viernes, 11 de diciembre de 2015

LA REALIDAD SE OCULTA

    No sabemos cuándo, ni lo sabremos, pero hubo un tiempo en el que nos bastaban las apariencias para vivir y sobrevivir. Con una corteza cerebral más compleja, los seres humanos pronto comenzamos a pedir explicaciones, a exigir la verdad. Hubo un momento en el que las apariencias se convirtieron en un obstáculo para conocer la verdadera realidad, su esencia. Se inició así un nuevo sendero, el de la racionalidad, quizás con los griegos, el sendero del logos. Ahora bien, con las verdaderas explicaciones el sentido común se irritó. Ya nada es lo que parece. Resulta que los objetos, que parecían tan verdaderos y naturales en su ser, en su aparecer, ya no son nada, son una mera ficción. Y la realidad está al fondo, oculta, sólo accesible para el que sabe de estructuras, para el matemático.
Ilustración de Miguel Parra
         Hace cien años que Einstein terminaba su teoría de la relatividad general. Con David Hilbert pisándole los talones, aquel empleado de la oficina de patentes, dotado de una imaginación desbordante, encontraba la estructura profunda de la naturaleza. Y la encontraba gracias a aquellos matemáticos que habían explorado nuevas geometrías, espacios definidos con otros axiomas. Lo que en principio parecía un entretenimiento formalista, a la larga, fue el andamiaje de la nueva física.
         Lo que Newton jamás llegó a comprender se aclaró con el concepto de campo de Faraday y Maxwell, el primero intuitivo y el segundo con ecuaciones. Y Einstein, acostumbrado a vivir con campos, ya que su padre trabajaba en centrales eléctricas, descifró el enigma. Tras cien años de relatividad general, seguimos perplejos. Lo que las ecuaciones muestran parece difícil de captar por nuestra imaginación. Las metáforas no sirven si la complejidad es inabordable, inconmensurable. Tanto la teoría de la relatividad, las dos, como la física cuántica suponen un reto creativo apasionante.
         Einstein era capaz de imaginar soluciones, conceptos físicos, dinámicos. La matemática vendría después. Que la gravedad tenga que ver con la curvatura del espacio-tiempo provocada por una masa no parece asunto fácil para el sentido común. Nos cuesta representarlo gráficamente. Implica gran esfuerzo entender eso de que el espacio y el tiempo forman una especie de malla. Una bola de hierro sobre un mantel hunde el espacio, sí, pero nos cuesta entender que también el tiempo. No manejamos todos los planos a la vez ni todas las dimensiones. Nuestra imaginación ha surgido por selección natural, en un entorno de objetos a nuestra medida. Los problemas con los que se enfrentaron los organismos que nos precedieron han sido problemas macro, a velocidades y escalas limitadas, las propias de un mamífero. Nuestra percepción, que emerge de la interacción de partículas elementales, funciona en un mundo de cualidades globales que también emergen de esas partículas. Aunque comprendamos matemáticamente cómo funciona la teoría de la relatividad o la física cuántica, nuestra imaginación debe consolarse con una aproximación.
        Cien años de relatividad general no son nada. Y es una teoría que ha confirmado sus predicciones. La luz se desvía al pasar por una masa como el Sol. El tiempo transcurre más despacio cerca de una masa que lejos de ella. Y como la aceleración es equivalente a la masa, pues un objeto que se mueva a grandes velocidades produce la misma curvatura y el tiempo transcurre más despacio. La gravedad queda por fin explicada: los cuerpos son atrapados por ese hundimiento de la malla. A ver cómo encaja todo esto nuestro sentido común… Resulta que el espacio y el tiempo no constituyen ese armazón fijo en el que transcurren los acontecimientos, los hechos.
            La estructura de la realidad parece sencilla. Unas pocas ecuaciones, simples y bellas, lo explican todo. Una hilera de símbolos es suficiente para describir cómo se comporta el espacio-tiempo o cómo se comportan las partículas elementales. La verificación de las predicciones y el uso tecnológico que hacemos de ellas nos dicen que algo tienen que ver con el mundo real. Todo es tan simple que no lo entendemos a la primera. Todo es tan simple que la complejidad de nuestra vida cotidiana nos ofusca. El excelente libro de Carlo Rovelli “La realidad no es lo que parece”, editado por Tusquets, explica con sencillez todo esto y mucho más.

http://www.diariodejerez.es/article/jerez/2172212/la/realidad/se/oculta.html