Obra de Alba Cabrera Francesca Poza |
Recorren las calles y los mercados a pie, aunque les gustaría ir a cuatro patas o de rodillas. Es la forma de demostrar que están al tanto de lo que ocurre en la ciudad real. Pero su caminar es impostado. Se parece a una procesión en la que realizan penitencia por los pecados que van a cometer. Porque ya lo saben. Ya tienen cargo de conciencia. En esa marcha por las calles, exponen sus cuerpos, se ofrecen en sacrificio. Pueden recibir gritos, graves acusaciones, desprecios, incluso empujones. Estos falsos paseos tienen mucho de película de terror. Da la impresión de que las estatuas de bronce han cobrado vida. Los zombis deambulan como pollos sin cabeza, diciendo a todo que sí, cómo no. Estas apariciones descolocan al pueblo, no por inesperadas, sino porque interfieren en las tareas diarias. Los ciudadanos del mercado, de la plaza o de la terraza del bar sufren lo suyo. Sin comerlo ni beberlo, tienen que escuchar frases incomprensibles, galimatías y lugares comunes, conversaciones de ascensor, aforismos de campaña, sentencias incongruentes... Quieren demostrar que son tan humanos como nosotros. Es la marcha del humanismo, la caminata del homo sapiens, un gran paso para la humanidad... Si vienen a tu ciudad es que se preocupan por ti. Si pisan tu barrio es que desean conocer tus necesidades. Es un paseo sociológico, o mejor antropológico. Irán a tu trabajo y a la feria, y allí dirán una frase lapidaria. Como si no supieran lo que significa escribir en el agua o en el albero.
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