lunes, 1 de diciembre de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XL: POR FIN MI TALLA

  A pesar de vivir en las zonas sombrías del bosque, el roedor no se acostumbra a las tinieblas. Tampoco a la humedad. Añora la luz imaginada de otros tiempos. Y evita enredarse en lo que no existe, en lo que no volverá. Ni el roedor más sabio es capaz de huir de esas sombras, las sombras. Sabe que la humedad juega sucio, lo atrapa y le impide corretear. ¡Hay tan poca luz en invierno! ¡Hay tanta tristeza entre las sombras! No se acostumbra, ni quiere. El ruinoso mecanismo de pensar trabaja mejor entre los residuos, al pie de los viejos robles. Pero no se acostumbra, ni lo desea. Porque sabe el roedor que volver a inventar la luz sería un engaño miserable. ¡Hay tan poca luz bajo los hayedos! El enjambre de sombras, la humedad y el frío, los recuerdos de harina, le hacen dudar: quizás los dinosaurios son una ruin maquinación para no salir del bosque, para no salir de sí mismo.