Ahora vienen las prisas por sumar. Y se dan cuenta de que no es lo mismo sumar números enteros que fracciones, los quebrados de toda la vida. Eso sin entrar en números complejos o vectores. Sumar no es tan fácil. Una gota de agua más otra gota de agua sigue siendo un gota de agua, pero más grande... Sumar puede ser muy positivo, mientras no sean las deudas y sus intereses. La aritmética requiere calma y prudencia. A veces es necesario restar o dividir. Aunque ya sabemos que en política todo es multiplicar: los panes y los peces. Son los milagros de la palabra. Mañana sol y buen tiempo. Lo de convertir el agua en vino es más perverso si cabe. Que yo tenga dos peces y me den otros ocho, vale. Tendrán sus espinas y todo lo que conlleva ser pez. Ahora bien, si de una jarra de agua me sacan dos de vino, pues... no sé. Todo es más sospechoso. En ciertas ocasiones, sumar y multiplicar pueden ser operaciones a corazón abierto. En el mundo de los algoritmos, sumar es una utopía. La suma que nace de la división tiene todas las papeletas de ser un galimatías que ni el mismo Pitágoras sería capaz de descifrar. Cuidado con los catetos y la hipotenusa. Si nos obsesionamos con la unidad, arremete lo irracional.
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