Desde la mítica serie de Carl Sagan han sucedido muchas
cosas en el ámbito de la divulgación científica, tantas, que hasta los términos
han cambiado. La expresión “divulgación científica” ha sido sustituida por una
más amplia: “comunicación científica”. Detrás de cada palabra hay un mundo, un
universo. En este caso, el cambio terminológico implica un nuevo acercamiento a
la actividad científica real.
Lo que se
hace en los laboratorios luego se concreta en teorías, leyes, técnicas… La
producción de un equipo se mide por sus publicaciones en revistas científicas.
El prestigio académico de un proyecto depende, en gran parte, del impacto de
las publicaciones que genera en revistas especializadas. Tanto a nivel
individual como colectivo, saber comunicar las investigaciones es hoy
imprescindible.
http://www.diariodejerez.es/article/jerez/2006292/la/ciencia/la/calle/retos/la/divulgacion/cientifica.html
La
comunicación científica abarca un conjunto de prácticas muy diferentes dentro
del sistema tecnocientífico. La divulgación en los medios es sólo una de ellas.
Las instituciones científicas, públicas o privadas, tienen que diseñar
estrategias para que el conocimiento circule, se transfiera. Los equipos de
investigación redactan informes y artículos para dar a conocer sus proyectos y
sus resultados. El investigador comunica sus trabajos a otros investigadores o
a los directivos de la institución para la que trabaja. Estos procesos de
comunicación hoy sabemos que son esenciales porque los científicos trabajan en
redes o en instituciones complejas. La planificación de la investigación, su
financiación y su ejecución dependen de esa transferencia de conocimientos.
Miguel Parra |
Las teorías
consolidadas pasan a formar parte de los libros de texto, herramientas todavía
básicas para difundir los cimientos del paradigma vigente. En los diferentes
niveles del sistema educativo los profesores transmiten conceptos, leyes,
procesos y valores. A algunos no les gusta escuchar que los profesores somos
divulgadores científicos, sea de las ciencias de la naturaleza o de las
ciencias humanas. Los términos “cultura científica” y “comunicador” tienen más
éxito.
La
divulgación se suele identificar con las revistas, periódicos, programas de
radio y televisión, y ahora blogs, páginas web, redes sociales, etc. Los
periodistas especializados en ciencia y tecnología, muchos de ellos con
formación científica, escriben artículos con un vocabulario accesible a todo el
mundo y exponen lo que se está investigando en física, biología, neurología,…
Pero hay
más formas de comunicar la ciencia, formas que den más protagonismo al que
aprende. Hay dos modelos básicos de entender la divulgación. En el clásico, se
piensa que los ciudadanos son meros receptáculos vacíos, con una carencia que
hay que subsanar. El espectador o el lector, según esta idea, es un ser pasivo que
debe limitarse a asimilar lo que los expertos le transmiten. Sin embargo, hace
tiempo que este modelo ha sido sustituido por el modelo participativo.
Las ferias
de la ciencia, por ejemplo, dan mucha importancia a la participación del
alumnado en todas las dimensiones de las prácticas científicas. Los alumnos
proyectan una experiencia creativa. Intervienen en todas las fases del proyecto.
Investigan qué repercusión social tiene el problema que van a tratar, qué
teorías científicas son relevantes, qué técnicas de trabajo se utilizan, qué
materiales son necesarios… Ya no se trata de saber lo que hacen los científicos,
de comprenderlo teóricamente, ahora se trata de acercarse a las prácticas
reales de las ciencias.
En el
sistema tecnocientífico están conectados varios subsistemas, el productivo, el
político, el educativo,… La comunicación
científica, la divulgación, tiene hoy una función social y política. En
una sociedad democrática, que debería ser participativa, los ciudadanos tienen
que ser conscientes de la importancia de los proyectos de I+D+i para nuestro
futuro y nuestro modelo de vida. Los diseños de esos planes no pueden
realizarse al margen de los ciudadanos. Aunque es evidente que los expertos
representan un papel relevante, hay decisiones que exceden su competencia
científica. Los ciudadanos debemos debatir sobre las necesidades básicas y el
modelo de bienestar que deseamos. Para lograrlo hace falta que el ciudadano
adquiera una cultura científica sólida y amplia. Pero también hace falta que
existan mecanismos de participación reales. Si la comunicación científica se
reduce a un espectáculo de masas, puede convertirse en un simple acto de
propaganda. http://www.diariodejerez.es/article/jerez/2006292/la/ciencia/la/calle/retos/la/divulgacion/cientifica.html