Ayer fue El día de Brian. Así lo he bautizado. Cualquier otro nombre es impreciso. Las manifestaciones que organizan los sindicatos y la mareas de todos los colores dedican la mayor parte de sus energías a luchar contra las siglas vecinas. Recuerden la discusión de la película, en la que nadie se aclara si es del Frente Judío de Liberación o de la Unión Popular Judía... Todos son disidentes. Se odian entre sí tanto o más que a los romanos. Me gustaría pensar que esta situación es síntoma de libertad de pensamiento y de pluralidad. Me gustaría pensar que esta dispersión de fuerzas es necesaria para representar todos los conflictos sociales existentes. Y me gustaría pensar que esta multiplicidad de manifestaciones es el mejor camino para terminar con el paro y la injusticia social. Sin embargo, cuando se pierde tanto tiempo en mirarnos el ombligo, lo único que cabe decir es que estas estrategias carecen de sentido común.