“En agosto de 1991, Alexandre Grothendieck, a quien todo
el mundo consideraba el matemático más lúcido del siglo XX, un hombre por cuya
agudeza y profundidad se comparaba con Albert Einstein, de un día para otro
quemó 25.000 páginas correspondientes a sus escritos. Acto seguido, sin decir
nada a nadie, se fue de su casa rumbo a los Pirineos y no se le volvió a ver.”
Así comienza el libro de Amir D. Aczel “El
artista y el matemático. La historia de Nicolas Bourbaki, el genio matemático
que nunca existió.” (Gedisa. 2009) En sus páginas encontrarán tanto el
contexto social como el contexto creativo en el que se desenvolvió Grothendieck,
que murió hace unas semanas. El autor realiza un recorrido que va desde la
fundamentación de las matemáticas (con la teoría de conjuntos) hasta el
estructuralismo de la lingüística y la antropología, pasando por el cubismo… No
se trata de una biografía, sino de un ensayo sobre el grupo Bourbaki.
Miguel Parra |
La infancia de Alexandre (1928-2014) estuvo
marcada por los campos de refugiados y la violencia. Sus padres,
revolucionarios anarquistas, lucharon contra el totalitarismo en varios
frentes, incluida nuestra guerra civil. A pesar de todo, pudo dedicarse al
estudio de las matemáticas en las escuelas cercanas a los campos de refugiados
franceses, en los que estuvo con su madre (su padre murió en Auschwitz). Muy pronto
se interesó por las definiciones de los conceptos básicos y sorprendió a algún
profesor con demostraciones que nos estaban en los libros…
Después de
la guerra en Europa, 1945, se fue a vivir con su madre a un pequeño pueblo
cerca de Montpellier, donde realizó sus estudios universitarios mientras
sobrevivían con escasos medios. Tras solicitar una beca e impresionar a sus
evaluadores fue a París. Como su formación matemática había sido irregular,
tuvo que esforzarse al máximo para seguir los cursos de posgrado. En París conoció
a un grupo de pensadores que pretendía refundar toda la matemática, con Henri Cartan y André Weil entre ellos.
Alexandre Grothendieck formó parte
activa del grupo Bourbaki y realizó importantes avances en geometría
algebraica. Visitó universidades extranjeras. Le concedieron la medalla Fields
y tuvo el IHES (Institut des Hautes Études Scientifiques) a su disposición para
seguir investigando. Pero las cosas empezaron a enredarse, tanto desde el punto
de vista matemático como político. Creía que la teoría de conjuntos era
demasiado limitada y que Bourbaki debía tomar la teoría de las categorías, más
abstracta y general, como fundamento. Sus ideas políticas le llevaron al
activismo pacifista y antinuclear, lo que implicó enfrentamientos con el poder.
Cuando se enteró de que su IHES estaba financiado con dinero de los militares
se le vino el mundo encima…
Nos
inquietan las vidas retiradas del mundo, las vidas de los que un día cerraron
la puerta de su taller y huyeron a los bosques. No llegamos a comprender esa
retirada definitiva, precisamente cuando mejor les iba y cuando más
reconocimiento recibían de la sociedad, de sus iguales y las instituciones. Ni
los honores ni el dinero parecen importar a esas gentes. Buscan la
autosuficiencia y la encuentran en la actividad intelectual, y de la forma más
solitaria, como si todo les estorbase. Se dedican a cultivar un huerto, a
escribir, a leer o simplemente a ser olvidados, a ser uno más en los bosques. Incluso
dejan mensajes a la posteridad para que respeten su huida definitiva. Pudieron
disfrutar de los laureles y se escondieron entre las zarzas, como asustados por
algo terrible. Quizás comprendieron algo que a los demás se nos escapa. Si uno
de los mejores matemáticos desaparece y no quiere que le molesten nunca más,
algo ha tenido que comprender, algo terrible y definitivo.
Forjarse un
proyecto vital auténtico es hoy una tarea muy difícil, aunque siempre lo ha
sido. La autenticidad requiere sabiduría práctica y sabiduría estética, porque
todo proyecto es un sendero creativo. El modo de vida inauténtico es el
enlatado, el prefabricado y el que todos esperan. Pero es difícil escapar de
las garras de lo mediocre, de las garras de nuestro modo de producción. La
última carta de Alexandre Grothendieck, de 2010 decía: “No tengo ninguna intención de publicar o reimprimir ninguna obra o
texto de la que sea autor, (…)” Parece ser que en el archivo de Montpellier
hay 20.000 páginas sin destruir. Y parece ser que algunos de sus seguidores no
están dispuestos a cumplir ese último deseo del matemático: la utopía del
silencio.
Diario de Jerez, 9 de diciembre. Suplemento de educación.