Clasificar la literatura por zonas geográficas conlleva sus
riesgos, como cualquier clasificación. Las etiquetas, aunque imprecisas, sirven
para trazar fronteras semánticas y facilitar la conversación sobre las artes.
Los géneros, los estilos y las corrientes son marcas difusas, en el agua o en
la arena, lindes que se alimentan de una tensión constante ante la
imposibilidad de definir con exactitud. Pero es en ese campo dialéctico donde
nos jugamos todo, donde los debates culturales son más vivos y fructíferos.
Porque clasificar implica promover la transgresión. Las zonas borrosas de la
cultura rezuman ideas. Así, saber qué es la literatura africana y sentirse un
escritor africano implica afrontar problemas de teoría literaria, conflictos de
identidad y contradicciones sociales.
Marta Sofía
López Rodríguez, traductora y profesora del departamento de Filología Moderna
de la Universidad de León, habló en el Jardín de La Luna Nueva sobre literatura
africana escrita sobre todo en inglés. Primer conflicto: literatura africana
escrita en la lengua de los colonizadores. Segunda contradicción: literatura
africana escrita, en muchas ocasiones, por personas formadas en el sistema
educativo de los colonizadores. Tercera paradoja: literatura que critica las
formas de dominación y las estructuras de la economía capitalista pero que
necesita utilizarlas para poder cambiar la realidad. Ni todos los países
africanos son iguales ni todos los escritores mantienen la misma actitud antes
estos callejones sin salida.
Marta Sofía
mencionó varias áreas geográficas. En el Oeste, en Nigeria, nos encontramos con
el autor Chinua Achebe; en el Este, en Kenia, el escritor de referencia es
Ngugi Wa Thiong´o; en el Sur cabe mencionar a Coetzee. El lema de la
conferencia, “Descolonizar la mente”, es el título de una obra de Ngugi que
saldrá traducida en otoño. Precisamente Ngugi dice que las literaturas
africanas son las literaturas escritas en lenguas africanas, no en inglés o
francés. El eterno debate consiste en saber qué es la literatura africana. Los
nuevos escritores, “afropolitas”, se quejan de los viejos estereotipos.
Sostienen que no hay temas propios de esta literatura. El escritor puede
escribir de lo que quiera y como quiera.
Pero en los
años cincuenta la situación social y política era muy diferente. Los escritores
de esos años responden, casi todos, al libro “El corazón de las tinieblas”, de
Conrad. Achebe dijo en los años setenta que esta obra, tan aclamada, es una
obra racista. Conrad es crítico con el imperialismo pero es incapaz de pensar
que los africanos son personas. Otra escritora criticada es la autora de
“Memorias de África”. En esa obra aparecen los africanos como seres a medio
hacer. Se les trata con el paternalismo del que se siente superior. Los
escritores africanos modernos quieren reescribir la visión que tenemos de
África. Achebe, por ejemplo, cuenta en sus obras cómo era Nigeria antes de la
llegada de los europeos, cómo eran sus modos de vida y sus tradiciones. Nos
explica en “Todo se desmorona” cómo una civilización se deshace gracias a otra
civilización que todo lo arrasa. Algo parecido hace Ngugi en el Este de África,
en Kenia. Ambos hablan de la magnitud del desastre, del imperialismo
explotador. Describen los mecanismos de poder utilizados por el sistema.
“Termiteros de la sabana”, de Achebe, es una novela polifónica. Hablan los
amigos íntimos de un dictador africano. Desde diferentes perspectivas nos narra
cómo un individuo formado en Europa acaba convirtiéndose en un terrible tirano.
Ngugi es un
marxista de la vieja escuela, ortodoxo. “Un grano de trigo” transcurre cuatro
días antes de producirse la independencia de Kenia. Se abordan los mecanismos
psicológicos y económicos que intervienen en el poder, el viejo y el nuevo. “El
diablo en la cruz”, una farsa, describe la reunión de varios individuos,
ladrones, que planean cómo seguir explotando a los pobres. Los escritores
africanos se involucran en los problemas sociales y políticos de sus países.
Son intelectuales comprometidos.
Hay otra
generación de escritores que ya tienen una visión más global de África. Elaboran
una literatura menos exótica, más centrada en temas universales, con
protagonistas de clases medias o de otras zonas. Son “afropolitas”. “Medio sol
amarillo”, de Chimamanda Ngozi Adichie, guerra de Biafra como telón de fondo, habla
de gentes de clase media que ven cómo su vida se transforma por los conflicto.
En Guinea el autor de referencia es Donato Ndongo-Bidyogo: “Las tinieblas de tu
memoria negra”, “Los poderes de la tempestad” y “El metro”, que narra la
historia de un inmigrante de Camerún. Nos cuenta todo lo que hay detrás de
alguien que se juega la vida para llegar aquí. “Más allá del horizonte”, de
Amma Darko, relata la vida de una prostituta. “Nuestra hermana aguafiestas”, de
Ama Ata Aidoo, es la historia de una chica africana que viaja a Europa, a
Alemania. Allí descubre el corazón de la blancura, la soledad, el materialismo
y la frialdad: valoran más las cosas que las personas. Una reflexión actual. Otra
novela que vuelve a Conrad es “El porteador de Marlow”, de César Mba Abogo. Por
supuesto, también se habló de Sudáfrica y de su gran escritor J. M. Coetzee.
Nos recomendó especialmente “Foe”, una versión de Robinson Crusoe que sirve
para esbozar la condición humana. Excelente tarde en el Jardín de La Luna
Nueva. ¡Ahora, a leer!