sábado, 1 de agosto de 2015

LITERATURA CRÍTICA ESTIVAL

        No sabemos exactamente qué es lo que hace que un texto sea literario. O si lo sabemos no logramos explicarlo en condiciones. Como el urinario de Duchamp, basta un cambio de contexto para que el objeto cotidiano adquiera otro sentido y se vuelva objeto artístico. El prospecto de un medicamento no es un texto literario, salvo que alguien lo introduzca en ese artefacto llamado poema. Algo es literatura cuando las instituciones culturales así lo establecen…
Un texto es literario en virtud de su estructura formal interna. Es la relación entre los símbolos la que genera las reglas del juego artístico, que puede consistir en vivir las aventuras de nuestro héroe, experimentar las pasiones del poeta, reírnos con las peripecias de algún personaje o llorar con las tragedias… Todos estos juegos de lectura tienen en común que se agotan en sí mismos. No necesitan ir más allá de su estructura para otorgarnos ese placer inteligente que proporcionan las artes. ¿Qué ocurre, entonces, cuando una novela o un poema quieren ejercer la crítica social? ¿Deja de ser literatura para convertirse en filosofía, sociología o teoría política?
Para abordar estas cuestiones tan enrevesadas recomiendo el ensayo El demonio de la teoría. Literatura y sentido común (Acantilado, 2015), de Antoine Compagnon. El autor expone de forma clara las soluciones radicales y opuestas que se han dado sobre qué es la literatura, quién es el autor, quién es el lector, qué relación hay entre literatura y realidad o por qué un texto tiene valor literario. Además de exponer de forma sencilla los problemas, ofrece siempre una síntesis razonable entre las diferentes teorías.
Y como ejercicio práctico, dos novelas y una revista de poesía. Los libros repentinos (Seix Barral, 2015), de Pablo Gutiérrez, y El comité de la noche (Random House, 2014), de Belén Gopegui, hablan del mundo real y, cada uno a su manera, reflejan las contradicciones sociales del presente. 
         Pablo Gutiérrez desarrolla un realismo ácido y Belén Gopegui un realismo crítico. Pablo escribe a fondo, sin concesiones. Su estilo erosiona y desvencija la maquinaria social. Porque todo es pensado hasta el final. Nada se salva. Reme, la protagonista, recibe por error una caja de libros. Al mismo tiempo que los lee se reconstruye ella, una vida marcada por la fisiología líquida, la ciudad y sus miserias. Queda plasmada en muy pocas líneas la historia social de cualquier barrio periférico de cualquier ciudad española. Una prohibición del ayuntamiento provocará una pequeña revolución. A través de un flujo narrativo sin límites, donde todas las perspectivas se superponen, el escritor nos revelará los entresijos oscuros de la realidad y las debilidades de los personajes, sean revolucionarios o concejales. 
      Belén Gopegui siempre nos deja en sus libros un poso utópico, de esperanza. Si las revoluciones tradicionales carecen hoy de sentido, al menos sí parecen posibles otras acciones. La gente que no tiene nada que perder puede organizarse y destruir el sistema capitalista desde dentro. En este caso el asunto es la sanidad, el sistema de donación de plasma sanguíneo. Belén Gopegui nos cuenta la historia utilizando una perspectiva que sorprenderá al lector. 
Zurgai (2015) es una revista de poesía publicada en Bilbao. El último número está dedicado a la Poesía sin IVA (con César Vallejo al fondo). Entre los numerosos poetas que colaboran cabe mencionar a Juan José Téllez (Algeciras, 1958) y a Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973). Los poetas abordan la relación entre poesía y dinero, poesía y riqueza material. Hay, además de poemas, breves artículos sobre este asunto y un cuento de Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951). La revista nos acerca una pluralidad de voces poéticas actuales, con una presentación muy útil de cada autor y bien ilustrada. Zurgai tiene una página web donde pueden leer los números anteriores.
Las novelas y los poemas comprometidos con la realidad social no dejan de ser buena literatura si la unidad formal del estilo mantiene alejado el viejo dualismo de la forma/contenido. Quiero decir que si están bien escritos los textos y con un estilo auténtico, original, en ningún momento nos plantearemos si la novela ha perdido su autonomía formal o si el autor ha utilizado el escrito para fines ajenos a la dimensión estética.

http://www.lavozdelsur.es/literatura-critica-estival