lunes, 31 de octubre de 2022

Lo que siempre falta

Casa museo de Zenobia y Juan Ramón, en Moguer

         Cuando visitas la casa museo de un escritor, te da la sensación de que algo falta o sobra. No es nada achacable a los que mantienen la casa. Suele ser gente entregada con pasión a la labor de conservar y mostrar. Quizás uno espere encontrar allí la clave de la excelencia poética, el aire que dio lugar al fructífero impulso creativo, el rumor que hizo fermentar el estilo... Pero nada, uno solo encuentra el resto, lo superficial, lo que uno puede olvidar en cada mudanza. Ves la biblioteca del escritor y reconoces al instante que ahí tampoco está lo que buscas. Libros y papeles, nada más. Uno mira el escritorio, la mesa con la pluma o la máquina de escribir, y espera, espera, espera... Al final, falta algo. Si lo que buscas no aparece en los detalles, a lo mejor brota del todo, del conjunto. Pero nada, al final descubres que aquello que buscabas es una forma de ausencia, aquello que sobrevuela las palabras, aquello que las une, ese aroma de la imaginación tan escurridizo. 

viernes, 14 de octubre de 2022

Los relojes del poder

    


    Hoy hay relojes analógicos y digitales de gran precisión. Los teléfonos inteligentes actualizan la hora de forma automática. Se acabó lo de dar cuerda, aunque la cosa tenía su encanto... Hasta los relojes de las iglesias y los ayuntamiento nos dan bien la hora. Y te puedes poner mil alarmas para que te avisen de lo que tienes que hacer. Vivimos muy alarmados. Sigue habiendo timbres y bocinas para entrar en clase o en la fábrica. Un minuto de desfase y nos ponemos muy nerviosos. No tenemos excusa. Nadie puede decir que no sabe qué hora es. 

    El tiempo va sobre ruedas hasta que se topa con el poder. Porque el tiempo pertenece a las instituciones que administran nuestras vidas, en lo político y en lo económico. Los mecanismos de precisión para medir el tiempo fueron creados para controlar los ritmos de producción y los transportes de mercancías. Lograron que todos lleváramos amarrado al cuerpo un reloj, de bolsillo o de pulsera, pero todos con una cadena. Decir que ha salido el sol o que está anocheciendo es tan impreciso y antiguo que ya solo lo encontramos en la poesía. 

    El poder gestiona su tiempo y el nuestro. Hay veces que todo va muy rápido, con plazos férreos, como cuando te ponen una multa o tienes que pagar impuestos. Ahí el tiempo es oro. Los plazos para pagar o solicitar ayudas son claros. El que se duerme se busca un problema. La convocatoria es clara. Está escrito y publicado. El desconocimiento de la ley no nos exime de su cumplimiento. Para talar los árboles que molestan o son un "peligro" tampoco hay demora. Primero los cortan y luego argumentan.

    El tiempo propio del poder es otro asunto. Las cosas de palacio van despacio. Cuando tú vas con la lengua fuera para llegar al trabajo, los presidentes y diputados se hacen los remolones o juegan al escondite. Mientras tú pierdes una ayuda por haber presentado tarde un papel, el órgano que coordina a los jueces, nada más y nada menos, sigue sin ser renovado como la ley establece. Para nombrar un defensor del ciudadano o un interino a tiempo tampoco hay prisa. Los intereses económicos y políticos convierten los segundos en años, como en las películas de ciencia-ficción, cuando nos acercamos a un planeta muy masivo o viajamos a velocidades muy altas. 

    En palacio todo se vive de otra forma. Pedir un permiso de obras puede dar lugar a una espera que roce la eternidad, ya sea para abrir un negocio o para instalar unas placas que nos recuerden a los que murieron en los campos de concentración. Se ve que los ciudadanos, por mucho que lo intentemos, somos incapaces de entender esa física del tiempo burocrático, o esa metafísica, quién sabe. El poder siempre tiene una explicación para que sigas en la lista de espera o para que pagues el recargo de la sanción.

    A un trabajador se le pide que llegue a tiempo. Y se invoca la responsabilidad y la seriedad. En palacio todo eso da igual. Nadie se hace responsable de las tardanzas, aunque pongan en evidencia la falta de dignidad democrática. Viven atrapados en la maquinaria de adquisición y conservación del poder, que todo lo justifica. A los demás solo nos queda esperar, otros seis meses más, a que todos los permisos estén en orden para instalar las Stolpersteine; esperar a que se nombre a un Defensor del Ciudadano; esperar a que se renueve el Consejo General del Poder Judicial; esperar a que nombren al doctor que falta; esperar a que nos devuelvan el tiempo perdido.

martes, 11 de octubre de 2022

Clasificar, ordenar y cuantificar

  
Ilustración de Luis Miguel Morales "Moga"

     
El término científico aparece todos los días en los medios de comunicación. Todo el mundo valora la ciencia, pero no siempre se tiene claro en qué consiste esa praxis científica. La editorial sevillana Senderos ha publicado La ciencia, sus imágenes, sus conceptos, del matemático y filósofo Javier de Lorenzo, una obra que de forma rigurosa, crítica y creativa nos acerca al hacer científico y nos empuja a seguir investigando.

    Para explicar y comprender la physis, la naturaleza, los científicos construyen conceptos. La ciencia que hoy desarrollamos arranca en el siglo XVII, con su imagen mecanicista del universo. El reloj se presenta como el mecanismo ideal. A partir del siglo XIX aparece otra imagen, gracias al dominio de la electricidad y el calor, con la locomotora como modelo de artefacto dinámico movido por un motor interno. El hacer científico se va a desplegar dentro de esas imágenes de la realidad. Son metáforas-raíz que contienen valores, ya que establecen lo que debemos observar y manipular.

    Dentro del mecanicismo hay tres hipótesis que hacen posible la ciencia. Existe una realidad física independiente del sujeto. Esa realidad posee una estructura matemática. Y es posible obtener conocimiento objetivo de parcelas de esa physis. Para conocer la naturaleza, es preciso experimentar, llevar acabo algún tipo de manipulación agresiva de la realidad. La praxis científica consiste en elaborar conceptos y artefactos técnicos. Entre ambos hay una interacción constante. Cuando relacionamos conceptos de forma coherente para explicar un conjunto de fenómenos, surgen las teorías.

    Según Javier de Lorenzo, clasificar, ordenar y cuantificar son los tres procesos que subyacen a la praxis científica. Son tres procesos necesarios en la ciencia que dan lugar a tres tipos de conceptos: clasificatorios, comparativos y magnitudes. La ciencia no solo cuantifica. “El paso de conceptos clasificatorios a magnitudes a través de los comparativos se considera uno de los grandes logros científicos.” Hay ciencias, como la antropología, que solo utilizan los clasificatorios. La psicología recurre tanto a los clasificatorios como a los comparativos. Y la física, la química, la biología… usan los tres, clasificatorios, comparativos y magnitudes, por eso son las ciencias por excelencia. Así pues, según el tipo de conceptos, habría tres clases o tres niveles de ciencias.

    En el libro hay dos enfoques: el estructural, que analiza los requisitos formales (lógicos); y el genético-epistemológico, que aborda el surgimiento de esos conceptos a la largo de las historia de la praxis científica. El enfoque formal nos permite saber qué es una buena taxonomía, por ejemplo, si cumple los criterios lógicos necesarios y si es útil para describir cierta parcela de la naturaleza. De nada sirve una clasificación u ordenación incoherente o arbitraria. A lo largo de texto aparecen múltiples ejemplos, como los grupos sanguíneos o la tabla periódica de los elementos. Javier de Lorenzo insiste en las implicaciones filosóficas, científicas y sociales que conlleva la elaboración de una clasificación determinada.

    Tras la clasificación y la comparación viene la cuantificación. “La conceptualización cuantitativa se ha estimado como la auténtica creación del hacer científico.” Javier de Lorenzo explica los tipos de magnitudes, su estructura formal, y los problemas prácticos que genera la medida. Las magnitudes básicas forman una red o malla, lo que genera relaciones y leyes. El marco del mecanicismo, el surgimiento de los estados modernos y el capitalismo condicionan ciertas elecciones de la comunidad científica, como el sistema universal de medidas. En el libro explica cómo han ido surgiendo las medidas de longitud, masa y temperatura, dentro de determinados marcos conceptuales y sociales.

    Cuando aborda cómo se han construido los conceptos científicos a lo largo de la historia, queda bien claro que el hacer científico es una labor abierta, inacabada, en la que se requiere un gran trabajo y una gran imaginación. Además, el hacer científico se desarrolla en sociedades concretas. Así que múltiples factores inciden en su desarrollo. Según los tipos de conceptos que utilicemos, realizaremos diferentes comprensiones de la naturaleza y del ser humano. Los conceptos hacen posible ciertas técnicas, que su vez estimulan la creación de nuevos conceptos. Y una reflexión final del autor. ¿Es todo cuantificable en la physis? ¿Se reduce la matemática a la cuantificación? La respuesta es clara: “La creación matemática no se limita a la cuantificación.” Además de la medición, para comprender la physis, el científico maneja estructuras como las topológicas y las algebraicas.