viernes, 12 de junio de 2015

ÉTICA DE ROEDORES LXIV: EL GRAN RESOPLIDO

  Y cuando todos pensaban que era imposible llegó el gran resoplido, el de la tranquilidad. Nadie osará cruzar el bosque sin consultar a los representantes de los roedores. Pero los roedores, ¿dónde están? Nadie lo sabe. Ni el dinosaurio malherido sabe nada de ellos. Se reunieron para poner el cascabel al gato, pero ya nadie sabe nada de ellos. ¡Pobres roedores! Otra vez olvidados. Ni el dinosaurio malherido recuerda a los malditos roedores. Cuando todo parecía acabado, llego el gran resoplido, el que acaba con las últimas ilusiones. ¡Que nadie espere nada! Ni el dinosaurio malherido recuerda al roedor. Vuelve la oscuridad del bosque. Vuelve la humedad. Nunca se va la maldita humedad, la que nos angustia en las noches de invierno. Porque el maldito roedor, a pesar de toda la luz reflejada en el río, debe vivir con las sombras, con las malditas sombras. ¡Que nadie espere nada del gran resoplido! El dinosaurio, malherido, sueña con roedores ilusos. Y duerme tranquilo. Porque sabe que el miedo aniquila el pensamiento. Sabe el dinosaurio que todo podría acaba con la gran piedra, la piedra terrible, la que llega del cielo y acaba con la miseria de los días. ¡Que nadie espere nada! ¡Es un bosque sin remedio! ¿Habrá que incendiar el bosque para que toda la miseria se diluya entre cobardes cenizas? Nadie lo sabe: todo es un maldito invento para que el roedor muera tranquilo, sin molestar. Sabe el roedor que sólo el fuego acabará con la gran pisada del horrible dinosaurio. Y cuando todos pensaban que era imposible llegó el triste resoplido, el de la tranquilidad. Y los nuevos dinosaurios, surgidos del miedo, representan la gran comedia, la comedia dirigida por los falsos roedores, los que saben que todo es un invento, un gran invento. Es extraño que el bosque, con sus olmos, siga intacto. Es extraño que el roedor haya olvidado todo. Hasta el malherido dinosaurio se extraña. ¡Hemos inventado la dulce miseria! Y mientras todos se entretienen, las madrigueras están vacías... Mas sabe el filósofo que no hay remedio y que los tristes roedores, los olvidados, seguirán muriendo, sin piedad... Sabe el maldito filósofo que la pisada del dinosaurio es mucho menos terrible que la mirada domesticada del roedor. ¡Llegó el gran resoplido!