miércoles, 1 de octubre de 2014

EDUCAR PARA PARTICIPAR

      Las leyes educativas van y vienen sin que nos dé tiempo a entenderlas. Menos mal que detrás de tanto cambio y tanta incertidumbre siguen existiendo los que enseñan y los que desean aprender. Dos son las causas de semejante desbarajuste legal. La primera es política: los gobernantes han utilizado el sistema educativo como mercancía. La segunda es filosófica: no sabemos exactamente qué es educar a una persona, ni lo sabremos. Estamos condenados a lanzar esbozos provisionales y a preguntarnos a cada paso por el sentido de esta noble tarea. Uno de los rasgos esenciales de la educación es su absorbente reflexividad.
       Es obvio que los proyectos educativos han de formar parte del contexto social, es decir, tienen que impregnarse de las necesidades de los ciudadanos y sus expectativas. Los Estados del siglo XXI exigen ciudadanos capaces de participar de forma activa en el sistema tecnocientífico, en la sociedad del espectáculo y en las instituciones democráticas.
Es crucial saber integrar los datos que nos ofrecen los medios de comunicación y los educadores, si deseamos alcanzar conocimiento, incluso sabiduría. Tanto la información que aparece en los libros de texto como la que circula por internet requiere ser integrada, ordenada, dentro de nuestro contexto de necesidades. Y como investigadores, no sólo debemos dominar teorías y procedimientos técnicos, también necesitamos participar en las instituciones científicas.
No basta en las sociedades del espectáculo con ser meros receptores de esquemas prefabricados. Así, la autonomía en el ámbito estético se concreta en la capacidad de recorrer senderos creativos propios y en la posibilidad de analizar los estilos que maneja el mercado del ocio programado. La retórica de los medios de comunicación y de los centros de poder utiliza símbolos, metáforas y otros recursos estilísticos. Los senderos de creación nos permiten desmontar esa retórica, esos símbolos petrificados que se presentan como naturales. Ser creativos nos aleja del aburrimiento y la desidia, los peores enemigos de la autonomía y la libertad. 
En las sociedades democráticas debemos aprender a decidir. Como ciudadanos, tenemos que participar en las instituciones y foros, con prudencia y sentido de la justicia. Las contradicciones de la democracia representativa quizás nos conduzcan a un modelo más participativo en los próximos años. Pero debatir en asambleas sobre los asuntos públicos, organizarse y tomar decisiones sensatas son tareas muy complejas. Nuestro sistema educativo deberá prepararnos para desarrollar todas esas competencias. Porque la democracia participativa es el sistema más exigente que existe: se construye con ciudadanos que sepan dialogar, que sean responsables, coherentes, y que estén dispuestos a profundizar en todas las áreas de conocimiento.
Los espacios interactivos de divulgación científica, como museos o ferias, son idóneos para desarrollar o mejorar todas estas formas de participación. Como pudimos comprobar el viernes en los Claustros de Santo Domingo, en la Noche Europea de los Investigadores, acercar la investigación a los ciudadanos es mucho más que mostrar o informar. Son espacios de legitimación, no sólo de exhibición. Los investigadores dialogan con los ciudadanos para demostrar la utilidad social de sus proyectos. En este diálogo hay que manejar conocimientos y procedimientos técnicos, hay que saber convencer, saber razonar, y ser creativos.
    Son, además, espacios para tomar contacto con la diversidad de prácticas científicas y campos de investigación. Ser conscientes de esa diversidad científica es esencial para comprender la dificultad que conlleva elaborar los Planes de I+D+i. Y tan importante es la investigación en biocombustibles como en sociología. En este sentido,  cabe destacar la realización del microencuentro “Ciencia e Investigación: Sobre desigualdades y exclusiones en razón al sexo y género”, organizado por el Departamento de Derecho del Trabajo de la Universidad de Cádiz. Tuvimos la ocasión de reflexionar sobre asuntos tan complejos como el concepto de género, sexo, intersexualidad y prostitución. Sólo un problema: aunque los Claustros son un entorno muy bello, no reúnen las condiciones acústicas necesarias para la comunicación científica.

                            Diario de Jerez. Suplemento de Educación. 30 de septiembre.