He pisado fuerte, nadie lo puede negar. No entiendo por qué las sombras me acorralan. ¿Por qué esta gran piedra ahora? No he sabido contemplar el bosque, me dicen. No he sabido discernir las sombras porque la mía lo ocupaba todo. ¿Cómo puedo librarme de mi pesada sombra? He pisado fuerte y he vivido solo en el bosque. No tengo enemigos en el bosque. ¿Por qué ahora la gran piedra acerándose? No he sabido escuchar, me dicen. ¿Cómo puedo librarme del ruido de mis terribles pisadas? Quisiera saber dónde quedarán todos mis esfuerzos por hacer el bosque más grande. Sólo he devorado, me dicen. ¿Cómo puedo librarme de mi hambre feroz? No he sabido contemplar el bosque, sus ruidos, sus miserias. Nadie ha comprendido mi terrible esfuerzo por enseñar a las criaturas de las sombras, desagradecidas. Sólo saben huir de mí y hacer daño. Desconocen la prudencia del dinosaurio, su capacidad de pactar, de hacer buenos tratos. Esa gran piedra sólo puede proceder de ellos. Reconozco su sombra, malditos roedores, cicatrices del bosque. Una gran sombra se aproxima, tan grande como yo. ¡Desagradecidos! No habéis sabido apreciar mi fuerza, mi sacrificio. Sólo pensáis en vosotros, en vuestras madrigueras, en esos malditos senderos, infinitos, desconcertantes, libres. He pisado fuerte. No me merezco este final porque el bosque no puede tener un final así. Os mostré el camino, todo lo que sé. No he sabido contemplar la luz, me dicen. Tiemblo. Tengo miedo. La sombra cada vez es mayor, tanto como yo. No seréis capaces de sobrevivir sin mí, sin nosotros, los grandes dinosaurios. Ya no habrá más bosques, ni caminos. Vosotros, roedores, malditos roedores desagradecidos, moriréis conmigo. Tanto trabajo para nada. Ahora calláis. Ahora que la luz se extingue. ¿Pensáis acaso que el narrador os librará de la gran piedra? ¿Pensáis que sois mejores que yo sólo porque el filósofo os protege? No he sabido palpar el bosque, me dicen. Toda la vida inteligente se acabará con nosotros, con los de la terrible pisada, aunque estéis protegidos por el filósofo, por el que esto escribe. Debéis saber los roedores que no abandonaréis nunca vuestra condición de quimera y que el filósofo os inventó para no acabar aplastado por el terrible aburrimiento de su bosque.