jueves, 4 de junio de 2015

ÉTICA DE ROEDORES LXII: BELLO CÍRCULO

  El escéptico analiza, examina, duda, comprueba y de ahí no sale. Es un sendero circular, una bella espiral. Vueltas y más vueltas, para no saber cuál es el principio ni el final. Bella espiral, bucle infinito: sólo el roedor disfruta del círculo. Vueltas y más vueltas del pensamiento. El escéptico no se aburre porque sabe que nada tiene principio ni final. Y los fundamentos le atormentan. Ama la materia porque no hay nada más y es infinita en sus recovecos y miserias. El roedor analiza, piensa, examina y vuelta a empezar. ¡Que nadie espere nada! ¡Todo continúa! No se contenta con nada porque nada contenta definitivamente. Y cuando observa los enredos de los otros roedores se desespera y corre más, en cualquier dirección. ¡Tanta importancia a nuestras miserias! Hay roedores aplastados por la protuberancia que presiona sus pequeños cerebros. Ese apéndice opresor es el yo. Nos impide correr y movernos con soltura. Nos ciega. ¡Son tan malos los otros! ¡Soy tan bueno! Por eso el roedor busca los sombríos. Habita lo que nadie quiere, lo que nadie desea. En esos espacios hay libertad. Cuando el roedor analiza, examina y duda, abre nuevos senderos para huir, sin molestar a los otros roedores. Saber retirarse de todo, ésa es la virtud del roedor y la consecuencia de su duda. Sólo quiere habitar en los sombríos de las letras, en los silencios.