jueves, 2 de julio de 2015

FAJJARA: ALFARERAS DEL RIF

       Intramuros, cruzo el desierto, treinta y tres grados, suciedad. Bordeo un boquete inmenso, infinito, es el abismo, gatos, muchos gatos: no hay dunas, intramuros. Llego al oasis, no es un espejismo, es el Museo Arqueológico de Jerez, donde el frescor del Norte de África me rescata. Quisiera esconderme en una vasija… La travesía ha merecido la pena. La sensación de ruina y deterioro comienza a desaparecer cuando nos acercamos a esas piezas de cerámica que han salido de las manos de mujeres del Rif. Amasar el barro y el pan a mano, dos tareas humanas. Cocer en el horno el pan y el barro, dos tareas humanas. Tras la ruina, nos reconciliamos con la humanidad.

         Rodeamos las piezas de cerámica, leemos los paneles en los que se explica todo de forma muy clara y vemos un vídeo en el que las alfareras realizan su trabajo. FAJJARA es mucho más que una exposición de alfarería: se trata de un proyecto de investigación de la UCA, un proyecto de desarrollo ético, social y económico. El equipo interdisciplinar de la Universidad de Cádiz ha recorrido 1.200 kilómetros de la zona del Rif para estudiar y recuperar una forma ancestral de trabajar la arcilla, sin torno, sin horno de cocción cerrado. Han visitado varios aduares (aldeas) en Htatech, Aslit, Ifrane Alí y Tegheza. El equipo de investigación está compuesto por expertos en antropología, historia, sociología, economía, geografía, ciencias químicas,…

         El equipo del la UCA ha analizado y comparado todo del proceso de fabricación de la cerámica en esas cuatro aldeas. Las alfareras del Rif trasmiten sus conocimientos de generación en generación desde hace 6.000 años. No disponen de un taller. Realizan su labor en cualquier rincón de la casa. Y todo el proceso se realiza a mano, desde la preparación de la arcilla hasta la decoración. Modelan mediante la técnica  del urdido. Añaden pellizcos de arcilla a una pella de barro hasta que la convierten en un recipiente, que luego es decorado con las señas de identidad de sus tribus. Utilizan muy pocos utensilios para levantar las paredes del recipiente: una espátula de madera, un canto rodado y un trapo. Para la decoración disponen de pinceles hechos con pelo de cabra, mechones de lana o pluma de gallina. Los pigmentos de la decoración son de origen mineral (óxido de hierro y manganeso) y vegetal (lentisco). Esta decoración sirve para identificar las diferentes aldeas. La cocción se realiza en piras, oquedades a cielo abierto, alimentadas con tortas de estiércol del ganado, y en hornos muy rudimentarios. Desde hace miles de años las mujeres sostienen esta economía doméstica. Los cántaros, orzas, fogones y tinajas son construidos para las necesidades de la casa. En caso de haber excedentes se llevan al mercado local para su venta.



         Estas técnicas corren el peligro de desaparecer. Cada vez son menos las mujeres que conocen las habilidades para transformar la arcilla. Con la llegada de los productos industriales, hechos de aluminio o plástico, y los modos de vida urbanos, esta cultura alfarera ha ido menguando. El proyecto de la UCA pretende reactivar esta artesanía para proporcionar un modo de vida digno a las mujeres de estas aldeas. Se trata de crear cooperativas comunitarias de producción que permitan conservar el patrimonio cultural y mejorar la situación social y económica de la mujer.