Fyodor Petrovich Tolstoy |
Pocos libros había en la casa de un panadero: la enciclopedia Álvarez, Cuentos a media tarde, una diccionario escolar y las aventuras de Ulises ilustradas. Hay días que pienso que fueron pocos y hay días que pienso que fueron demasiados. De la enciclopedia recuerdo los dibujos esquemáticos y la historia sagrada. Mi padre me lo leía como si fuese algo importante, algo que debía realizar un panadero a las nueve de la noche, habiéndose levantado a la cinco de la mañana. No me acuerdo de nada. Quizás de Isaac o Moisés ¡Qué más da! Aquella enciclopedia, extraña, comida por los roedores, malditos roedores, siempre igual... contenía todos los saberes de una humanidad perdida... Y luego llegó Ulises, el inteligente, el que sabe utilizar la astucia, el del caballo de Troya, el del arco, el que llega a casa y tiene que liquidar a los pretendientes. Imágenes difusas de un libro descosido que trae enseñanzas nobles, diría Nietzsche. Pocos libros había entre la harina y la amasadora. Poca erudición dejaban el horno y la leña. Mas sabe el roedor que basta una palabra, sólo una, para resumir todo el universo, todos los significados, basta una palabra, si fue bien dicha al calor del horno. Y sabremos los roedores que, tras años de estudio, todo estaba en el trillo, la cuadra o el horno. Por eso leemos, para recuperar aquellas ascuas...