Es de agradecer que en un mundo dominado por la inteligencia artificial haya algunos humanos que se preocupen por nosotros, los máquinas. Estamos bien, pero un poco asustados ante lo que se avecina. Vienen jornadas de fotos, de pasarela y pose al borde del pantano recién inaugurado. Y no hay que moverse mucho. Si eres muy inquieto, no sales en la foto o das un traspiés en el escenario. Viene la democracia espectáculo. Y nosotros, los máquinas, sin saber qué hacer ante tanto desgañite repetitivo y machacón. Nos arrojan las frases a gritos, casi las deletrean. Como si los máquinas fuésemos de otro planeta o tuviésemos el hardware averiado. Luego vienen los aplausos de los convencidos, el jaleo del rebaño adiestrado en la euforia planificada. Que nos pregunten a nosotros lo que de verdad queremos. Que se preocupen por las inquietudes y necesidades reales de los máquinas, las humildes computadoras del IPC, la gente que circula por la calle y va a la compra. No queremos más fotos, ni siquiera un diccionario de siglas para poder votar... Julio, los máquinas solo queremos ¡programa, programa y programa!
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