“Porque la verdadera Habana sólo existe en la literatura, y más
específicamente en la literatura de Guillermo Cabrera Infante, quien ha logrado
salvar la ciudad de la destrucción malvada, llevada a cabo por los hermanos
Castro”.
“La Habana, mon amour” ha sido publicada
por la Editorial Stella Maris. La presentación del viernes consistió en un
diálogo entre la periodista Virginia Montero, Zoé Valdés y el público, que
realizó numerosas preguntas y muy pertinentes. A lo largo de la conversación el
libro fue desmenuzado desde todas las perspectivas: creación, estilo,
intenciones, contexto personal y contexto social y político.
Después de
tantos años de exilio, las piedras de la Habana todavía revolotean en la
memoria herida de Zoé Valdés. Que la infancia es el presente más intenso,
condensado, que nuestro cerebro retiene y retuerce nadie lo puede dudar. Todo
nuestro cuerpo, pasen los años que pasen, vivamos las miserias que vivamos,
siempre está impregnado por los tonos de esas primeras experiencias. Si además
te ves obligado a vivir fuera de tus calles, de tus aromas y tus gentes,
entonces el cuerpo rezuma en los sueños y en la escritura todo lo que quieres
conservar, todo lo bello que quisieron arrebatarte.
Zoé Valdés
ha escrito una obra que arranca de las emociones más profundas. Ha necesitado
todos los géneros para transitar otra vez su ciudad. El libro puede leerse como
unas memorias noveladas con tono poético y un profundo espíritu reflexivo y
crítico. Nos describe las calles, con sus tiernos personajes, los olores, los
sonidos, los miedos, las ilusiones perdidas… Y nos lo cuenta desde el habla de
La Habana, con palabras de allí, hablaneras.
“El habanero es un lenguaje suave, que se
desliza por el tobogán de la lengua, hacia la punta, y de ahí se lanzan las
palabras húmedas como desde un trampolín”.
Son
historias de una niña inquieta y sensible, una niña que recorre las calles y
trata a personajes misteriosos, como Farolito. Son historias familiares o de
primeros amores. Historias, incluso, de la vida en un cine. Los deseos y los
sueños conducen al Malecón, verdadero muro de las lamentaciones de los cubanos.
“No le tenía miedo a nada ni a nadie y
donde mejor me sentía era corriendo, o a toda velocidad en mi carriola de
madera o deslizándome en mis patines soviéticos, y más tarde en mi bicicleta
china de color azul y blanco…”.
En el
libro, además de la percepción tan personal de la autora, también encontramos
abundantes datos históricos, arquitectónicos y artísticos. Zoé Valdés combina
muy bien las anécdotas personales y sociales con la crítica cultural. Así, nos
habla tanto de las croquetas Soyuz 15, que se pegaban al cielo de la boca,
debido a su masa, como de las bellas casas de la vieja Habana. “La Habana, sin embargo, ya no es una
ciudad bella. No lo es porque no es libre. No sigamos con la mentira y el babeo
de que la belleza no tiene nada que ver con la política. La dictadura lo ha
afeado todo”.
Ha escrito
más de treinta libros y ha recibido premios de gran prestigio literario, como
el Azorín de Novela con “La mujer que
llora”. En 1995 se exilió definitivamente en París, año en el que publicó “La nada cotidiana”. Minutos
antes de la presentación nos concedió una entrevista:
¿Cómo clasificar “La Habana, mon amour”?
Son viñetas
noveladas. Tiene algo de novela, tiene algo de ensayo, de memorias. Es una
necesidad de la memoria lo que me mueve a escribirlo. Tras veinte años de estar
pensando en La Habana es un homenaje a esa ciudad, mi ciudad natal.
Describe una Habana bastante literaria…
Sí, es una
ciudad muy literaria y cinematográfica. Tiene muchos personajes que han sido
escritores, autores, que fueron también mis lecturas de formación, lecturas de
juventud, los que me formaron como escritora.
¿A quiénes destacaría?
Guillermo
Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, La Condesa de Merlín, citados los tres al
inicio del libro. También José Lezama Lima, José Martí… Son los autores más
relevantes que me formaron. A algunos, incluso, leyéndolos a escondidas, de
forma clandestina.
Da mucha importancia a la lengua, dice “el idioma como refugio”…
Es así,
sobre todo desde que vivo en otra lengua, expresándome en otro idioma, el
francés, que ha sido mi lengua refugio. Me ha enseñado mucho, me ha aportado
mucho y me ha permitido escribir ahora un libro en francés, que acabo de
publicar, se titula “Traduire la nuit”,
y que me ha sacado de la melancolía.
Hay palabras muy habaneras, muy hablaneras.
¿Tiene el libro un estilo híbrido? Hay capítulos que prácticamente son
poemas…
Empecé
escribiendo poesía con diecisiete años. Quería realizar con este libro, que
tiene referencias a mi primer libro de poesía “Respuestas para vivir”, un recordatorio a esos primeros poemas que
escribí en La Habana entonces y que fueron mi bautismo literario.
¿Es un libro demasiado íntimo? ¿Es un riesgo?
Es un
riesgo y así lo decidí porque creo que es más honesto por mi parte.
Hay fragmentos muy viscerales, quizás por rabia ante lo que ha perdido…
Quizás sea
así, por ira, por cólera. Por no escribir una vez más con rabia lo he hecho de
forma más intimista.
“Cuando entonces en La Habana todavía se podía…” es una frase que se repite
en el libro…
Se repite
bastante porque se refiere a cuando la ciudad era otra, cuando todavía era la
ciudad elegante, La Habana elegante.
Menciona en este y otros libros los
misterios de La Habana. ¿Se trata de recuperar todo aquello que el
racionalismo exagerado de la revolución aplastó? ¿Recuperar lo dionisíaco, los
sentidos...?
Así es, y
recuperar lo tradicional, que no tiene nada que ver con el costumbrismo.
La memoria que usted rescata es la memoria de una escritora: ¿Qué función
tiene la escritura en la búsqueda de la libertad?
Para mí
este libro me ha hecho más libre y ha tenido una función terapéutica. Estaba en
una situación bastante mala, estaba bastante enferma, y el libro me permitió
salir de mi enfermedad, me sacó del hueco. Escribir sobre La Habana me permitió
de nuevo volver a ser la joven que había sido y tener el élan vital que había
tenido.
En el libro habla de una Habana “bajo el yugo de la revolución”. ¿Qué diría
a los que todavía piensan, dentro de la izquierda, que Cuba o Venezuela son
buenos modelos políticos?
Les diría
que hay que tener mucho cuidado y que es muy peligroso. Son cincuenta y seis
años de dictadura totalitaria. Hay que tener mucho cuidado con los populismos.
¿Tenemos aquí una visión distorsionada de lo que ha ocurrido allí?
En algunos
casos sí. En otros no; y la gente sabe lo que ha ocurrido. La gente cada vez se
entera más de lo que verdaderamente ha ocurrido y ocurre. Ayer mismo detuvieron
a Tania Bruguera, que es una artista plástica y le quietaron el pasaporte. Hace
poco han detenido al músico Gorki Águila porque quería poner la palabra
libertad en el Museo de Bellas Artes. Son actos que en cualquier parte del
mundo son considerados un derecho, pero en Cuba no se pueden hacer. No se puede
protestar, no se puede gritar que uno está en contra del régimen. Y de estas
cosas la gente se da cuenta cada vez más. Y se da cuenta de que después de
cincuenta y seis años no se puede seguir aguantando lo mismo.
¿Qué ocurre con los que están allí, escribiendo?
Hay un
escritor que está preso, Ángel Satiesteban. Hizo un blog que se llama “Los
hijos que nadie quiso”. Hay gente que está escribiendo de manera muy fuerte
pero no pueden publicarlo.
¿Se ve alguna perspectiva de cambio?
Por el
momento no. Creo que los dictadores tienen que desaparecer como desapareció el
dictador aquí en España, en Argentina, en Chile o en los países del Este.
¿Sería posible una transición pacífica como la que se hizo aquí?
Pero no
con los dictadores. Claro que hay gente preparada para hacerlo.
¿Y en París? ¿Se habla todavía de política y cultura?
Sí, se
habla mucho de política. Además, los escritores son referentes en la política.
Sigue habiendo ambiente intelectual. Forma parte de las características de la
ciudad.
Por último, algunas preguntas que me han sugerido los lectores:
¿Por qué empezó usted a escribir?
Por amor.
Por amor, a mi madre, a mi abuela, a la soledad y a todos los que me rodean.
¿Va a escribir ciencia-ficción alguna vez?
No, no.
Creo que hay que estar muy preparado para hacerlo. Además de eso hay que tener
un estilo que yo tampoco lo tengo.
¿Qué proyectos literarios tiene?
Acabo de
terminar una novela erótica que trata de los años setenta, la sexualidad vista
desde los años setenta y ochenta en Cuba. Se titula “La salvaje inocencia”.
¿Y de ensayo?
Publiqué un
ensayo titulado “La ficción Fidel”. Y
he estado preparando varias viñetas para un libro de ensayo sobre pintura
cubana, sobre pintores cubanos.
¿Qué le ha parecido Jerez?
Me ha
gustado mucho. Hoy estuve por la catedral, por la plaza de la Asunción, estuve
caminando mucho y me recuerda a varias ciudades de Cuba y a partes de La
Habana. Es una ciudad muy linda, muy bonita, aunque hay lugares desconchados y
en cierta dejadez. En esto también se parece a La Habana.