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Nadav Kander |
viernes, 26 de febrero de 2016
ÉTICA DE ROEDORES: LA MONTAÑA
miércoles, 24 de febrero de 2016
ANATOMÍA
Divisibles por infinitos tanteos y necesarios juegos de azar, engarzados a los deseos que nos zarandean en el incomprensible mar, somos o queremos ser, como si no hubiésemos aprendido del azúcar o de la sal.
viernes, 19 de febrero de 2016
ÉTICA DE ROEDORES: LA VOZ
Trae la tarde lluvias, nubarrones y oscuridad. Nadie desea cristales ni vidrios. Quizás la luz que nos atraviesa es dañina porque transporta la verdad. Y el dinosaurio enfurecido se revuelve contra los espejos traidores. Se enrosca frente a su imagen, distorsionada por la propia maldad. Nadie desea espejos ni vidrios... Sabe el filósofo que todo es impuro y que la realidad se estremece cuando reconoce su silueta al atardecer. Nadie anhela la luz. Pero la palabra recorre los viejos senderos del bosque para recordar a los roedores que la podredumbre acecha y los días están contados. Trae la noche sombras y miedos pretéritos. A no ser que grites, roedor, todo volverá a repetirse y la miseria de los días disolverá cualquier sueño. Nadie sabe quién nos protegerá de los terribles peligros. Nadie sabe quién nos protegerá de los malhechores. Mas sabe el filósofo que sólo las palabras resistirán y que el silencio será abatido. No hay más senderos en el frondoso bosque.
jueves, 18 de febrero de 2016
FUEGO
En el horno de la memoria las llamas hacen justicia porque otorgan y arrebatan la vida sin contemplaciones. Si los recuerdos son meras cenizas, lo ignoramos. Si el blanco de la harina se opone a la oscuridad de tus miedos, lo sabemos. En la fermentación de aquellos olvidos el calor hace justicia porque dilata viejos sueños. Ascuas de la tarde o leña del norte acompañan al logos.
lunes, 15 de febrero de 2016
TIERRA
Para quien la trabaja, se decía, con la sorna descabellada del que sueña efluvios del Tártaro. Espectros. Abandonados en la algaida, nunca estaremos tan cerca del agua ni del secarral. Raíces cúbicas o pesadillas de Timeo. La tierra para quien muere, se decía, con la certidumbre del que zozobra entre las terrosas rémoras del pensar. Porque el Etna te espera y las sandalias ya no importan.
sábado, 13 de febrero de 2016
AGUA
En el fondo del pozo o en los abismos de los teoremas resuena la húmeda carcajada del eclipse de la inteligencia. Y lloras, por la contumacia acumulada, por el mundo líquido de Zygmunt y por la lenguaraz hipotenusa. Presos de una sed infinita, buscamos las viejas fuentes de la vida y de la muerte, como organismos.
jueves, 11 de febrero de 2016
AIRE
Aire como el aire, luz como la luz y luego una tenue respiración. Anaxímenes medita al atarceder, atravesado por brisas desconocidas, inspirado y azorado porque percibe la continuidad de los tiempos, de los seres que respiran asfixiados.
martes, 9 de febrero de 2016
LA HERENCIA DE MINSKY
El 24 de enero nos dejó Marvin Minsky (1927),
uno de los pioneros en las investigaciones, tanto teóricas como prácticas,
sobre inteligencia artificial. Formado en Harvard, obtuvo también un doctorado
en el Programa de Matemáticas de Princeton. En 1950 fundó junto con John
MacCarthy el laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT, Instituto
Tecnológico de Massachusetts. Alcanzó grandes logros en la robótica: brazos,
pinzas y sistemas de aprendizaje. Escribió con Seymour Papert el libro titulado
“Perceptrons”. En este texto explicaban las limitaciones computacionales del
conexionismo. Recordemos que en el seno de la Inteligencia Artificial hubo dos
enfoques antagónicos, dos modelos. El modelo simbólico o sintáctico, serial, se
centraba en la manipulación formal de símbolos. El enfoque conexionista, por el
contrario, creía que la clave estaba en la simulación de redes de neuronas
trabajando en paralelo. Minsky propuso en sus obras “Sociedad de la mente” (1988)
y “La máquina de las emociones” (2006) un modelo original. La mente moviliza un
conjunto de agentes o recursos para realizar sus funciones.
Todavía
recordamos aquella predicción tan rotunda que lanzó al principio de su carrera.
Más o menos decía: “En el futuro deberíamos estar agradecidos si los robots nos
aceptan como servidores suyos, como mascotas”. Eran tiempos optimistas, cuando
las máquinas jugaban al ajedrez y demostraban teoremas matemáticos. Los
algoritmos para reproducir la racionalidad humana eran pan comido. Pero las
expectativas se diluyeron con el paso del tiempo. Los ingenieros se dieron
cuenta de que no todo es tan fácil de formalizar. Se toparon con el lenguaje,
la percepción y las emociones.
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Miguel Parra |
Ahora
se sigue con la tarea, pero con los pies en el suelo. La robótica ha pasado por
sucesivas fases de modestia. Lo sistemas expertos aparecieron como algoritmos
especializados en áreas concretas de la actividad humana. Dada la complejidad
de la inteligencia, se apostó por simular a profesionales. Surgieron programas
capaces de pilotar un avión o realizar un diagnóstico tras escuchar al
paciente. Con campos semánticos acotados y una heurística específica, formas de
razonar, era más factible aproximarse a lo que realizamos los humanos cuando
somos racionales. Y de paso se patentaron programas útiles y comercializables,
aunque no todos, claro. En el campo de la robótica se insistió en la
percepción. Que una máquina capte un objeto sobre un fondo e interactúe con él
se convirtió en uno de los asuntos más arduos para la ingeniería, pero se
avanzó. Hoy hay autómatas que se mantienen de pie y se desplazan por sinuosos
entornos, aunque no manejen una representación del espacio similar a la
nuestra.
En
el camino se perdió el problema de la conciencia, la identidad y el lenguaje. A
pesar del optimismo teórico de pensadores como Minsky, Dennett o Penrose, no
resulta nada sencillo explicar estos procesos, que con tanta facilidad
dominamos los humanos. Hay dos tipos de obstáculos, los científicos y los
filosóficos.
Todavía
no disponemos de una descripción de los mecanismos físicos, químicos y biológicos
que intervienen en el hecho de estar conscientes. Aunque se van localizando las
rutas neuronales implicadas, la explicación no es completa ni se sabe en qué
nivel se encuentra, es decir, si es una propiedad emergente de alto nivel o hay
factores de carácter micro, como piensa Penrose.
Los
obstáculos filosóficos tienen que ver con ese miedo que tenemos los humanos a
las naturalizaciones. Tememos ser convertidos en lo que somos: un objeto
material, bien organizado, pero material. Tememos ser desplazados del centro
del mundo: después del heliocentrismo, el darwinismo, el marxismo y Freud, no
queremos abandonar el último reducto de lo humano. Y la inteligencia
artificial, que seguramente nos hará la vida más placentera, se presenta como
la amenaza fantasma, o algo así.
El
legado teórico de científicos como Turing o Minsky dará mucho de sí en las
próximas décadas. Fueron pensadores que abordaron la complejidad de la
inteligencia humana, primero para comprenderla y luego para reproducirla con el
fin de mejorar nuestras existencias. Si esto no es humanismo…
sábado, 6 de febrero de 2016
ÉTICA DE ROEDORES: PREGUNTAS PERDIDAS

viernes, 5 de febrero de 2016
ÉTICA DE ROEDORES: OSCURIDAD
Nadav Kander |
La oscuridad de las calles, cómo no, me obligan a hablar de la extrañeza del tiempo. No lo niegues: todos hemos sentido pánico ante la oscuridad de las calles. Si el día prometía nuevos universos, las esquinas de gélidas penumbras te asustaban cuando llegaba la noche, tan terrible, tan opaca, la que teme todo roedor. Nadie es ajeno a la oscuridad porque nacimos inmersos en ella, como si fuese un regalo de la naturaleza profunda. ¡Ahora comprendes la atracción azul del atardecer! Han pasado los años, maldito roedor, y todavía te asustas con las sombras pálidas que te persiguen cada tarde, sin piedad. No hay forma de librarse de los viejos miedos, no te hagas ahora el valiente, porque ya nada importa, has resuelto el acertijo de la existencia... Ahora sabes por qué te asustaba el ladrido de los perros en la lejanía. Ya encontraste, maldito roedor, el significado de todos los ruidos que se aproximaban en la noche, cuando el futuro era incierto y el pasado una historia triste. Los miedos de entonces son los mismos que los de ahora. Todos los niños reconocen la nada a primera vista y se asustan para siempre.
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