domingo, 21 de junio de 2015

LA HABANA Y SUS GENTES

“Puedo esperar más que tú, porque soy el tiempo”

         Nunca he visitado La Habana, sin embargo estoy deseando volver. Da la sensación de que todos hemos estado en esas calles alguna vez. Porque hay ciudades que llevan la nostalgia del viajero inscrita en su esencia. Y gran parte de culpa la tienen el cine, la fotografía y la literatura. Hace poco nos visitó Zoé Valdés para hablarnos de su libro La Habana, mon amour. Quizás sea interesante completar el recorrido de la exposición con la lectura de ese texto, tan poético y reivindicativo, desde el exilio. “La Habana es un burujón de fotos dispersas reunidas en varios libros, de lo que fue, de lo que es, de su esplendor y podredumbre”, dice Zoé al final de la novela. Claro que también caben otras lecturas paralelas, desde el contexto latinoamericano, desde la construcción de un mundo diferente, ajeno al capitalismo despiadado que nos abrasa. Las fotografías muestran personas reales, vida cotidiana, más allá de toda teoría política abstracta.
         ¿Qué es La Habana, entonces? ¿Qué han fotografiado Lola Amador y José Vázquez? La respuesta aparece en una de las fotografías, en la que hay un coche azul aparcado frente a un grafiti: han captado las formas del tiempo. Por paradójico que parezca, los instantes paralizados por la cámara nos trasmiten ese fluir denso e indolente del tiempo en La Habana. Son imágenes que invitan a pensar sobre cómo vivimos aquí, fuera de La Habana, nosotros, los del Sur, los que deseamos ser modernos europeos, productivos y acelerados, los que hemos olvidado las noches de verano con las sillas a la puerta, charlando hasta las tantas, mirando el cielo estrellado, nosotros los europeos del Sur… Incluso la filosofía ha retomado últimamente este tema. Byung-Chul Han ha publicado El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse (Herder, 2015). Habla de una atomización del tiempo, de una dispersión temporal o disincronía que nos impide experimentar la duración.
         Éstas son las formas del tiempo que han apresado en sus viajes Lola Amador y José Vázquez, miembros de la Agrupación Fotográfica Jerezana San Dionisio:
         El juego: los hombres y mujeres juegan al dominó, las damas o el ajedrez. La conversación: todos hablan, de todo, de cualquier asunto, sin prisa, de lo cotidiano, de lo trascendente, de ayer, de hoy. La lectura: un señor lee a la sombra, a la puerta de su casa, pero ignoramos dónde está. La escritura: sonríe el escribano, junto a la bandera y su máquina portátil. Los oficios: no hay prisa, lo que importa es el trabajo bien hecho; y eso significa hablar con el cliente. Los cigarros: los placeres del humo enturbian la charla o la espera, matan el aburrimiento. La luz y el color: la luz del Caribe realza el amarillo de los coches o el azul de las camisetas. Las ropas: mezclas y apaños para vivir el presente, en un mundo lleno de calor y carencias. El óxido y los desconchones: todo se degrada porque quizás todo nació degradado, ni las coloridas fachadas ni los elegantes coches son capaces de escapar del tiempo y la desidia. La música y el mar: la indolencia gana mucho con la música y la risa. Los coches: los paseos en descapotable de los turistas y los arreglos interminables. Las sillas: quien tiene una silla domina el tiempo y adiestra la paciencia. Los ojos, la piel y la risa: texturas limpias. La soledad: los que no están en las calles quizás vivan aplastados por el silencio. Las madres: todo lo acogen, todo lo miman. El Che: en la calle, una ilusión pintada, un souvenir o una pesadilla. Las miradas y la esperanza: saben endulzar la espera. Socialismo: unidad y eficiencia.