jueves, 30 de octubre de 2014

ÉTICA DE ROEDORES XXXII: ASFIXIA

    Se asfixia el roedor porque hace demasiado calor o porque el aire está saturado de falsas palabras. No lo sabe exactamente, pero se asfixia. ¿Será la respiración profunda de los dinosaurios la causa? ¿Acabará con ellos este calor? ¿Provocaron los dinosaurios esta densidad de sílabas irrespirable? No lo sabe exactamente, pero se asfixia. Tanta densidad de palabras falsas no puede traer nada bueno a los roedores. Es una trampa mortal. Quizás haya que taparse los oídos para avanzar entre las miserables pisadas de los dinosaurios. ¿Cuándo llegará la gran piedra del cielo? ¿Nadie tiene misericordia de estos pobres roedores asfixiados? ¿Nadie ve que este ruinoso mecanismo de pensar los aniquilará? Sabe el roedor que la utopía del silencio alimenta sus entrañas. Y que la única forma de resistencia consiste en diluir esa densidad húmeda que lo envuelve. Sabe que debe roer palabras todos los días, para hacerse un sitio y ver venir las peligrosas pisadas de los dinosaurios. No doy abasto, dice el maldito roedor. Callad, que no doy abasto, dice el pobre.