Subid
a la azotea, mirad hacia el horizonte y decidme si veis lo mismo que yo: más
azoteas, el cielo con los vencejos, una buganvilla, antenas parabólicas, la
torre de una iglesia, árboles lejanos, edificios abandonados, ropa
tendida… Ahora imaginad lo que hay
debajo de esos tejados: una niña que estudia física, un anciano que cuenta una
historia a su nieto, un niño que abraza un balón, una mujer que escribe en el
ordenador, un hombre que hierve leche, un gato que ronronea de placer… Pero no
es suficiente, ahora imaginad lo que desean esas personas, lo que les empuja a
vivir frente a cualquier adversidad, lo que transforma sus miradas cada mañana…
Ahora sí, ahora ya veis el verdadero horizonte, el de los sueños realizables,
el de las utopías domesticadas… Los lectores de Luis Sepúlveda hemos aprendido
a desentrañar los misterios de las azoteas… Sabemos que existe un tejido
infinito y resistente como el diamante, construido en el telar de la esperanza
con los hilos de la libertad… Sus lectores, cuando miramos hacia el horizonte, sentimos
en el corazón un susurro que nos trae la palabra más bella: justicia.