sábado, 22 de noviembre de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XXXVII: LOS DISCURSOS

  Roer las grandes ideas, las grandes teorías, ésa es la tarea del roedor. También las impetuosas opiniones han de ser desmenuzadas. Porque nada hay más inútil que hablar, que opinar del océano, del inmenso océano, sin saber nada de sus profundidades. ¡Cuánto silencio necesitamos para entender algo! Sabe el roedor que los grandes discursos y las grandes opiniones son perniciosos, temibles. ¡Es tan fácil hablar sin decir nada! ¡Bien lo sabe el roedor...! Pero insisten, los unos y los otros, los buenos y los malos. Consumen nuestro tiempo, nuestras vidas, como si no tuviésemos nada más que hacer. Menos mal que los malditos roedores se diluyen entre tanto sustantivo y tanto adjetivo, entre tanto significado. Menos mal que sabe el roedor que detrás de tantas palabras sólo hay vagas emociones, primarias, contra ti, contra mí, con ellos, contra ellos. No importan los significados. Jamás importaron. ¡Cuánto silencio necesitamos para vivir tranquilos! Nadie lo sabe a ciencia cierta. Roer, roer, roer y desmenuzar, para que la pesadez de los grandes discursos se diluya y nos deje corretear, con la libertad del que ignora los grandes conceptos. ¡Malditos roedores! ¡Siempre corriendo! ¡Es tan fácil hablar desde las alturas! Menos mal que los malditos roedores, aquí abajo, nos recuerdan que todo podría haber sido de otro modo y que nada importa, que todo es un cruel juego y que el ruido nos aplastará, el ruido de los grandes discursos. Roer, desmenuzar, caer en la propia trampa y no decir nada, pero correteando, sin dueño, con miedo, mucho miedo, pero sin dueño. Sabe escabullirse el roedor, con delicadeza. Porque no quiere ser atrapado con el rebaño, con los que tienen grandes opiniones a sus espaldas. El roedor no tiene fuerzas para sujetar semejante carga. ¡Maldito roedor! ¡Sólo aprecia los susurros! ¡Sólo atiende a las palabras entrecortadas! ¡Maldito roedor! ¡Sólo mira en los rincones, donde se acumulan los residuos! Pero no aprenderá jamás. Es muy arriesgada la vida del roedor. ¡Con lo fácil que es dormirse con un cuento de hadas! No aprenderá nunca. ¡Con lo fácil que es vivir a la sombra de los dinosaurios! ¡Con lo fácil que es sentirse parte de algo, de algo más grande! Pero no, los malditos roedores disfrutan con la miseria de sus días, entre fragmentos de algo que pudo tener sentido.