“Hablo también de un mundo
remoto y desconocido, feroz como un cántico
primigenio que construyera alas de asombro
en cada parpadeo.”
Los poetas
siempre nos han cantado un viaje, el que realiza el héroe o el que lleva a cabo
el poeta mismo. No hay poesía sin inmersión en las profundidades de lo que somos
o lo que deseamos ser. Es el precio que debemos pagar por ser animales
conscientes, seres capaces de cartografiar nuestro interior. Así describe el
libro Rocío Hernández Triano: “Pedro Sánchez nos propone en este conjunto de
poemas que constituyen Abisales un
paisaje vertiginoso, una aventura hacia el abismo, de una oscura lucidez, donde
nos serán revelados de una manera muy clara los enigmas de la conciencia. Este
viaje es de ida y vuelta, una rápida caída libre que luego se convertirá en
ascenso hacia la luz y hacia la vida.” Todo aquel que se acerca a la conciencia
necesita utilizar metáforas: estratos, capas, pliegues, profundidades… Pensamos
a través de lo que ya conocemos, trasladamos las estructuras de un ámbito a
otro diferente con la esperanza de atrapar lo esencial. Abisales es un libro clásico en este sentido.
En las
profundidades el poeta ve desfilar diferentes máscaras, símbolos de sí mismo,
de sus miedos y de sus obsesiones. En medio de la terrible oscuridad, la
palabra poética capta la luz, la esperanza que habita en las tinieblas. Según
Rocío, son máscaras, metáforas y símbolos, que utiliza el poeta para conocerse
a sí mismo: “Los seres abisales habitan en los sueños y nacen de la intuición
de la palabra poética. Son un reflejo de nosotros mismos, de nuestra esencia
más pura y terrorífica. El monstruo marino, el pez de las sombras no es otro
que el poeta que asiste maravillado a un mundo que es traducido a través de los
signos del lenguaje primigenio, a veces ingenuo e impreciso y, en otras
ocasiones, redondo en su forma y en su significado.”
Con un
lenguaje épico, simbólico y a veces surrealista, Pedro Sánchez consigue salir a
la superficie, donde hay más luz, con la posibilidad de comenzar algo nuevo,
aunque nos tememos que sólo sea un breve descanso para iniciar otra inmersión.
Porque lo importante de todo viaje es el camino en sí mismo, el proceso de
aprendizaje. Al zambullirnos en el abismo aprendemos a distinguir con mayor
precisión todos los grados de oscuridad, pero también los frágiles destellos de
la utopía. El viaje ha merecido la pena si después de cada inmersión hemos
desvelado algo más del entramado de nuestras emociones y los ritmos de nuestra
sensibilidad.
Pedro
Sánchez es profesor, traductor, y ha sido coeditor de
la revista literaria y cultural “El Ático de los Gatos”. Ha
publicado la colección de relatos Huidas Imposibles (Sevilla,
2011) y los libros de poemas Ciudadela Sitiada (Huelva,
1998), Nocturno en Amaranta (Sevilla, 1999), Las huellas en la nieve (El Puerto de Santa María, 2003), Memoria
del amor deshabitado (Sevilla,
2011), La piedra nocturna (Jerez, 2011), La
templanza y otros georemas (Sevilla,
2013) y Un relámpago atrapado en un
puño (Jerez, 2014). Ha
obtenido diferentes premios, entre los que destacan el Premio Internacional
Platero, premio otorgado por el Club del Libro en Español en Naciones Unidas, y
el Premio Internacional de poesía Rilke (Oviedo, 2000). Como muestra de su
sensibilidad poética y de su pensamiento les mostramos un poema y una entrevista
que nos concedió amablemente unos minutos antes de iniciar la presentación del
libro.
LUZ EN LA TINIEBLA DEL OCÉANO
La mano benévola del mar en primavera
te salvó de acabar siendo un cuerpo sin destino.
Pisar la orilla, besar la tierra para dar
gracias por seguir siendo un cuerpo que se estremece,
dolorido, humillado por la incertidumbre;
un rayo de luz en la tiniebla del océano.
Ante ti un mundo brillante, contador a cero,
paisaje impreciso, canción extraña, espacios
cerrados y aromas que no pueblan tu memoria.
Piensas que quizás empujó tus velas un viento
equivocado, pero el mar a tu espalda es ya
una gran muralla de sudor disuelto en sangre.
Has tirado los dados, vieja ruleta rusa,
sin saber si el futuro te guarda algún abrazo.
¿Qué nos vamos a encontrar en este libro?
El libro es
un viaje a las profundidades de los fondos marinos, como metáfora de un viaje a
la oscuridad del alma humana. Y dentro de ese viaje se encuentra uno con una
galería de personajes que funcionan como oráculos que van contando su historia.
Lo que tienen en común es que son todos unos perseguidores de quimeras. Son
personajes en cierta manera oscuros pero que brillan con luz propia, como los
seres de los fondos abisales.
Básicamente es un libro que plantea la imperfección del ser humano y que saca a
la luz la debilidad, la fragilidad humana.
¿Lo sublime de los abismos, al estilo romántico?
Sí, hay
algo de eso. Es un libro que parte de la oscuridad. El lenguaje y la imaginería
que aparece, ciertos personajes de ficción, como los vampiros o el Capitán
Nemo, pueden recordar a esos seres del
romanticismo, seres oscuros. Pero en realidad yo no los veo como
monstruos o como locos simplemente, sino que son buscadores de utopías.
¿Hay cierto pesimismo ético al contemplar el abismo?
No es
tanto un pesimismo como un viaje de ida y vuelta. De hecho, el libro tiene una
estructura basada en los clásicos: la bajada a los infiernos en busca de
respuestas, un viaje del que siempre se sale, pero no intacto. Siempre se lleva
uno una enseñanza, pues se sale con esperanza, con un aprendizaje.
¿Qué autores le han influido?
Muchos, a
Bonald se le cita en el libro, Cernuda, también mucha poesía inglesa, por mi
formación, pues me dedico a la enseñanza del inglés y la literatura inglesa, lo
que hace que tenga un bagaje de lecturas de autores ingleses, no sólo del
romanticismo, sino también del siglo XX y actuales. Hay muchos, no sólo poetas.
También Tolstoi es un autor que me influye en cuanto al pensamiento.
¿Cómo surge el poema?
En mi caso
es un proceso de lectoescritura. Todo va unido, la lectura y la escritura. Es a
lo que me dedico, prácticamente, en mi tiempo libre, que es poco, después del
trabajo y las obligaciones familiares. Mi pasión es la literatura. Siempre
estoy leyendo, escribiendo o ambas cosas a la vez. Y también es un camino de
ida y vuelta. Un libro empieza con un runrún, con una idea que uno tiene en la
cabeza, una imagen, algún verso, bien que le ha surgido a uno o bien que ha
leído en algún sitio. Y a partir de ahí puede comenzar todo el proceso de
construcción de un libro.
¿Qué función atribuye a la poesía?
A parte de
ser una indagación personal, del escritor y del lector, la poesía tiene un
valor moral, como la filosofía. Cada vez estoy más convencido. Me refiero a la moral
como indagación, como búsqueda del sentido de las cosas, de la belleza del
mundo. Y en cuanto al valor social, me parece muy importante, no en el sentido
de poesía social de los años cincuenta, sino en el sentido de educación
sentimental. La poesía tiene un papel fundamental, como otras artes, en esa
educación sentimental.
¿La poesía nos hace mejores personas?
Efectivamente,
nos hace mejores personas. Y es una parte de nuestra cultura que está muy
olvidada. Insistimos mucho en la educación académica, en el título, pero nos
hemos olvidado de trabajar la educación sentimental.
Ha recibido varios premios. ¿Cuál es el más importante para usted?
Sí he
recibido algunos, sobre todo al principio, cundo empecé. Todos me han
sorprendido y agradado. Son premios, además, modestos. El que más me sorprendió
y más me llenó fue uno de relatos, no de poesía. Tengo alguna incursión en la
narrativa, un libro de relatos. Me dieron el premio internacional “Platero”,
que lo otorga el Club del Libro en español de Naciones Unidas. Y era la primera
vez que me atrevía a escribir narrativa y a presentarme a un premio de
narrativa. Este premio sí es de cierto renombre. Se presentan cientos de obras
de todo el mundo y lo otorga Naciones Unidas.
¿Y tiene algún proyecto más de narrativa?
Proyectos
tengo muchísimos. Tengo novelas en proyecto, esbozadas. También otro libro de
relatos comenzado, ensayos, un libro de poesía que estoy terminando, un libro
de poesía erótica a medias… Son muchos proyectos que espero ir terminando poco
a poco.
También ha sido editor de la revista
cultural “El Ático de los gatos”…
Fue un
proyecto que inicié con Rosario Troncoso. Por cuestiones de tiempo y energía
luego me desvinculé de la revista, aunque he seguido colaborando. Más que aportar
poemas, en principio me volqué más en labores organizativas, logísticas, y en
dedicarme al periodismo cultural: entrevistas, reseñas y alguna traducción. Esa
es otra de mis facetas, la de traductor de poesía.
¿La enseñanza de la literatura, de la poesía, va por el buen camino?
Puedo
hablar de mi experiencia personal. No soy profesor de literatura, sino de
inglés. Mis clases de inglés van siempre unidas a la cultura inglesa. Por otro
lado, en mi centro, IES Sofía, en el que enseño, hemos realizado encuentros con
poetas. Durante cuatro o cinco años, han venido autores locales, comarcales,…
Es una experiencia que cada vez tiene más éxito y ha calado mucho en el
alumnado. Al principio el alumnado lo veía como algo ajeno o una clase más,
pero ahora lo demandan porque les gusta. Es muy interesante tener al autor
delante cuando recita y poder hacerle preguntas. Además tenemos un certamen de
microrrelatos para todos los centros escolares de la localidad. Y funciona muy
bien. Cada vez hay más participación. Fomentamos no sólo la lectura, sino
también la creación. Estamos contentos y sorprendidos con la respuesta de los
estudiantes. Han aumentado, por ejemplo, los préstamos de libros de poesía en
la biblioteca. Tiene mucho que ver con haberles acercado la poesía. Y además
los chicos están en una edad en la que quieren expresarse y descubren que la
poesía es un buen camino.