“Puedo esperar más que tú, porque soy el tiempo”
Nunca he
visitado La Habana, sin embargo estoy deseando volver. Da la sensación de que
todos hemos estado en esas calles alguna vez. Porque hay ciudades que llevan la
nostalgia del viajero inscrita en su esencia. Y gran parte de culpa la tienen
el cine, la fotografía y la literatura. Hace poco nos visitó Zoé Valdés para
hablarnos de su libro La Habana, mon
amour. Quizás sea interesante completar el recorrido de la exposición con
la lectura de ese texto, tan poético y reivindicativo, desde el exilio. “La Habana es un burujón de fotos dispersas
reunidas en varios libros, de lo que fue, de lo que es, de su esplendor y
podredumbre”, dice Zoé al final de la novela. Claro que también caben otras
lecturas paralelas, desde el contexto latinoamericano, desde la construcción de
un mundo diferente, ajeno al capitalismo despiadado que nos abrasa. Las
fotografías muestran personas reales, vida cotidiana, más allá de toda teoría
política abstracta.
¿Qué es La
Habana, entonces? ¿Qué han fotografiado Lola Amador y José Vázquez? La
respuesta aparece en una de las fotografías, en la que hay un coche azul
aparcado frente a un grafiti: han captado las formas del tiempo. Por paradójico
que parezca, los instantes paralizados por la cámara nos trasmiten ese fluir
denso e indolente del tiempo en La Habana. Son imágenes que invitan a pensar
sobre cómo vivimos aquí, fuera de La Habana, nosotros, los del Sur, los que
deseamos ser modernos europeos, productivos y acelerados, los que hemos
olvidado las noches de verano con las sillas a la puerta, charlando hasta las
tantas, mirando el cielo estrellado, nosotros los europeos del Sur… Incluso la
filosofía ha retomado últimamente este tema. Byung-Chul Han ha publicado El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico
sobre el arte de demorarse (Herder, 2015). Habla de una atomización del
tiempo, de una dispersión temporal o disincronía que nos impide experimentar la
duración.
Éstas son
las formas del tiempo que han apresado en sus viajes Lola Amador y José Vázquez,
miembros de la Agrupación Fotográfica Jerezana San Dionisio:
El juego: los hombres y mujeres juegan
al dominó, las damas o el ajedrez. La
conversación: todos hablan, de todo, de cualquier asunto, sin prisa, de lo
cotidiano, de lo trascendente, de ayer, de hoy. La lectura: un señor lee a la sombra, a la puerta de su casa, pero
ignoramos dónde está. La escritura: sonríe
el escribano, junto a la bandera y su máquina portátil. Los oficios: no hay prisa, lo que importa es el trabajo bien hecho;
y eso significa hablar con el cliente. Los
cigarros: los placeres del humo enturbian la charla o la espera, matan el
aburrimiento. La luz y el color: la luz del Caribe realza el amarillo de los
coches o el azul de las camisetas. Las
ropas: mezclas y apaños para vivir el presente, en un mundo lleno de calor
y carencias. El óxido y los desconchones:
todo se degrada porque quizás todo nació degradado, ni las coloridas
fachadas ni los elegantes coches son capaces de escapar del tiempo y la
desidia. La música y el mar: la
indolencia gana mucho con la música y la risa. Los coches: los paseos en descapotable de los turistas y los
arreglos interminables. Las sillas: quien
tiene una silla domina el tiempo y adiestra la paciencia. Los ojos, la piel y la risa: texturas limpias. La soledad: los que no están en las
calles quizás vivan aplastados por el silencio. Las madres: todo lo acogen, todo lo miman. El Che: en la calle, una ilusión pintada, un souvenir o una
pesadilla. Las miradas y la esperanza:
saben endulzar la espera. Socialismo:
unidad y eficiencia.