lunes, 31 de octubre de 2022

Lo que siempre falta

Casa museo de Zenobia y Juan Ramón, en Moguer

         Cuando visitas la casa museo de un escritor, te da la sensación de que algo falta o sobra. No es nada achacable a los que mantienen la casa. Suele ser gente entregada con pasión a la labor de conservar y mostrar. Quizás uno espere encontrar allí la clave de la excelencia poética, el aire que dio lugar al fructífero impulso creativo, el rumor que hizo fermentar el estilo... Pero nada, uno solo encuentra el resto, lo superficial, lo que uno puede olvidar en cada mudanza. Ves la biblioteca del escritor y reconoces al instante que ahí tampoco está lo que buscas. Libros y papeles, nada más. Uno mira el escritorio, la mesa con la pluma o la máquina de escribir, y espera, espera, espera... Al final, falta algo. Si lo que buscas no aparece en los detalles, a lo mejor brota del todo, del conjunto. Pero nada, al final descubres que aquello que buscabas es una forma de ausencia, aquello que sobrevuela las palabras, aquello que las une, ese aroma de la imaginación tan escurridizo. 

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