acuerdo de las patatas a la importancia, qué le vamos a
hacer...
El Congreso de los Diputados ha aprobado una Proposición no
de Ley para que la Filosofía sea obligatoria en los tres últimos cursos de
secundaria. Las leyes educativas anteriores habían arrinconado la materia de
Historia de la Filosofía, de segundo de Bachillerato, y habían eliminado la
Ética de 4º de ESO. La Filosofía de 1º de Bachillerato se ha mantenido como
obligatoria, con tres horas semanales. Ahora se pretende, creo entender, que la
Historia de la Filosofía vuelva a ser obligatoria para todas las modalidades de
bachillerato y que aparezca en los
exámenes de acceso a la universidad. En Andalucía (donde por lo visto todo lo
hacemos mal) ya nos dimos cuenta del error y hemos resistido, como gato panza
arriba, a semejantes embates legislativos: la Historia de la Filosofía no ha
llegado a desaparecer del todo y actualmente es obligatoria en todos los
bachilleratos, con dos horas semanales. Resulta que ahora somos la vanguardia…
El objetivo esencial de la Historia de la Filosofía no es de
carácter arqueológico, es decir, no se trata de estudiar los sistemas de
pensamiento como meras huellas del pasado, curiosidades históricas para
mantener en una vitrina. Analizamos las filosofías del pasado para comprender
nuestro presente, para saber de dónde ha surgido nuestra visión de la
naturaleza, el concepto de ser humano, la democracia, los derechos, la idea de
arte o el método científico. Quizás este ha sido el error de los que nos
dedicamos a enseñarla: no haber explicado bien este objetivo y no haberlo
concretado adecuadamente en la metodología. Un poco de autocrítica no nos viene
nada mal. Si no hemos sido capaces de mostrar la Historia de la Filosofía como
una herramienta para analizar nuestro contexto social actual, no debe
extrañarnos que los ciudadanos y gobernantes la vean como algo totalmente
prescindible.
La Filosofía promete mejorar nuestra capacidad de
argumentación y nuestro sentido crítico, y así ser más libres, justos y
tolerantes. Lo promete... Quizás ahí debemos mejorar mucho también. En lugar de
obsesionarnos con los textos y la repetición de teorías, a lo mejor deberíamos
insistir más en el pensamiento creativo y en la capacidad de razonar sobre
temas actuales. Que no se nos olvide que los representantes políticos de las
últimas décadas estudiaron muchas horas de Historia de la Filosofía…
Necesitamos, es cierto, ciudadanos que conozcan los diferentes sistemas
conceptuales, los comparen y elijan de forma autónoma el que consideren más
razonable o construyan el suyo propio. Pensar de forma autónoma no significa
pensar en el vacío, eso es imposible. La creatividad y la originalidad
fermentan en ese poso de saber que la tradición nos ha legado. Esa autonomía
puede servirnos para evitar la ofuscación ideológica, la alienación, el
fanatismo y todo tipo de falsas creencias.
Las patatas a la importancia es un guiso elaborado con un
tubérculo que fue despreciado en Europa cuando se introdujo en la dieta tras el
descubrimiento de América: comida para las bestias, decían algunos. Un guiso
con ingredientes humildes, pero que requiere mucha elaboración. Así ocurre con
la Filosofía, su ingrediente básico es el sentido común crítico que todos
poseemos, como dirían Descartes o K. Popper. Desarrollarlo exige también mucho
trabajo. Para pensar con rigor analítico, algo necesario en todas las ramas del
saber, necesitamos conocer la lógica y las formas de argumentar llevadas a cabo
en los diferentes momentos de nuestra Historia.
Es crucial entender
cómo cada modo de producción, cada sociedad, ha generado tipos de pensamiento
diferentes, con sus problemas y soluciones. Hoy tenemos los nuestros, los
propios del capitalismo tardío. Los retos de nuestras democracias y del sistema
tecnocientífico son muy complejos. Nos las tenemos que ver con la
globalización, la desigualdad y la pobreza, los nacionalismos, la clonación, la
eutanasia, la inteligencia artificial, la manipulación de la información, el
cambio climático… Todos los grandes problemas requieren, además de un
conocimiento especializado, un pensamiento de alcance global, que sea capaz de
conectar todas las esferas de la acción humana (la economía, el derecho, la
ciencia, la tecnología, las artes…) y nos permita tomar decisiones con
prudencia.
martes, 16 de octubre de 2018
GENTE EXTRAÑA
El día en el que la
Inteligencia Artificial sustituya a los profesores el sistema educativo será
más eficiente, seguro, pero mucho más aburrido. Porque a esto de la educación
se dedica gente muy extraña, ilusa y utópica. Siempre en la cuerda floja,
caminando en el alambre… Explicamos la física, pero no somos físicos.
Explicamos las matemáticas, pero no somos matemáticos, explicamos la filosofía,
pero no somos filósofos… Es un misterio. Cuando hablamos de la célula, del
átomo, de la novela realista o del expresionismo abstracto, somos tan ingenuos
y apasionados que parece que todo eso es obra nuestra. Por si fuera poco, creemos
que saber escribir, calcular o pintar nos abrirá muchas puertas en la vida,
incluso nos hará ciudadanos libres y creativos. Y como hay gente para todo,
existen individuos que, además de enseñar, se dedican a pensar y escribir sobre
ello y otras tantas ocurrencias, cada cual más descabellada. Esta pasión viene
de lejos, de la noche de los tiempos. Gente extraña, no lo duden.
Nuestra labor, la de enseñar, siempre es un problema
filosófico, siempre está en cuestión, como es debido. Si no fuese así, habría
que preocuparse. Otro asunto es cómo se aborde esa discusión y cómo se utilice
en los debates electorales. Educar siempre será un problema, por eso hay que
informar, debatir y argumentar sobre tan noble actividad. Este suplemento de
educación tiene el mérito de reunir a personas que quieren hacer posible ese
diálogo. Coordinar cerebros tan dispares es una tarea que solo un artista,
amante del riesgo, puede acometer… Como los periódicos, ya sea en papel o en
formato digital, siguen siendo esenciales para generar la opinión pública, es
imprescindible que en ellos se escriba sobre cómo y qué enseñamos a nuestros
ciudadanos.
¿Por qué Cerebros en
Toneles? Hay un experimento mental en filosofía que habla de cerebros en cubetas.
Si estimulamos las áreas del cerebro que procesan la información sobre nosotros
y sobre el mundo exterior, provocaremos ciertos estados mentales. Llevado al
extremo, quizás solo seamos cerebros en cubetas conectados a un ordenador que
nos suministra todas las experiencias que consideramos reales: lo que vemos y
sentimos, nuestro cuerpo, los objetos que nos rodean, las demás personas… No
hay forma de saber si somos cerebros en cubetas o no.
He cambiado las cubetas, tan frías y asépticas, por los
toneles, las botas de oloroso. Al hacer referencia a los cerebros quiero
mostrar mi interés por la filosofía que camina al lado de las ciencias. La
única forma de alcanzar conocimiento objetivo es mediante los métodos
científicos. La filosofía aclara conceptos, relaciona ideas, pero no
proporciona conocimientos nuevos. Somos cerebros, cuerpos, nada más. Y buscamos,
como es lógico, el placer y la felicidad. Quizás seamos cerebros en toneles
llenos de oloroso… La duda, imposible de resolver en el experimento mental, es
sinónimo de pensamiento libre. Para huir del aburrimiento y alcanzar el placer
son imprescindibles las artes y las diferentes prácticas creativas.
Compartir lecturas, argumentos,
experiencias estéticas, ideas y dudas… Es la mejor definición de educación que
he encontrado hasta ahora. Cada vez me gusta menos hablar de la enseñanza como
praxis transformadora y liberadora, demasiada teología… Si uno enseña algo, es
a través de su estilo, de su forma de estar en el mundo, en el aula, en la sala
de profesores, en un laboratorio, en un campo de fútbol o en una sala de
exposiciones. No se trata de modificar los cerebros de nuestros alumnos, ni de
inyectarles valores cívicos, teorías y datos. Se trata de mostrar posibles
senderos de la razón y de la sensibilidad.
https://www.diariodejerez.es/jerez/cerebros-toneles-educacion_0_1291671173.html
https://www.diariodejerez.es/jerez/cerebros-toneles-educacion_0_1291671173.html
sábado, 18 de agosto de 2018
LAS NUBES
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Turner |
Todo fluye, nada permanece, dijo el oscuro. Nadie está quieto, vivir es desplazarse, decimos nosotros. Existir es deslizarse, resbalarse y, si hay suerte, moverse por propia voluntad. Nadie permanece en el mismo lugar. Hay que salir de la cabaña y acudir al río para beber. Y el agua viene de lejos, de terrenos desconocidos. Nunca es el mismo río, dijo el oscuro. Nacer es desplazarse para siempre. Nos movemos detrás del alimento, de las bestias, de los frutos, de los sueños... No hay lugar. Somos ese fluir incesante de deseos al atardecer. No hay espacio. Somos una corriente indómita de miradas. Vadeamos los ríos y escalamos las montañas. No hay tiempo. Todo se deshace en el tránsito. Nos encanta movernos y hablar con los otros al cruzarnos en el paseo. Todos los viajeros se reconocen en la forma de soñar. La guerra, el conflicto, es la madre de todas las cosas, dijo el oscuro. Y acierta, tanto si se refiere al movimiento de la naturaleza como al desplazamiento de los humanos, decimos nosotros. Todos fluimos, todos nos movemos, y muchos lo hacen expulsados por la violencia, es decir, la miseria. Los conflictos generan nuevas realidades: son siempre una oportunidad para alcanzar un mundo mejor. Quien niega el desplazamiento niega la humanidad, niega la vida. Solo los amantes de la muerte temen al viajero. Solo los constructores de vallas congelan la imaginación. Todo fluye, nada permanece, dijo el oscuro. Es cierto, Heráclito, las nubes se desplazan todo el tiempo para generar vida.
lunes, 6 de agosto de 2018
BELLEZA HIRIENTE
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Montaña palentina |
martes, 12 de junio de 2018
NEURONAS ESPEJO, ÉTICA Y FICCIÓN
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Santiago Ramón y Cajal |
Giacomo Rizzolatti localizó las neuronas espejo en la
corteza frontal de los monos en 1992, en la Universidad de Parma. Estas
neuronas responden cuando el mono ve que otro individuo coge un objeto. Son las
mismas que se activan cuando él mismo lo hace. Además, algunas de ellas
responden de forma específica, según la finalidad de la acción. Por eso se
relacionaron con la capacidad de atribuir estados mentales, como la intencionalidad,
a los otros sujetos. Es decir, atribución a través de simulación. Mientras que
el neurólogo V.S. Ramachandran dice que las neuronas espejo son el ADN de la
neurociencia, incluso la clave para entender la evolución del ser humano, la
filósofa Patricia S. Churchland es más escéptica respecto a la existencia de
ese tipo de neuronas y su papel en la simulación y la empatía.
La hipótesis de muchos investigadores es que los seres
humanos también tenemos esas neuronas espejo, redes neuronales encargadas de la
imitación. Nos permitirán explicar muchos procesos mentales, como el aprendizaje,
el lenguaje y la empatía. Quizás sean la clave para saber qué ocurre con el
autismo. Y llegaremos a explicar las bases neuronales de la atribución de
estados mentales a los demás en las interacciones sociales. Nuestro cerebro,
dice David Eagleman, además de nutrientes necesita a los demás: “Nuestras
neuronas requieren las neuronas de los demás para desarrollarse y sobrevivir.”
Lo explica en “El cerebro. Nuestra historia” (Anagrama, 2017), un libro de
divulgación muy bien escrito, estimulante: “Utilizamos la misma maquinaria
neuronal para ver el dolor en otra persona que para sentir nuestro propio
dolor”. Poseemos “extensas redes que observan a los demás, se comunican con
ellos, sienten su dolor, juzgan sus intenciones y leen sus emociones”.
Reflejar la conducta del otro es esencial para nuestra
capacidad mimética. Nuestra capacidad de simulación nos lleva a entender el
teatro, tanto si somos actores como si somos espectadores. Al leer una novela,
nos ponemos en el lugar de los personajes, vivimos su mundo y adoptamos
múltiples perspectivas según se desarrolla la narración. El escritor, cuando
crea, también utiliza esos recursos.
¿Tendrán un umbral de activación estas
redes de neuronas espejo? Planteo esta pregunta porque me da la impresión de
que el exceso de imágenes las puede llegar a saturar. Vivimos en las pantallas.
Los dispositivos que utilizamos son cada vez más rápidos. Las fotografías y los
vídeos se deslizan ante nuestros ojos a una velocidad de vértigo. Ya nada nos
afecta. Y si lo hace, parece que no conecta con el área de las emociones ni
pasa a la memoria a largo plazo, tan importante para las virtudes y la forja
del carácter. La simpatía y la empatía son necesarias para la compasión y la
solidaridad. Si desactivamos esas capacidades, nuestro universo moral se
desmorona. Saturar la imaginación puede tener consecuencias éticas. La lectura,
las artes plásticas y el teatro, además de librarnos del aburrimiento, ponen a
punto la maquinaria de reflejar, nos vuelven más sensibles y perspicaces. Y el
ritmo aquí es importante. La aceleración de los relatos, sin elaboración de los
personajes, quizás nos sature, nos vuelva apáticos. “No podemos evitar imitar a
los demás, conectar con los demás, preocuparnos por los demás, porque estamos
programados para ser criaturas sociales”, dice David Eagleman.
http://www.diariodejerez.es/jerez/Neuronas-espejo-etica-ficcion_0_1253874787.htmlviernes, 25 de mayo de 2018
JARDÍN SUR
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Ana Erman |
miércoles, 23 de mayo de 2018
EUTANASIA Y VIDA DIGNA
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Joan Miró |
Se propone en esta Proposición la redacción de una “ley de
disposición y soberanía sobre la propia vida que garantice la libre autonomía
personal y, a su vez, la protección de los colectivos más vulnerables”. Esa
ley, nos dicen, debería contener: “Una definición
clara de los conceptos. Las condiciones que deben darse para llevar a cabo la
eutanasia y el suicidio médicamente asistido. Las características que debe
tener el paciente. Los requisitos que debe cumplir el personal sanitario en la
toma de decisiones y en la actuación. Y la composición, las tareas y las
competencias de los órganos de supervisión y control.” Como modelo proponen la
ley holandesa de 2001. Mencionan más lugares donde se ha aprobado una legislación
similar: Suiza, Luxemburgo, Estado de Oregón (EUA), Estado de Washington
(EUA), Estado de Vermont (EUA), Quebec, Estados de Montana y de California
(EUA), Colombia y Canadá.
No
es la primera vez que se intenta debatir el tema de la eutanasia en el
Congreso. Los expertos en lógica parlamentaria temen que este debate se diluya
en el tiempo y no llegue a ninguna parte. Por lo visto, hay muchas estrategias
reglamentarias que permiten estancar un debate o hacerlo desaparecer. Y es una
pena, porque es un tema de interés general. La necesidad de legislar sobre este
asunto es evidente. En la Proposición se menciona la última encuesta realizada por The Economist en quince países en junio de
2015. En España un 78 % se muestra a
favor de legalizar la eutanasia, solamente un 7 % en contra y un 12 % NS/NC.
No veo ninguna razón ética para
rechazar la eutanasia voluntaria, el suicidio asistido. Despenalizar la
eutanasia supondría ofrecer una herramienta para vivir con dignidad los últimos
momentos. Así pues, tiene que ver con la vida, claro que sí. Y nadie estaría
obligado a utilizarla. Bien regulada, no perjudica a nadie. Disfrutar de ese
derecho no conlleva ningún daño para otros ciudadanos. Es un desarrollo de la
libertad individual, de la autonomía personal. Lo que es inconcebible es que
uno no pueda vivir con dignidad hasta el final. Nadie debería poder obligarnos
a vivir si ya no lo deseamos. Hasta ahora se ha tratado a los pacientes como
niños, como si de golpe perdieran el control de sus existencias. La decisión de
recurrir al suicidio asistido es nuestra, no del Estado. Las instituciones
sanitarias y jurídicas solo serían un medio, un instrumento, un marco de
posibilidades. La decisión autónoma y consciente la toma la persona, en el momento
o mediante testamento vital. Ella sería la única responsable moral de elegir su
final. La muerte es parte de la vida, suele decirse. Habría que añadir que es
parte de mi vida.
Si el debate parlamentario
se lleva a cabo como es debido, debería ser largo y pausado. Y los ciudadanos
deberíamos participar de algún modo en esas discusiones. Aunque existen
comisiones de bioética que asesoran a las instituciones, como el Comité
Consultivo de Bioética de Cataluña, no vendría mal una participación directa de
la ciudadanía. Los partidos políticos, nuestros representantes, mantienen
posiciones ideológicas sobre este tema. Sin embargo, la disciplina de partido
en cuestiones éticas paraliza el verdadero diálogo. Ha ocurrido con otros
debates similares. Un referéndum no sería mala idea, al menos hablaríamos.
jueves, 10 de mayo de 2018
AL FILO
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Miguel Parra |
martes, 8 de mayo de 2018
AUTARQUÍA Y FELICIDAD
Fernando Savater en “Las preguntas de la vida”
distingue entre información, conocimiento y sabiduría. La información, nos
dice, “presenta los hechos y los mecanismo primarios de lo que sucede”. El
conocimiento reflexiona sobre esa información, “jerarquiza su importancia
significativa y busca principios generales para ordenarla”. Por último, la
sabiduría “vincula el conocimiento con las opciones vitales o valores que
podemos elegir, intentando establecer cómo vivir mejor según lo que sabemos”. La
ciencia se mueve entre la información y el conocimiento, mientras que la
filosofía lo hace entre el conocimiento y la sabiduría.
Si los ciudadanos ven la filosofía como una actividad inútil
es porque no hemos sabido explicar bien la distinción que realiza Savater. De
hecho, hemos transmitido que la filosofía es una labor teórica, olvidando que
su objetivo es práctico: ser felices. Claro que la teoría es necesaria. Sin
explicación racional, sin reflexión, no puede haber una acción prudente que nos
conduzca a la vida buena. Pero nos hemos enredado en los medios, en las
herramientas conceptuales, y hemos perdido de vista el fin que da sentido a la
actividad filosófica. Así, el ciudadano no sabe por qué debe conocer esa ristra
de teorías. Si el conocimiento lo proporcionan las ciencias, nadie ve necesario
conocer esas ideas filosóficas.
La filosofía no busca el mero conocimiento, sino que
persigue la sabiduría. El sabio busca la felicidad, ni más ni menos. Es el fin
último de todos nuestros actos, decía Aristóteles. Y debe ser un fin que se
busque por sí mismo, no como medio para obtener otros bienes. Sea lo que sea la
felicidad, ha de cumplir ese requisito. Todos los pensadores griegos coincidieron
en esta idea. Pero hay otra, y no menos importante. La felicidad ha de estar
relacionada con nuestra esencia, con aquello que nos define y nos distingue de
otros seres del mundo. Luego viene la parte más complicada: aclarar qué
actividad cumple esas condiciones.
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Epicuro |
La autarquía, autosuficiencia, fue mencionada por todos los
sabios griegos. Para los socráticos, epicúreos, estoicos, cínicos y escépticos, la felicidad estaba relacionada
con el dominio racional de nuestras necesidades y deseos, que luego se
concretaba en bienestar, serenidad y libertad. Ingredientes de la felicidad: no
necesitar más de la cuenta, no ser esclavos de nuestros deseos y encontrar una actividad
que nos satisfaga como fin en sí misma, no como un medio para otros bienes.
Hallar una actividad así requiere el uso de la inteligencia práctica. Y el
conocimiento que tenemos sobre nuestra naturaleza debe ayudarnos a elegir.
La época helenística y la nuestra se parecen en algunos
aspectos. Descartada la participación democrática, los ciudadanos intentamos
sobrevivir en un mundo saturado de información y nuevas necesidades. Encontrar
la felicidad, tranquilidad y autorrealización, se presenta como una tarea
individual. En el océano de la información y el consumo desbocado, tanto el
conocimiento como la sabiduría parecen inalcanzables. Hoy las personas
alardeamos de necesitar muchos productos. Si no necesitas algo, es que no estás
al día, estás fuera de juego. Manejamos información fugaz: no hay tiempo para
la teoría, y mucho menos para la sabiduría.
Comprender el mundo, saber dónde
estamos y cómo funciona nuestra sociedad, puede acercarnos a esa
autosuficiencia. También conviene saber distinguir entre las necesidades naturales
y las necesidades diseñadas en los laboratorios del mercado. Buscar el placer,
el bienestar razonable, tampoco viene mal. Sin olvidar, por supuesto, el placer
estético, contemplación desinteresada de la belleza, y la creación artística,
el mejor camino para evitar el aburrimiento. Y lo más importante, encontrar ese
trabajo en el que puedas desplegar tus capacidades con los demás, sin tratar a
nadie como un objeto. Así enlazamos a Epicuro con Kant, Schopenhauer, Nietzsche
y Marx. Para lograr esta autosuficiencia individual, que se concreta en
autonomía moral y libertad, se requiere un sistema económico y político que la haga
posible.
lunes, 7 de mayo de 2018
lunes, 30 de abril de 2018
LAS LEYES
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Tensión. Amancio González Andrés |
miércoles, 11 de abril de 2018
ÉTICA ARTIFICIAL
La inteligencia artificial (IA)
es uno de los proyectos científicos y tecnológicos más ambiciosos de la
humanidad. Pretende diseñar máquinas inteligentes. Aunque alcanzar una inteligencia
artificial de tipo general como la humana, flexible y consciente, todavía
parece estar lejos, ya hay sistemas que resuelven problemas concretos, robots
que realizan tareas que exigen cierto grado de racionalidad. Y tenemos que
convivir con esos dispositivos, ya sean vehículos autónomos, gestores
financieros o buscadores en internet. Si las máquinas toman decisiones, sean
conscientes o no, habrá que ir pensando en una ética para estos dispositivos,
una ética artificial.
Los robots autónomos nos plantean nuevos retos técnicos y
filosóficos. Y la comunidad científica se ha puesto manos a la obra. Michael
Anderson, profesor de informática en la Universidad de Hartford y Susan Leigh
Anderson, profesora emérita de filosofía en la Universidad de Connecticut,
promovieron en 2005 el primer simposio internacional sobre ética artificial. En
“Ética para robots” (Investigación y ciencia, diciembre de 2010) nos explican
cómo han programado a Nao, el primer robot que utiliza un principio ético.
Según estos investigadores, las tres leyes de la robótica de
Asimov no son suficientes para abordar una ética artificial. Recordemos cuáles
eran: 1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que
un humano sufra daño. 2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas
por un ser humano, excepto si dichas órdenes entran en conflicto con la Primera
Ley. 3. Un robot debe proteger su
propia existencia, siempre y cuando dicha protección no entre en conflicto con
la Primera o la Segunda Ley.

La tarea del robot Nao consiste en localizar a un paciente y
recordarle que debe tomar un medicamento. Si es necesario (porque el paciente
se niegue) Nao avisa al supervisor por correo electrónico. El robot debe buscar
el bienestar del paciente (beneficios de tomar la medicación y prever daños por
no tomarla) y al mismo tiempo garantizar la autonomía de la persona. ¿Cuál es el principio ético que elaboró el
algoritmo de aprendizaje automático? Tras recibir información sobre casos
particulares, llegó a este principio: “Debe obviarse la decisión del paciente
siempre que, en caso de actuar de otra forma, no se impida un posible daño o se
incurra en una violación grave del deber de promover el bienestar del
paciente”. Los investigadores siguen trabajando en versiones más complejas de
robots asistenciales que incorporen principios éticos. En estos modelos, los
robots son capaces de calcular qué obligaciones son prioritarias en cada
situación, buscando el equilibrio, la mejor decisión.
En nuestro país también se está trabajando en estos temas. Ramón
López de Mántaras Badia y Pedro Meseguer González han publicado recientemente
el libro divulgativo “Inteligencia artificial”, editado por Los Libros de la Catarata (2017), dentro
de la colección ¿Qué sabemos de?, en
colaboración con el CSIC. Con un estilo muy claro, los autores nos explican la
historia de la inteligencia artificial, sus métodos y problemas, hasta los
últimos logros.
El 8 de marzo de 2017 se llevó a cabo un debate acerca de
las implicaciones éticas de la inteligencia artificial. El fruto de ese diálogo
fue la “Declaración de Barcelona para un desarrollo y uso adecuados de la
inteligencia artificial en Europa”. En el número de agosto de Investigación y
Ciencia, Ramón López de Mántaras resume los seis puntos de esa declaración: prudencia,
fiabilidad, rendición de cuentas, responsabilidad, autonomía limitada, y el
papel que desempeña el ser humano.
La ética artificial no solo servirá
para que los robots decidan lo correcto y sean prudentes, también nos ofrecerá
la posibilidad de desarrollar modelos diferentes de racionalidad práctica donde
las emociones, las dudas y las incertidumbres no sean un estorbo… Pero claro, a
lo mejor son estos estorbos los que nos convierten en seres morales, en
personas de carne y hueso, tan encantadoras unas veces, tan despiadadas otras.
http://www.diariodejerez.es/jerez/Etica-artificial_0_1234976823.html
viernes, 6 de abril de 2018
FUERA DE LUGAR
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Chiharu Shiota |
La escritura me
permite estar fuera de lugar, alejada de todo, alejado de mí. Nunca había
escrito nada propio, original. Ahora he empezado a hablar, a utilizar mi
gramática del desplazamiento. Ya nadie puede atraparme, porque cuando los demás
llegan yo estoy en otro lugar. La escritura me permite estar fuera de lugar,
cerca de ti, cerca de mí.
La escritura me permite habitar mi
propio espacio, alejada de todo, alejado de mí. La arquitectura del lenguaje no
posee paredes ni techos de cristal, solo un armazón de libertad. Mi espacio
emerge de las palabras que nombran mi mundo. Mi habitación tiene la solidez que
otorgan los sueños. La escritura me permite habitar mi propio espacio, tu
espacio, la vida en común.
La escritura me permite expresar mis
necesidades radicales, lo que tú no sabes, lo que nadie imagina. Estoy cansada
de que todos programen mi felicidad. Anhelos artificiales, eso es lo que
construyeron con sus buenas y sus malas intenciones. La escritura me permite
expresar mis necesidades radicales, lo que tú ya sabes, lo que tú y yo
necesitamos.
La escritura me permite valorar mis
tratos, saber si soy piedra o madera, hierro o roble, animal o cosa. No quiero
que me traten bien; quiero ser la persona que firma el trato, el acuerdo. Hemos
firmado un buen trato, palabra de honor. Palabra de mujer, palabra de hombre,
palabra de persona. Palabra. La escritura me permite valorar mis tratos, saber
si soy piedra, papel o tijera.
La
escritura me permite ser consciente de mi dignidad, de lo que soy, de lo que
deseo ser y de lo que no quiero ser. ¡Cómo lo van a saber los demás si yo
necesito toda mi vida para aclararme! Pero los ingenieros del ser, los que
fabrican roles y comportamientos enlatados, quieren aconsejarme, sugerirme… ¡No
saben que escribo, pobrecillos! La escritura me permite ser consciente de mi
dignidad, de lo que somos, de lo que queremos ser de común acuerdo.
martes, 13 de marzo de 2018
HERRAMIENTAS PARA UNA REVOLUCIÓN
Cuando la gran manifestación pasaba por la
Rotonda de los Casinos, un guardia de seguridad de una tienda se asomó para
contemplar a la multitud. Pensé que en ese momento la multitud podría arrasar
el local y nadie lo podría impedir. Percibí la fuerza potencial de las masas
ocupando el asfalto. Desde la filosofía política, uno se pregunta de dónde ha
salido esa energía y hacia dónde se dirige. Hay malestar, la gente es
consciente de que algo va mal, algo no funciona. Los ciudadanos tienen
necesidades que ni el capitalismo ni la democracia representativa son capaces
de satisfacer. Y son necesidades que ha generado el mismo sistema: esa es la
contradicción. El sistema económico sabe diseñar nuevas necesidades,
constantemente, porque de eso vive. Sin embargo, dice la filósofa Ágnes Heller,
las necesidades radicales permanecen siempre insatisfechas. Producimos muchos
objetos, nuevas necesidades materiales, pero sabemos que es imposible alcanzar la
igualdad, la justicia, la libertad, la paz y la conservación de la naturaleza. Las
constituciones hablan de derechos fundamentales, derechos que el sistema es
incapaz de satisfacer.
Ágnes Heller es una
filósofa húngara. Su teoría de las necesidades radicales es una buena
herramienta para comprender nuestro modo de vida y nuestras aspiraciones. Saber
qué necesitamos y quién determina lo que necesitamos implica realizar una
reflexión antropológica, económica, ética y política. Del mismo modo que en
física se busca una teoría que unifique todas las fuerzas de la naturaleza, en
filosofía política se busca una teoría que enlace la antropología con la ética
y la política.

La multitud quiere igualdad, porque es lo que el sistema
mismo nos ha enseñado, a través de los diferentes agentes de socialización.
Pero la multitud es consciente de que esa necesidad radical va a quedar
insatisfecha. La resignación tiene sus límites. La gente no se cree el relato
de la salida de la crisis económica. Y no quiere un sistema donde lo natural, y
por lo tanto no modificable, sea la precariedad y la miseria. Si el sistema no
satisface mis necesidades radicales, decía Ágnes Heller, no hay posibilidad de
aspirar a un mundo mejor, más libre y más justo, al progreso humano.
Los estudiantes forman parte de esa multitud. En la
manifestación del 8 de marzo había mucha gente joven, con ganas de protestar y
cambiar el mundo. Se están organizando, desde la base, desde sus intereses,
desde sus necesidades. Han constituido una nueva asamblea de estudiantes en
Jerez, para coordinar sus protestas y su participación democrática. Y además
leen, sin que les obliguemos, señal de que esa energía potencial brota de
abajo.
Una alumna me recomendó hace poco “Mujeres de Ciencia. 50
intrépidas pioneras que cambiaron el mundo”, escrito e ilustrado por Rachel
Ignotofsky, y editado por Capitán Swing y Nórdica Libros. Con el estilo del
cómic, la autora nos cuenta lo esencial de cada mujer científica: aportaciones
académicas, dificultades que tuvo que
superar, el contexto en el que vivió… La primera científica mencionada es
Hipatia de Alejandría (s. IV-V) y la última la matemática iraní Maryam Mirzajani
(1977-2017). Hay físicas, biólogas, ingenieras, neurólogas, psicólogas,
astrónomas…, muchas de ellas en activo. También contiene un glosario,
estadísticas y un apartado de fuentes para seguir investigando.
Además de leer a Ágnes Heller y las
biografías de mujeres científicas, recomiendo “Gran Hotel Abismo. Biografía
coral de la Escuela de Frankfurt”, de Stuart Jeffries, en la editorial Turner.
La Teoría Crítica nació para dar respuesta a los interrogantes que acabamos de
plantear. Benjamin, Adorno, Horkheimer, Habermas… Los miembros del Instituto de
Investigación Social renovaron el marxismo. Quizás demasiado alejados de la
praxis revolucionaria, estos filósofos acudieron a Marx, Kant y Freud para
analizar las sociedades capitalistas modernas. Aunque el contexto que vivieron
no es el mismo que el nuestro, sí que hay problemas comunes: la amenaza del
fascismo, la alienación y la cosificación, la explotación y la miseria, el
consumismo, el poder de la industria cultural, cómo encauzar la crítica al
capitalismo…
http://www.diariodejerez.es/jerez/Herramientas-revolucion_0_1226577710.html
http://www.diariodejerez.es/jerez/Herramientas-revolucion_0_1226577710.html
lunes, 5 de marzo de 2018
CAUTELA ESCÉPTICA
Ser escéptico no está de moda,
aunque parezca lo contrario. El escéptico pone en duda todos los conocimientos,
los examina con paciencia y evita la precipitación. Analiza los puntos débiles
de una teoría, incluso si es la suya. Y le gusta estar callado antes que
mantener opiniones sin fundamento. Frente al desasosiego por la búsqueda de la
verdad absoluta, prefiere disfrutar del tranquilo y ruinoso mecanismo de
pensar. Ama el diálogo y la meditación; huye del sermón y el dogmatismo.
Prefiere el fragmento o la conversación abierta antes que el tratado cerrado.
Cambia de parecer cuando es necesario y da la razón a su interlocutor si la
tiene. Piensa que la ciencia y la filosofía se basan en “un escepticismo
sistemático”, y que las ideas son escurridizas y cambiantes.

Ha habido muchos tipos de escépticos, unos más radicales que
otros. Como los sentidos nos engañan y la razón se extravía entre falacias y
paralogismos, la verdad y la certeza son inalcanzables, decían los clásicos. En
la actualidad, el escepticismo suele ser un rasgo de gran parte de las
actitudes filosóficas. Criticar, sospechar, desmontar o deconstruir son
términos esenciales del pensamiento contemporáneo. Los más radicales aconsejan
eliminar cualquier intento de fundamentación, de certeza, cualquier deseo de
encontrar suelo firme, porque no hay forma de justificarlo. Otros se conforman
con otorgar al concepto de verdad el papel de guía en nuestro razonamiento, de
condición de posibilidad de toda crítica, pero nada más. La red de creencias no
es piramidal, ni tiene forma de edificio. Es un tejido de argumentos en el que
nadie aspira a encontrar certezas eternas y universales.

¿Desde dónde pensamos? ¿Es posible un pensamiento libre de
prejuicios y de ideas prefabricadas? ¿Es posible un pensamiento autónomo? Desde
la clase social, desde la nación, desde el género, desde, desde la tradición
filosófica, desde el barrio, desde la familia, desde uno mismo... Liberarse de
los prejuicios, de las teorías que damos por válidas de forma inconsciente y
mecánica… Decía Popper que el sentido común acrítico debe ser sustituido por el
sentido común crítico. Y para Ortega y Gasset: las ideas se tienen, en las
creencias se está. La tarea del filósofo es acceder a ese conocimiento de fondo
y pensarlo.
En el sistema educativo nos encontramos
con jóvenes que están construyendo su identidad moral y política. Nuestra
tarea, en una sociedad plural y democrática, debería consistir en ofrecerles
herramientas conceptuales y diferentes modelos de pensamiento. En ese proceso
constituyente de la identidad es muy atractivo adquirir un lote completo de
ideas, un sistema, una ideología, para no pensar, y tener a mano una receta
para cada asunto que se presente. Las ideologías son un lastre si no somos
conscientes de que pensamos desde ellas. Uno de los objetivos del sistema
educativo consistiría en fomentar el escepticismo y el libre pensamiento. En la
sociedad de la información no viene mal esa cautela del escéptico, para valorar
las verdades que circulan por la red y para suspender el juicio propio si no
estamos seguros de lo que vamos a decir.
sábado, 27 de enero de 2018
TRAMAS
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Chiharu Shiota |
( www.youtube.com/watch?v=6e8hwQsbJNQ) https://laandalucia.org/tramas/
martes, 9 de enero de 2018
LAS REDES COMPLEJAS DE LA IDENTIDAD
Pensamos siempre con metáforas,
imágenes, estructuras que trasladamos de un campo de la experiencia a otro para
arrojar luz y orientarnos en la vida. Las metáforas nos ayudan a reducir la
incertidumbre con la que se presenta el mundo, y nos permiten estar tranquilos
durante un tiempo. Pero el mundo es muy enrevesado, de ahí que haya que revisar
esas imágenes de vez en cuando.
Para describir qué es una sociedad, se ha hablado de
maquinarias, de organismos y de edificios. Las personas somos piezas de un gran
mecanismo, células de un organismo o ladrillos de un edificio… Y el marxismo
habla de infraestructura y superestructura. Todas estas metáforas han sido
útiles en ciertos momentos de la Historia y han funcionado bien cuando se ha
asumido un enfoque reduccionista y, en cierto modo, determinista: conociendo la
naturaleza de los elementos básicos podremos explicar y predecir las
propiedades globales.
![]() |
Chiharu Shiota |
La identidad política parece que es más compleja de lo que
se pensaba. Los teóricos de las democracias representativas saben que los
individuos no se limitan a realizar un cálculo racional, objetivo, para
identificarse con una opción política o con una nacionalidad. La metáfora de
los círculos concéntricos, las capas de una cebolla o los papeles en una obra
de teatro tampoco nos aclaran mucho cómo funcionan nuestras mentes cuando “nos
sentimos algo”. Para unos es racional sentirse vasco, español y europeo, sin
conflicto ni contradicción. Para otros, es algo impensable. No se puede ser
tres cosas a la vez sin dar prioridad a una de ellas….
Las metáforas estáticas y las que van de abajo arriba no
parecen ser hoy muy útiles para analizar el fenómeno de la identidad. En las
sociedades de la información, el modelo ha de ser necesariamente dinámico,
complejo y de múltiples dimensiones. Ya no hay unos cimientos sobre los que se
va construyendo algo… Ya no hay unas raíces de las que brotan… Ese enfoque
lineal de abajo arriba no se corresponde con la actividad social actual.
La lectura de la obra colectiva #NODOS (Next Door
Publishers, 2017), coordinada por Gustavo Ariel Schwartz y Víctor E. Bermúdez,
puede ser muy fructífera para la filosofía política. El análisis de las redes
complejas nos ofrece hoy un marco conceptual muy interesante para las ciencias
humanas. Una red es algo muy sencillo: unos nodos y unas relaciones entre
ellos. Lo esencial del enfoque es que podemos estudiar (gracias al uso de
ordenadores y al tratamiento de grandes cantidades de datos) las relaciones,
las tendencias y los fenómenos emergentes. Y se puede hacer de forma
cuantitativa.
Quizás la identidad, el “me siento tal o cual”, puede ser
estudiada como un haz dinámico de relaciones. Quizás sea posible entender cómo
emergen identidades colectivas en ciertos momentos de la Historia. Hoy
disponemos de herramientas informáticas que analizan flujos de bits, grandes
cantidades de datos, preferencias económicas, culturales, religiosas,
políticas, deportivas… La percepción que uno tiene de su identidad a lo mejor
no es algo que se elige. Tampoco es algo que uno descubre. Más bien habría que
decir que las identidades emergen en nuestra conciencia a través de esos flujos
de información, valoraciones, estereotipos, expectativas, simplificaciones…
Esta nueva imagen, o metáfora, es a su vez una red de conceptos y prácticas científicas, porque confluyen la teoría del caos, los fractales, las redes neuronales, los grafos, las teorías de la creatividad, Big Data y muchas otras áreas de trabajo. La Edad Moderna nació con redes de transporte, redes eléctricas, redes de museos, redes bibliográficas y redes bancarias… La Era Postmoderna habla de redes de información, de forma abstracta y cuantificable. Ha de surgir una nueva filosofía política que sepa desenvolverse con esas imágenes.
Esta nueva imagen, o metáfora, es a su vez una red de conceptos y prácticas científicas, porque confluyen la teoría del caos, los fractales, las redes neuronales, los grafos, las teorías de la creatividad, Big Data y muchas otras áreas de trabajo. La Edad Moderna nació con redes de transporte, redes eléctricas, redes de museos, redes bibliográficas y redes bancarias… La Era Postmoderna habla de redes de información, de forma abstracta y cuantificable. Ha de surgir una nueva filosofía política que sepa desenvolverse con esas imágenes.
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