Dentro de unos días tendrá lugar la cuarta edición de la Feria
de la Ciencia en la Plaza del Arenal. Sin ánimo de exagerar, cabe afirmar que
es una de las actividades educativas más importantes del curso. O mejor: es una
de las principales actividades culturales de la ciudad. Es un proyecto en el
que trabajan alumnos, profesores, instituciones educativas, científicas y
políticas. Además, la feria contagia entre la población el amor al saber,
basado en la razón y la experiencia, un saber que nos debería alejar de la
superstición, los fanatismos y las injusticias.
Miguel Parra |
Hoy se habla
de “cultura científica” para hacer referencia a ese conjunto de conocimientos
básicos que todo ciudadano debería poseer si quiere desenvolverse con soltura
en nuestras sociedades. Porque nadie puede ignorar que habitamos un sistema
tecnológico en el que ciencia, tecnología y sociedad forman un entramado
complejo. Lo que no está claro es cuánta ciencia necesita conocer un ciudadano
y cómo hay que comunicar esos contenidos.
Determinar qué
teorías científicas son básicas implica saber qué estructura tiene la comunidad
científica y qué función cumplen las diferentes disciplinas. Los proyectos de
investigación necesitan financiación… Todas las áreas de trabajo se presentan
como vitales ante el ciudadano. Por otro lado, comunicar la ciencia, divulgar
las teorías y métodos, no es tan fácil como se pensaba. Hay muchas formas de
divulgar, tantas como medios para transmitir información. Todos los géneros
literarios sirven para enseñar. El ensayo de divulgación y las revistas
tradicionales son de sobra conocidos. Pero también sirve el cómic, el teatro,
el cine, los monólogos, la poesía, los relatos de ficción, la animación, la
pintura, la escultura y todo el arte conceptual... Cuando los alumnos exponen
un experimento en la feria, están representando una pequeña pieza teatral, con
un guión, un escenario y un público al que hay que enseñar y entretener…
Uno de los géneros
que puede dar mucho de sí a la hora de hablar de ciencia es el cómic y la
ilustración. Los aficionados a los tebeos y las artes gráficas saben que
existen en esos campos grandes creadores. Si visitamos una librería,
comprobaremos que las viñetas y la ilustración creativa están entrelazándose
con todos los géneros y abarcando todas las temáticas. Voy a mencionar tres
buenos ejemplos.
“Enigma. La
extraña vida de Alan Turing”, publicado por la editorial Norma, es una
biografía en cómic de Francesca Riccioni y Tuono Pettinato. La vida de este
matemático contiene muchos episodios apasionantes. Sus trabajos en teoría de la
computación hicieron posible el surgimiento de los primeros ordenadores y el
final de la Segunda Guerra Mundial. Su personalidad da mucho juego a los
guionistas. El segundo ejemplo es un proyecto que nació en la red y que tiene
como lema “Una única cultura”. Se trata de Principia, una revista de
divulgación científica que utiliza muy bien la ilustración y el diseño como
vehículos para hablar de asuntos científicos y tecnológicos actuales. Han
realizado dos números en papel. Son textos muy cuidados. No son largos ni
complejos. La maquetación y las ilustraciones convierten estos dos números en
verdaderas obras de arte. Por último, más allá de la divulgación, les
recomiendo la serie “Los proyectos Manhattan”, en Planeta DeAgostini, tramas de
ficción con la realidad tecnológica y científica de fondo: “¿Y si el
departamento de investigación y desarrollo creado para construir la primera
bomba atómica hubiera sido la tapadera de otra serie de programas más
inusuales?”
Divulgar es
una tarea arriesgada y creativa. Los riesgos más comunes son: la excesiva simplificación
de los contenidos; convertir la ciencia en un espectáculo vacío; quedarse sólo
con lo anecdótico y llamativo; utilizar mal las metáforas; deformar al
simplificar; olvidar la metodología; no cuestionar los proyectos; no fomentar
el escepticismo; convertir la divulgación en propaganda… El ideal sería una
comunicación crítica, participativa y rigurosa de los proyectos de
investigación. Es fundamental que los propios científicos se impliquen en las
tareas de divulgación científica. La imagen que tenemos de la ciencia se aleja,
en la mayoría de los casos, de las prácticas científicas reales. Si somos
conscientes de cómo y para qué se llevan a cabo los proyectos concretos de
investigación, podremos participar en la política científica y tecnológica de
nuestras sociedades.