Sabe el roedor que en nuestras miradas permanecen las piedras y las sombras. Sabe el roedor que siempre está todo ante nuestros ojos, débiles. ¿Olvidaremos el primer sendero? Nunca, jamás dejaremos a un lado los viejos olores, los del invierno, cuando huíamos del frío para sentarnos en el enronje, en la gloria. Nadie puede olvidar lo que fuimos, lo que somos. ¡Recuerda la era, le atrio y todo lo que pudiste ser! Entre la harina se esconden todos tus miedos, atrapado en el blanco de la llanura, nada más. ¿Cómo olvidar algo? Sabe el roedor que entre nosotros, los débiles, no hay ningún tesoro más. Sabe el roedor que las nieves, el trigo, la leña, el olor a pan, todo eso, la sombra de la iglesia, los pardales, los vencejos, todo eso, la harina, el horno, el aire, los pulmones, la ruina...