Pensamos siempre con metáforas,
imágenes, estructuras que trasladamos de un campo de la experiencia a otro para
arrojar luz y orientarnos en la vida. Las metáforas nos ayudan a reducir la
incertidumbre con la que se presenta el mundo, y nos permiten estar tranquilos
durante un tiempo. Pero el mundo es muy enrevesado, de ahí que haya que revisar
esas imágenes de vez en cuando.
Para describir qué es una sociedad, se ha hablado de
maquinarias, de organismos y de edificios. Las personas somos piezas de un gran
mecanismo, células de un organismo o ladrillos de un edificio… Y el marxismo
habla de infraestructura y superestructura. Todas estas metáforas han sido
útiles en ciertos momentos de la Historia y han funcionado bien cuando se ha
asumido un enfoque reduccionista y, en cierto modo, determinista: conociendo la
naturaleza de los elementos básicos podremos explicar y predecir las
propiedades globales.
Chiharu Shiota |
La identidad política parece que es más compleja de lo que
se pensaba. Los teóricos de las democracias representativas saben que los
individuos no se limitan a realizar un cálculo racional, objetivo, para
identificarse con una opción política o con una nacionalidad. La metáfora de
los círculos concéntricos, las capas de una cebolla o los papeles en una obra
de teatro tampoco nos aclaran mucho cómo funcionan nuestras mentes cuando “nos
sentimos algo”. Para unos es racional sentirse vasco, español y europeo, sin
conflicto ni contradicción. Para otros, es algo impensable. No se puede ser
tres cosas a la vez sin dar prioridad a una de ellas….
Las metáforas estáticas y las que van de abajo arriba no
parecen ser hoy muy útiles para analizar el fenómeno de la identidad. En las
sociedades de la información, el modelo ha de ser necesariamente dinámico,
complejo y de múltiples dimensiones. Ya no hay unos cimientos sobre los que se
va construyendo algo… Ya no hay unas raíces de las que brotan… Ese enfoque
lineal de abajo arriba no se corresponde con la actividad social actual.
La lectura de la obra colectiva #NODOS (Next Door
Publishers, 2017), coordinada por Gustavo Ariel Schwartz y Víctor E. Bermúdez,
puede ser muy fructífera para la filosofía política. El análisis de las redes
complejas nos ofrece hoy un marco conceptual muy interesante para las ciencias
humanas. Una red es algo muy sencillo: unos nodos y unas relaciones entre
ellos. Lo esencial del enfoque es que podemos estudiar (gracias al uso de
ordenadores y al tratamiento de grandes cantidades de datos) las relaciones,
las tendencias y los fenómenos emergentes. Y se puede hacer de forma
cuantitativa.
Quizás la identidad, el “me siento tal o cual”, puede ser
estudiada como un haz dinámico de relaciones. Quizás sea posible entender cómo
emergen identidades colectivas en ciertos momentos de la Historia. Hoy
disponemos de herramientas informáticas que analizan flujos de bits, grandes
cantidades de datos, preferencias económicas, culturales, religiosas,
políticas, deportivas… La percepción que uno tiene de su identidad a lo mejor
no es algo que se elige. Tampoco es algo que uno descubre. Más bien habría que
decir que las identidades emergen en nuestra conciencia a través de esos flujos
de información, valoraciones, estereotipos, expectativas, simplificaciones…
Esta nueva imagen, o metáfora, es a su vez una red de conceptos y prácticas científicas, porque confluyen la teoría del caos, los fractales, las redes neuronales, los grafos, las teorías de la creatividad, Big Data y muchas otras áreas de trabajo. La Edad Moderna nació con redes de transporte, redes eléctricas, redes de museos, redes bibliográficas y redes bancarias… La Era Postmoderna habla de redes de información, de forma abstracta y cuantificable. Ha de surgir una nueva filosofía política que sepa desenvolverse con esas imágenes.
Esta nueva imagen, o metáfora, es a su vez una red de conceptos y prácticas científicas, porque confluyen la teoría del caos, los fractales, las redes neuronales, los grafos, las teorías de la creatividad, Big Data y muchas otras áreas de trabajo. La Edad Moderna nació con redes de transporte, redes eléctricas, redes de museos, redes bibliográficas y redes bancarias… La Era Postmoderna habla de redes de información, de forma abstracta y cuantificable. Ha de surgir una nueva filosofía política que sepa desenvolverse con esas imágenes.