Los dioses, si es que existen, son caminantes, refugiados que huyen de una realidad que no llegan a comprender. De nada sirve una inteligencia infinita, si ante tu mirada hay un dolor infinito. Los dioses huyen con lo puesto, entre el lodo y la podredumbre. Y mientras escapan piensan en atardeceres frente al mar o en el olor del espliego. Caminan aturdidos porque ven cómo todas las fronteras se cierran a su paso. Son refugiados que buscan otra realidad, otro cosmos, quizás creado por otros dioses más sabios.