Si no han leído todavía El camino de Miguel Delibes o El disputado voto del señor Cayo, háganlo cuanto antes, o el discurso que realizó para entrar en la Real Academia de la Lengua... En esos textos aparecen anunciados muchos de los problemas que hoy nos atormentan. Delibes era cazador y conocía la tierra. Ya vio lo que se nos venía encima, con tanto progreso altanero, con tanta soberbia tecnológica. Parece que solo sabemos construir si primero hemos aniquilado. Y que, de tan modernos que somos, lo viejo y arraigado nos sobra, nos ofende. Así que no dudamos en talar los árboles que estuvieron en esa plaza durante décadas. No nos importa su sombra, ni su luz. El progreso consiste en destruir lo vejo para construir lo nuevo. Esa es toda la ética que conocemos, la que nos ha llevado a los incendios de Zamora y la que nos lleva al deshielo. Es la misma línea argumental: los árboles viejos talados en una plaza de Jerez de la Frontera y los árboles calcinados en Castilla. No hemos aprendido nada. El progreso nos llevó a abandonarlo todo, incluso la poca sensibilidad y cordura que nos quedaba. Cuando se vayan a dormir, piensen que es la última noche en la Tierra, porque mañana se marchan en busca del progreso. Y si les cuesta dormir, como al protagonista de El camino, piensen en lo que fuimos.
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