lunes, 22 de junio de 2015

ÉTICA DE ROEDORES LXVI: EL JARDÍN.

   Recorremos los días y las noches como si no nos importasen, como si fuesen un juego. Y es cierto, no nos importan. Sabe el roedor que no hay lugar donde dar explicaciones ni ajustar cuentas, sólo importa la decisión. Los senderos de la tarde, o los de la mañana fría, son siempre circulares. Recorremos los días y las noches como si fuesen momentos improbables. Y es cierto, lo son. Cartografiar el instante es una labor propia del que lo aborrece, del que espera otra cosa, quizás un significado. Pero el que vive en el jardín o en el tonel no quiere nada más. Todo le basta. Recorremos las sombras como si tuviéramos miedo. Y es cierto, lo tenemos. Porque el miedo es real, es la realidad. Nadie puede ignorar el miedo. Ni un Logos universal será capaz de aniquilar ese terror inscrito en cada pensamiento. Sólo nos resta pasear por el jardín y ver cómo crecen las plantas y pensar desde nuestro tonel cuánto nos sobra para roer con libertad.