viernes, 26 de febrero de 2016

ÉTICA DE ROEDORES: LA MONTAÑA

Nadav Kander
   Desde que empezó la gran batalla de los dinosaurios, terrible contienda, los roedores atraviesan el bosque y los riachuelos sin miedo. Un respingo es la señal, efecto sonoro tardío, de una lucha lejana, allá en las montañas. De vez en cuando resuenan los roces de las endebles alianzas. Mas sabe el roedor que no bajarán los dinosaurios con las alforjas vacías. Querrán la victoria total o el desastre. Querrán desmenuzarse entre sí. Nos darán una lección muy vieja de anatomía. Y cuando regresen, volveremos a escondernos de sus pisadas, a contentarnos con el fluir de las sombras. Porque la lucha es horrorosa allá en las montañas. Resuenan los gemidos como si imitasen el sonido de arcaicas palabras, en un idioma desconocido para los que sólo saben huir. Allá en las montañas, apartados de la lógica y bebiendo de las fuentes del delirio, se enfrentan las bestias. Quizás nos olvidaron, piensa el ingenuo roedor. Quizás se olvidaron de nosotros para siempre. Sueña el roedor con un bosque sin pisadas, un bosque profundo, oscuro, barroco, enrevesado, un bosque atravesado por senderos impredecibles y roedores ajenos a cualquier pavor. Pero los aullidos son espantosos, allá en la montaña. Hasta siente lástima el débil roedor... Y en los sueños, cuando la noche envuelve al miedo y el miedo envuelve a la noche, habla Esquilo... Son razones oníricas las que fundamentan un edificio sin cimientos... Sabe el filósofo que la vida brota en los humildes musgos y que los grandes robles son una ficción o una pesadilla.

miércoles, 24 de febrero de 2016

ANATOMÍA

Divisibles por infinitos tanteos y necesarios juegos de azar, engarzados a los deseos que nos zarandean en el incomprensible mar, somos o queremos ser, como si no hubiésemos aprendido del azúcar o de la sal.

viernes, 19 de febrero de 2016

ÉTICA DE ROEDORES: LA VOZ

  Trae la tarde lluvias, nubarrones y oscuridad. Nadie desea cristales ni vidrios. Quizás la luz que nos atraviesa es dañina porque transporta la verdad. Y el dinosaurio enfurecido se revuelve contra los espejos traidores. Se enrosca frente a su imagen, distorsionada por la propia maldad. Nadie desea espejos ni vidrios... Sabe el filósofo que todo es impuro y que la realidad se estremece cuando reconoce su silueta al atardecer. Nadie anhela la luz. Pero la palabra recorre los viejos senderos del bosque para recordar a los roedores que la podredumbre acecha y los días están contados. Trae la noche sombras y miedos pretéritos. A no ser que grites, roedor, todo volverá a repetirse y la miseria de los días disolverá cualquier sueño. Nadie sabe quién nos protegerá de los terribles peligros. Nadie sabe quién nos protegerá de los malhechores. Mas sabe el filósofo que sólo las palabras resistirán y que el silencio será abatido. No hay más senderos en el frondoso bosque.

jueves, 18 de febrero de 2016

FUEGO

En el horno de la memoria las llamas hacen justicia porque otorgan y arrebatan la vida sin contemplaciones. Si los recuerdos son meras cenizas, lo ignoramos. Si el blanco de la harina se opone a la oscuridad de tus miedos, lo sabemos. En la fermentación de aquellos olvidos el calor hace justicia porque dilata viejos sueños. Ascuas de la tarde o leña del norte acompañan al logos.

lunes, 15 de febrero de 2016

TIERRA

Para quien la trabaja, se decía, con la sorna descabellada del que sueña efluvios del Tártaro. Espectros. Abandonados en la algaida, nunca estaremos tan cerca del agua ni del secarral. Raíces cúbicas o pesadillas de Timeo. La tierra para quien muere, se decía, con la certidumbre del que zozobra entre las terrosas rémoras del pensar. Porque el Etna te espera y las sandalias ya no importan.

sábado, 13 de febrero de 2016

AGUA

En el fondo del pozo o en los abismos de los teoremas resuena la húmeda carcajada del eclipse de la inteligencia. Y lloras, por la contumacia acumulada, por el mundo líquido de Zygmunt y por la lenguaraz hipotenusa. Presos de una sed infinita, buscamos las viejas fuentes de la vida y de la muerte, como organismos.


jueves, 11 de febrero de 2016

AIRE

Aire como el aire, luz como la luz y luego una tenue respiración.  Anaxímenes medita al atarceder, atravesado por brisas desconocidas, inspirado y azorado porque percibe la continuidad de los tiempos, de los seres que respiran asfixiados.

martes, 9 de febrero de 2016

LA HERENCIA DE MINSKY

El 24 de enero nos dejó Marvin Minsky (1927), uno de los pioneros en las investigaciones, tanto teóricas como prácticas, sobre inteligencia artificial. Formado en Harvard, obtuvo también un doctorado en el Programa de Matemáticas de Princeton. En 1950 fundó junto con John MacCarthy el laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT, Instituto Tecnológico de Massachusetts. Alcanzó grandes logros en la robótica: brazos, pinzas y sistemas de aprendizaje. Escribió con Seymour Papert el libro titulado “Perceptrons”. En este texto explicaban las limitaciones computacionales del conexionismo. Recordemos que en el seno de la Inteligencia Artificial hubo dos enfoques antagónicos, dos modelos. El modelo simbólico o sintáctico, serial, se centraba en la manipulación formal de símbolos. El enfoque conexionista, por el contrario, creía que la clave estaba en la simulación de redes de neuronas trabajando en paralelo. Minsky propuso en sus obras “Sociedad de la mente” (1988) y “La máquina de las emociones” (2006) un modelo original. La mente moviliza un conjunto de agentes o recursos para realizar sus funciones.
         Todavía recordamos aquella predicción tan rotunda que lanzó al principio de su carrera. Más o menos decía: “En el futuro deberíamos estar agradecidos si los robots nos aceptan como servidores suyos, como mascotas”. Eran tiempos optimistas, cuando las máquinas jugaban al ajedrez y demostraban teoremas matemáticos. Los algoritmos para reproducir la racionalidad humana eran pan comido. Pero las expectativas se diluyeron con el paso del tiempo. Los ingenieros se dieron cuenta de que no todo es tan fácil de formalizar. Se toparon con el lenguaje, la percepción y las emociones.
Miguel Parra
         Ahora se sigue con la tarea, pero con los pies en el suelo. La robótica ha pasado por sucesivas fases de modestia. Lo sistemas expertos aparecieron como algoritmos especializados en áreas concretas de la actividad humana. Dada la complejidad de la inteligencia, se apostó por simular a profesionales. Surgieron programas capaces de pilotar un avión o realizar un diagnóstico tras escuchar al paciente. Con campos semánticos acotados y una heurística específica, formas de razonar, era más factible aproximarse a lo que realizamos los humanos cuando somos racionales. Y de paso se patentaron programas útiles y comercializables, aunque no todos, claro. En el campo de la robótica se insistió en la percepción. Que una máquina capte un objeto sobre un fondo e interactúe con él se convirtió en uno de los asuntos más arduos para la ingeniería, pero se avanzó. Hoy hay autómatas que se mantienen de pie y se desplazan por sinuosos entornos, aunque no manejen una representación del espacio similar a la nuestra.
         En el camino se perdió el problema de la conciencia, la identidad y el lenguaje. A pesar del optimismo teórico de pensadores como Minsky, Dennett o Penrose, no resulta nada sencillo explicar estos procesos, que con tanta facilidad dominamos los humanos. Hay dos tipos de obstáculos, los científicos y los filosóficos.
     Todavía no disponemos de una descripción de los mecanismos físicos, químicos y biológicos que intervienen en el hecho de estar conscientes. Aunque se van localizando las rutas neuronales implicadas, la explicación no es completa ni se sabe en qué nivel se encuentra, es decir, si es una propiedad emergente de alto nivel o hay factores de carácter micro, como piensa Penrose.
         Los obstáculos filosóficos tienen que ver con ese miedo que tenemos los humanos a las naturalizaciones. Tememos ser convertidos en lo que somos: un objeto material, bien organizado, pero material. Tememos ser desplazados del centro del mundo: después del heliocentrismo, el darwinismo, el marxismo y Freud, no queremos abandonar el último reducto de lo humano. Y la inteligencia artificial, que seguramente nos hará la vida más placentera, se presenta como la amenaza fantasma, o algo así.
         El legado teórico de científicos como Turing o Minsky dará mucho de sí en las próximas décadas. Fueron pensadores que abordaron la complejidad de la inteligencia humana, primero para comprenderla y luego para reproducirla con el fin de mejorar nuestras existencias. Si esto no es humanismo…

sábado, 6 de febrero de 2016

ÉTICA DE ROEDORES: PREGUNTAS PERDIDAS

   Tarde o temprano recordarás lo que pudiste preguntar a los que ya no están. Y será tarde, porque siempre es tarde para preguntar lo esencial. A todos nos llega el día, ese día en el que somos conscientes de las preguntas perdidas, las que no podrán tener lugar. ¿Quién te iba a decir, maldito roedor, que aquellos instantes vividos con ansiedad serían tu perdición y que los recordarías con rencor? Tarde o temprano querrás saber, querrás recordar lo que jamás preguntaste, por desidia, a los que ya no están. Y tu ignorancia será eterna, maldito roedor. Los merodeos entre las sombras del bosque serán inútiles. Hasta el terrible dinosaurio se apiadará de ti... Tarde o temprano, cuando la luz decae, caerás en la cuenta y te preguntarás por los infinitos instantes malgastados entre la inconsciencia del tiempo. Es la condición del roedor: vivir asustado entre las raíces sombrías del bosque. Nadie sabe dónde fueron a parar las preguntas perdidas, las que iban dirigidas a los que ya no están.. Lo que ahora nos importa y nos desvela estaba en las respuestas.

viernes, 5 de febrero de 2016

ÉTICA DE ROEDORES: OSCURIDAD

Nadav Kander
   La oscuridad de las calles, cómo no, me obligan a hablar de la extrañeza del tiempo. No lo niegues: todos hemos sentido pánico ante la oscuridad de las calles. Si el día prometía nuevos universos, las esquinas de gélidas penumbras te asustaban cuando llegaba la noche, tan terrible, tan opaca, la que teme todo roedor. Nadie es ajeno a la oscuridad porque nacimos inmersos en ella, como si fuese un regalo de la naturaleza profunda. ¡Ahora comprendes la atracción azul del atardecer! Han pasado los años, maldito roedor, y todavía te asustas con las sombras pálidas que te persiguen cada tarde, sin piedad. No hay forma de librarse de los viejos miedos, no te hagas ahora el valiente, porque ya nada importa, has resuelto el acertijo de la existencia... Ahora sabes por qué te asustaba el ladrido de los perros en la lejanía. Ya encontraste, maldito roedor, el significado de todos los ruidos que se aproximaban en la noche, cuando el futuro era incierto y el pasado una historia triste. Los miedos de entonces son los mismos que los de ahora. Todos los niños reconocen la nada a primera vista y se asustan para siempre.