Hay escritores que viven en las palabras, no con las palabras. A modo de refugio, se agazapan entre verbos y sustantivos. Las palabras son sus madrigueras. Y roen. Roen sin cesar frases. Y sus madrigueras son senderos subterráneos. Es un roer incómodo porque desgasta lo que parecía eterno. Como decía Max Zoster, existimos en las metáforas y contra las metáforas. Así nos trasladamos en esas realidades terrosas que creamos. Hay escritores que roen para huir de ese aburrimiento que mata. Mientras los dinosaurios mueren de aburrimiento, los roedores crean, desmenuzan.