Juan Ramón Alves Fernández |
No vemos el viento, pero está ahí. Basta con doblar la esquina. ¡Dibujad el viento! Cuando no hay nadie en la calle, frente a la casa abandonada hace décadas, ahí aparece, para recordarnos algo. Sabe el roedor que es un viento terrible, una astucia del tiempo para convencernos de algún secreto. ¡Dibujad el viento! ¡Que los artistas se ocupen del viento que barre las calles solitarias! Hace tiempo que la pisada del dinosaurio se olvidó de nosotros. No me atrevo a doblar la esquina porque no quiero acordarme del viejo bocarón. Sabe demasiado. Y la puerta, cerrada con tablas, no es menos ignorante. Hace tiempo que los vientos adormecieron las ilusiones. ¡Jamás dobles la esquina!